España, sin pulso, colgada de una corbata

Existen prendas que pasaron de moda: la levita, el bombacho, la pajarita, el chaleco, el sombrero. El hombre de este siglo encuentra que su presentación ideal ante la sociedad es un traje, camisa y corbata. Por culpa de varios trajes completos ha dimitido un presidente regional al recibirlos como regalo. Las trapacerías del caso le han llevado a ahorcar su carrera política. La justicia camina lenta pero directa al banquillo.

Otros, en el parlamento, discuten sobre si llevar corbata al escaño para no pasar calor. Este debate se toma tiempo entre gentes del mismo color político, que deberían estar preocupados por la responsabilidad de gobernar, en vez de enredarse en una corbata. España está colgada de la poca tela de una corbata y sin pulso.

Esa corbata se la anuda al cuello a diario un señor presidente del gobierno, que debe desatar ese nudo gordiano de la convocatoria de elecciones generales lo antes posible, porque España no puede estar colgada de una corbata.

Sin corbata van los cinco y pico millones de españoles que buscan trabajo en lo que sea, echando c/v como si fueran al inodoro, poniendo velas a todos los santos dueños de las fechas del almanaque, viviendo realojados en casa del padre de él o en la casa de la madre de ella, estirando como pueden la renta de los ancianos hasta los últimos días del mes. La corbata es una pieza que los parados con depresión soban pensando atársela al cuello para quitarse la vida.

Con o sin corbata los suicidios están aumentando clamorosamente en España, donde ya no existe en los medios informativos la vieja sección de sucesos. Ahora se informa mal o no se informa de cómo fulano de tal ha acabado con sus días colgado de un olivo con la lengua como una corbata pero negra de luto propio.

Sus señorías, los parlamentarios, no tienen otro tema más importante que el de la corbata en el escaño, pensando no usarla en el caño ni en el coro, porque aquello, las Cortes, es de todo menos un coro que hable y cante, coordinadamente para sacar a España sin pulso de esta situación moribunda moral, anímica, y de callejón sin salida, porque la voluntad de uno es no poner fecha a unas elecciones generales.

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Tomás de la Torre Lendínez

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