El acoso dentro de la Iglesia
Leemos en elmundo.es un asunto importante: el acoso escolar, en el barrio, en el trabajo, con los mensajes de móvil y con los correos de internet.
“A pesar de que en estudios anteriores se afirmaba que las secuelas eran más severas, este nuevo trabajo revela que las víctimas que sufren ‘bullying’ electrónico -aquel que se practica a través de Internet o mediante los mensajes de móvil- sufren las mismas consecuencias que aquellas que soportan el acoso “tradicional".
En cuanto al perfil de la víctima, según cuenta la psicóloga María Luisa Pérez Caballero, se puede hablar de dos tipos: activa y pasiva. Tienen en común que viven una situación social de aislamiento y se encuentran en una posición de inferioridad respecto de sus acosadores.
La víctima activa (aquella que reacciona y se subleva ante el abuso), además, sufre problemas de concentración, tiene una tendencia excesiva e impulsiva a actuar, una marcada impopularidad dentro del grupo y tendencia a reaccionar con conductas irritantes sin importarle el lugar donde se encuentre.
Todo lo contrario le sucede a las víctimas pasivas, que se sienten indefensas, tienen una baja autoestima, ansiedad, inseguridad, dificultad de comunicación, y una vulnerabilidad que les provoca temor ante la violencia.”
Estos son las victimas del acoso. Pero ¿quienes son los acosadores?.
“Los jóvenes que realizan ‘bullying’ a sus compañeros suelen tender a abusar de la fuerza, acusan falta de empatía y dificultad para ponerse en la piel del otro, identifican el modelo social basado en el dominio y la sumisión y buscan el protagonismo humillando e imponiendo su autoridad a otros niños. Además, son impulsivos, no toleran la frustración, tienen escasas habilidades sociales, no respetan las normas y tienen una relación especialmente difícil con los padres o profesores, que representan para ellos la autoridad.
Todo ello, según apunta Pérez Caballero, desemboca en unas consecuencias que acaban repercutiendo de manera notable en la víctima: una perdida de confianza tanto en sí mismo como en los demás y un rechazo al contexto en el que se sufre la violencia (generalmente los centros educativos, con lo que también se perjudica el rendimiento académico del alumno). Todo ello puede desembocar en conductas destructivas.”
El acoso dentro de la Iglesia, también, se practica. El tradicional siempre ha tenido sus provocadores y sus perseguidos. Conocemos a personas que han tenido que cambiar de casa, de localidad, de teléfono, de camino habitual, de ir a algunos lugares públicos, de hablar con equis personas….
Y existe el acoso telemático. Es más moderno. Más sofisticado. Los mensajes a móvil son habituales modos de acosar a unas personas. Y los correos electrónicos con motes falsos y direcciones de correos que cuando se documentan ante la autoridad competente, ésta toma en sus manos el asunto con buenos resultados en la mayoría de los casos.
Los que acosan dentro de la Iglesia, tienen los mismos caractéres que apunta la señora Pérez Caballero: suelen tender a abusar de la fuerza, acusan falta de empatía y dificultad para ponerse en la piel del otro, identifican el modelo social basado en el dominio y la sumisión y buscan el protagonismo humillando e imponiendo su autoridad a otras personas. Además, son impulsivos, no toleran la frustración, tienen escasas habilidades sociales, no respetan las normas y tienen una relación especialmente difícil con los superiores e iguales, que representan para ellos la autoridad.
La conclusión cae por su peso. Nos lo dijo Jesús cuando afirmó que no deseemos a nadie ningún mal, si no lo deseamos para nosotros. En definitiva: Amaos unos a otros como yo os he amado. Perdonando, incluso, al acosador del tipo o foma que use para atacar.
Tomás de la Torre Lendínez
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