Fray Leopoldo a los altares
En el discurrir de las noticias de la portada de InfoCatólica y
su correspondiente actualización ha estado poco tiempo este gran
acontecimiento.
Es un buen regalo navideño: fray Leopoldo de Alpandeire será
beatificado en Granada el domingo 12 de septiembre del año entrante. La
noticia es muy importante para toda Andalucía. Un nuevo hijo de estas
tierras entrará a formar parte de la gloria de Bernini, pero desde el
mismo suelo donde vivió más de cincuenta años y yace enterrado.
Siempre crecí en la familia junto a un almanaque del barbudo
venerable capuchino. En la infancia estuvimos visitando su tumba
muchas veces. Cuando me marché a estudiar a la ciudad de los cármenes
mis visitas al sepulcro de fray Leopoldo fueron constantes.
La admiración por este gran hombre de Dios la resumo en dos
actitudes:
Primera, su humildad consumada, siendo un religioso lego, que no
llegó a ordenarse sacerdote. Esa gran sencillez la plasmaba en su
oficio de limosnero atravesando toda la ciudad granadina, parándose con
todas las personas de cualquier edad y condición. Para todos tenía una
palabra de aliento, un consejo, una enseñanza ante la ignorancia, una
advertencia ante la postura intransigente ante lo que fuera. Era un
santo, decía la gente.
La segunda, su fidelidad a Cristo y a la orden capuchina, donde había
profesado como religioso a primeros del siglo pasado. Ese amor a Cristo
lo expresaba en su amor a la Iglesia, esposa fiel del Señor, con sus
virtudes y defectos, con sus luces y sombras.
Pero, lo más llamativo de la vida de fray Leopoldo fue su continuidad
en el tiempo, sobre todo después de muerto: su fama de santidad era y
es tan popular que la Iglesia ahora le reconoce la heroicidad de sus
virtudes.
Este santo de nuestros días, a quien le molestaba cuando salía en las
páginas de la prensa granadina, es una figura señera de que es posible
ser amigo de Dios desde los cargos más sencillos: limosnero y
sacristán, y encargado de la huerta del convento, donde gracias a la
azada y demás aperos agrícolas y la singular agua granadina sacaba sus
productos de aquella bendita tierra, con el sudor y con el frío, a
todas horas.
Fray Leopoldo siempre fue comprendido por la gente sencilla y
corriente. Algunos “intelectuales” le trataron de tapar, ya fallecido,
pero cuando el sentido de la fe del pueblo cristiano es unánime, no
hay más remedio que doblar las rodillas y exclamar una oración de
agradecimiento a este santo varón de luengas barbas blancas situado en
todas las casas andaluzas gracias a los almanaques de pared.
Tomás de la Torre Lendínez
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Por cierto, cuando fue beatificado éste último, a finales del siglo XIX un padre capuchino estuvo hablando por la tierras de Ronda sobre él. Uno de los oyentes fue Francisco, que así se llamaba en la pila bautismal el luego Fray Leopoldo. De aquella situación le surgió la llamada de Dios a servirle en la orden
capuchina y lo siguió y hoy está en la antesala de ser beatificado.
su mejor momento vocacional.
Las prioridades, en este tiempo, es sobrevivir a la no desaparición
del elenco de la vida relgiosa.
Hermenegildo: es que los capuchinos hoy son todo lo contrario a Fray Diego José de Cádiz y Fray Leopoldo, ¿no crees?
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