El cura del León
He tomado un taxi esta mañana. Tenía urgencia para llegar a un determinado lugar donde el transporte público no te conduce. Además, con las obras de la instalación de un tranvía que solamente desean los dos grupos que detentan el gobierno municipal, el tráfico viario está fatal.
Nada más montarme, encuentro a un joven conductor al volante. Le saludo y digo donde debería llevarme. Observo el vehículo y es un Seat León. Al taxista le indico si lleva mucho tiempo con ese modelo de coche. Me cuenta la historia de la compra, su coste, y su comportamiento para su trabajo.
Le informo que el diseñador de este modelo de automóvil acaba de ser ordenado de cura, habiendo dejado todo un presente y un porvenir profesional de lujo. El joven toca el volante con fuerza, explota con una palabrota, y me interroga:
-¿Pero, esas cosas pasan hoy?
Le respondo que sí. Y sigue exhalando otro par de tacos.
-¿Pero es que de cura gana más que de ingeniero de una marca de coches?.
Le respondo que no. Y afirma tajante:
-Entonces, no lo entiendo.
Aprovecho para indicarle que es Dios quien llama a las personas para que éstas, libremente, les respondan un sí o un no. El Señor pone los medios para que un hombre con absoluta libertad, tras oír la llamada a seguirle, deje todo y se vaya tras él.
La vocación sacerdotal es un misterio en cada persona. La mirada desde fuera a la decisión de hacerse sacerdote en la Iglesia Católica se debe observar desde la óptica de la fe; de otra forma no tiene explicación humana ninguna.
El joven taxita escucha en silencio. El ruido está en el exterior del coche, ese modelo que diseñó un profesional que hoy es sacerdote de Cristo en la Iglesia Católica.
Llegamos al final del trayecto. Miro el importe en el taximetro, abono el dinero. Y el taxista me dice:
-¿A mí me puede llamar Dios a ser cura?.
Le respondí:
-Tenlo por seguro.
Cerré la puerta, puso la marcha, y salió ráudo.
Y es que Dios puede llamar a cualquiera a seguirle. Lo vemos todos los días.
Tomás de la Torre Lendínez
5 comentarios
La verdad, padre Tomás, son preferibles estos jóvenes ignorantes pero que se asombran ante las cosas fundamentales de la vida que los jóvenes hartos y sabelotodo que por ejemplo militan en partidos políticos o son recién licenciados.
Es precioso.
Aquí se ve la importancia de hablar. Si el sacerdote por respetos humanos no hubiera dicho nada... pero habló. Y el taxista tenía pinta que escuchó.
Hay que dar a conocer a Cristo y no avergonzarnos.
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