¿En que manos estamos?
Ni soñando podíamos sospechar lo que está pasando. Ni en un cuento de terror nos podíamos creer las vivencias de estos días. Sinceramente, la España de hoy es un patio de Monipodio donde nadie se fía de nada, y la gente se pregunta: ¿En que manos estamos?.
La información religiosa del diario de Prisa la lleva un señor que dice no entender nada sobre esta materia y cuando desea conocer algo llama a los de su cuerda para que le aclaren algo o lo emborronen.
Sobre la corrupción que afecta al partido en el gobierno, el mismo diario acaba de realizar unas jugadas de irresponsabilidad profesional propias de un régimen bananero.
El público sigue preguntando: ¿En que manos estamos?
Ofrezco dos pistas para la esperanza:
La primera, está asentada en la recuperación de la confianza en nosotros mismos. En nuestras fuerzas, que tienen, para los cristianos, la presencia permanente de la Gracia de Dios. La esperanza cristiana nace de esta profunda convicción y nos lleva a relativizar todo lo terreno como pasajero y volátil. Nunca, para nosotros, nada material nos da la plena felicidad. Solamente Dios nos basta para ser, antes que tener, para orar, antes que hablar, para rogar, antes que condenar, para esperar, antes que dimitir de nuestra firme convicción de que nuestro único Absoluto es Dios nuestro Señor.
La segunda, está colocada sobre la confianza en la gran parte de bondad que anida y tiene su casa en todos los seres humanos. Porque ninguna persona es absolutamente mala, ni absolutamente buena. En todos existe una parte bondadosa. El ejercicio de descubrir y potenciar esa parte de bien, que es el soplo divino de la hechura a la imagen y semejanza de Dios, es la sana convivencia con nuestros semejantes en la familia, en el trabajo, quien lo tenga, en la vecindad, en los amigos y en la sociedad.
Contesto de este modo a varios correos electrónicos que me ruegan me pronuncie sobre el negro túnel de desesperanza creado por las conductas lesivas y delincuenciales de unos, por las manos negras y largas para enviar o guardar dineros a tierras de montañas nevadas, por las falta de ética profesional de los medios de comunicación social tanto si aplauden como si pitan las actuaciones de equis personajes políticos o miembros de la familia más alta de las instancias del Estado.
Con la esperanza como armadura, con la fe como yelmo, con la caridad como actuación, podremos pasar por este desierto lleno de hierbas secas que corren con la velocidad del viento, pero que nunca deben detenernos en el andar por el camino hasta la Casa del Padre, que es donde los católicos tenemos la única meta de nuestra vida.
Todo lo demás es relativo, aunque estemos en las manos que estemos. Quien está en las manos de Dios tiene la esperanza asegurada contra toda desesperanza.
Tomás de la Torre Lendínez
5 comentarios
La realidad es que no hay ni un sólo signo que nos haga tener esperanza y usted lo sabe, ¿la razón?:
Al quitar a Dios de la sociedad hemos quitado también el "no robarás", "no mentirás"...la corrupción generalizada en España no se solucionará SÓLO con más estudios universitarios. Ahora todos tenemos estudios universitarios o, al menos, más que nuestros abuelos, y el mundo es peor.
S.Ignacio repetía: Haced todo como si no dependiese de Dios pero sabiendo que depende todo de Él.
Por eso mismo,ante tanta corrupción,defensa de la verdad y del bien,actuar con ellos y para el prójimo.No es beatería barata,sino realidad palpable.
Un abrazo,pater.
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