Despedida a Blanca: corresponsal, sí; vaticanóloga, no
Recuerdo a mi abuelo materno cómo me enseñó a leer con los titulares del Diario Ya, que llegaba a casa puntual con un día de retraso, pues venía por correo doblado y enfajado. Las “letras gordas”, como se dice por esta tierra, fueron mi primera cartilla para leer de corrido sin enterarme de nada.
Cuando, luego, pude seguir las crónicas del mismo periódico sobre las sesiones de trabajo del Concilio Vaticano II, firmadas por don Antonio Montero, y las de Abc escritas por José Luis Martín Descalzo, conocí lo que era un corresponsal en Roma.
Más tarde, en televisión llegó Paloma Gómez Borrero, Antonio Pelayo…y tantos otros que son maestros del periodismo rápido y veloz de nuestros días. Todos son corresponsales en la Ciudad Eterna.
Ahora se marcha una de estas personas que ha ejercido su papel muy bien para Religión Confidencial. Se llama Blanca Ruiz Antón, a quien he leído todos los días.
¿Cómo se despide? Con estas sencillas líneas:
“Cicerón decía “Breviloquentem tempus ipsum me iam facit", que traducido libremente, si me lo permiten, se sería algo como que el tiempo pasa rápido y la precisión es un don. Así que haré caso a este sabio latino y les diré que después de un año y medio colaborando con Religión Confidencial desde Roma, hoy me despido de ustedes.
Tras este tiempo que ha pasado casi sin darme cuenta y en el que he vivido de primera mano los últimos compases de un pontificado excepcional como el de Benedicto XVI y los primeros meses de un Papa que ya ha hecho historia, como es Francisco, vuelvo a España para comenzar nuevos proyectos personales y profesionales. Cierro cuatro años inmejorables como corresponsal en Roma y con la oportunidad de haber podido trabajar con un equipo inigualable.
Agradecida a José Apezarena por darme la oportunidad y la confianza de trabajar con él. Impresionada a diario por la paciencia de María Solano y Carlos Velado que esperaban sin desesperar a que la crónica de Roma llegara en el último momento.
Un honor que confiaran en mí para informarse sobre lo que ocurría dentro de los muros vaticanos -a veces infranqueables, a veces inexistentes-. Pido perdón por los errores y las erratas y doy las gracias de corazón a las miles de formas de apoyo que he recibido de un equipo inigualable como el que forma Religión Confidencial y El Confidencial Digital y de ustedes, lectores, para los que todos los días trabajamos los que nos llamamos periodistas.
Arrivederci, Roma. Ci vediamo presto.”
A Blanca le deseo mucha suerte en el sendero que ahora tome en su vida personal y profesional. Ella ha sido una verdadera corresponsal en Roma, sin caer en ese vedetismo tan maléfico de considerarse: vaticanista ni vaticanóloga.
Ambos términos está haciendo mucho daño a los periodistas que cubren la información que sale de la capital de Italia. Los cuales, bastantes de ellos, hacen unas crónicas trufadas de hipótesis, de cuentos, de noticias rosáceas, de inventos, más parecidos a los sueños novelados y pasados al cine de un mal escritor firmante de una novela, cuyo título me niego a escribir.
El viejo oficio del periodismo consiste en ver, oír y contar. Salirse de este sencillo esquema es engañar a los lectores, oyentes o espectadores de televisión.
Desprecio, por falso e inútil, el doble término: vaticanista y vaticanólogo. Prefiero el título de siempre:
Corresponsal en Roma, o enviado especial.
El foro queda abierto para todos los amigos lectores. Muchas gracias.
Tomás de la Torre Lendínez
1 comentario
Un corresponsal en el Vaticano es algo más que un chascarrillero,eso es cierto:las noticias que surgen en el entorno de la Iglesia suelen tener especial importancia y así deben ser tratadas. Va llegando la hora del relevo de los grandes profesionales que antes ha citado usted,don Tomás.
Un abrazo.
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