D. Marcelo, el Seminario y el Vaticano II
Salvo que, por necesidad psicológica o moral, uno elija cerrarse a la realidad y no ver las cosas como son, se debe reconocer que la Iglesia atraviesa en España una crisis sin precedentes en su historia. A la hora de analizar los factores que han llegado a esta crisis, muchos toman la salida fácil de culpar al Concilio Vaticano II de todos los males que afectan a la Iglesia universal y, por tanto, a la Iglesia española. No niego que es muy tentador presentar una historia en la que en la Iglesia todo iba viento en popa y, de la noche a la mañana, gracias a las maniobras de un grupo de eclesiásticos muy organizado, se consiguió organizar un Concilio ecuménico que pusiera todo patas arriba. Es fácil incluso reconocer que líneas teológicas con grandes deficiencias convergen en muchas de las orientaciones del Concilio, aunque casi todos aceptan que los textos conciliares no contienen afirmaciones heterodoxas.
A mí me resulta absolutamente imposible culpar al Concilio Vaticano II de la crisis actual. Y la «culpa» de esta incapacidad mía, que me suele poner en posiciones muy incómodas en los debates al respecto, la tiene el que considero el obispo español más importante de la segunda mitad del s. XX, el Cardenal D. Marcelo González Martín.