La comida entre el sucedido y el sucesor
Ayer con todos los ritos propios de la ceremonia tuvo lugar la Misa de comienzo del Pontificado del Papa Francisco. Las crónicas de las agencias de prensa han saturado de noticias las mesas de todos los directores de medios informativos.
La homilía ha sido una piedra maestra muy bien cuidada y engarzada para demostrar las ideas del presente pontificado desde sus comienzos. Siempre en comunión con sus antecesores en la silla de San Pedro.
Todos los Papas de los últimos años, siempre han orado ante la tumba de San Pedro y de su antecesor, antes del inicio de su misión pastoral al frente de la Iglesia.
Ayer faltó esa fotografía del nuevo Papa ante la tumba de su antecesor, pues, gracias a Dios está vivo. Y ayer celebraba su onomástica al ser la fiesta de San José, nombre de pila de Benedicto XVI. En la homilía el Papa Francisco lo citó con cariño.
Por la tarde, tuvo el gran gesto nuevo: llamar a su antecesor para felicitarle por el ser el día de su santo, de paso cerraron la agenda para comer el próximo sábado en el palacio de Castelgandolfo, donde vive por ahora Benedicto XVI.
¿Qué mensajes me sugieren todas estas novedades?
La Iglesia Católica ha demostrado, una vez más, la madurez histórica y el respeto al Papa emérito, desde el momento en que el 11 de febrero anunció su renuncia al ministerio petrino por los motivos que él mismo adujo.
Ningún exaltado, salvo los ya que conocemos, ha puesto el grito en el cielo por esta normalidad de la renuncia de un Papa a su servicio pastoral.
Tras, consumarse la renuncia, celebrarse el Precónclave y el propio Cónclave, todos los acontecimientos se han ido desarrollando según las costumbres y las legislaciones de estas situaciones para la elección del nuevo sucesor de Pedro.
El recién elegido el Papa Francisco ha ido adaptándose a la nueva manera de comenzar su Pontificado. Lo está haciendo con la normalidad que un obispo sucede a otro, o un párroco sucede a otro. En todos los casos un almuerzo compartido y un intercambio de intimidades, alegrías y penas cubrirán el mantel de la mesa del próximo sábado entre el Papa emérito y el actual, que comenzó ayer su Pontificado.
¿Cuándo podíamos soñar ser testigos de esta bella historia de un Papa emérito dialogando con su sucesor con toda la normalidad del mundo?
La Iglesia Católica está dando un ejemplo de normalidad y tranquilidad que está dejando boquiabiertos a los enemigos extramuros y a los enemigos intramuros del Pueblo de Dios camino por el valle de lágrimas hasta la Casa del Padre.
Los puristas están pasándolo mal. Los ritualistas peor todavía. Los guardianes de las esencias no saben donde meterse. Basta con leer algunos de sus artículos: rebosan una rabia incontenida, unos avisos con augurios de terror, una desesperanza propia de gente atada hipócritamente a la letra de una obsoleta legislación, que ante la nueva forma de actuar del Papa emérito y del nuevo elegido como el nombre de Francisco I, les cataloga cómo son: unos pobres desgraciados que no duermen porque sus conciencias no les deja tranquilos.
Larga vida, deseo, a Benedicto XVI y al Papa Francisco. La comida del sábado es el anticipo de otras consultas que inevitablemente se producirán, aunque no salten a la opinión pública. Rezo para que la beneficiada sea la comunidad de los hijos de Dios, que estamos en la Iglesia Católica a la que queremos como nuestra Madre.
Tomás de la Torre Lendínez
6 comentarios
Creo que eso intenta sencillamente el Papa Francisco acercándose a un pobre paralítico cerebral al que abrazó y llenó de besos.
El que quiera ver,que vea.
Un abrazo,pater.
Bendiciones en el Amor de los Dos Corazones.
PAX a todos.
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