El sínodo de la indignidad
Permítaseme abusar del “clickbait”, como llaman ahora los modernos a esto de poner titulares que sean provocativos y llamen la atención. Únicamente quiero hacer un breve comentario sobre un asunto que me ha llamado la atención en las recientes declaraciones del Cardenal Cupich acerca del sínodo. El resumen lo pueden leer en esta misma web.
El Cardenal insistía en el hecho de que en el sínodo que sigue adelante (sin que la inmensa mayoría del Pueblo de Dios le haga mucho caso, la verdad) se había utilizado un método de trabajo en el que se buscaba la igualdad de los participantes. La impresión que dan sus palabras es que en el sínodo habría que ignorar la realidad jerárquica de la Iglesia, buscando una igualdad en autoridad de todos los participantes.
De entrada, yo tiendo a sospechar cuando alguien que está muy alto en una jerarquía y no tiene ningún problema en abusar de su poder (como ha hecho el Card. Cupich intentando prohibir la Misa Tradicional en su diócesis, por ejemplo), empieza a hablar de igualdad y corresponsabilidad. Porque la experiencia demuestra que los que hacen eso en realidad buscan aquella igualdad que se consigue cuando todos se someten dócilmente a sus caprichos. Vaya, que sólo hace falta echar un vistazo a la lista de los convocados para saber por dónde van los tiros. Pero, en fin, sigamos.
El cardenal dice que el método de la «conversación en el Espíritu» apunta especialmente a ello y esto hace que sea algo «revolucionario». En este caso, ciertamente el Espíritu ha hablado por la boca del cardenal useño, porque si hay algo que caracteriza ciertamente a la Revolución, entendida como ese proceso que busca eliminar el orden cristiano para sustituirlo por el desorden que viene del pecado, es el igualitarismo.
Es la idea de que «todos somos iguales» (aunque, en la Iglesia ahora más que nunca, unos sean más iguales que otros), que destruye cualquier tipo de jerarquía social, natural o sobrenatural y, según una correcta metafísica, destruye el orden y, con ello, el Bien Común. Por eso Dios actúa siempre estableciendo jerarquías. Hay jerarquía entre los ángeles, que se ordenan por coros según su mayor o menor proximidad a Dios, y hay jerarquía entre los hombres, especialmente en la Iglesia. Dionisio Areopagita es el maestro en esto y Santo Tomás su discípulo más aventajado. No insistiré más en esto, porque los que me conocen y me siguen en mi canal de YouTube saben que me encanta entretenerme demasiado en estos asuntos.
¿Por qué, entonces, al considerar todas estas cosas he decidido hablar del «sínodo de la indignidad»? Pues porque hace unos días, comentando con dos amigos sacerdotes el nuevo documento Dignitas infinita del nunca tan prolífico como ahora Dicasterio para la Doctrina de la Fe, señalaba que, aunque el documento acertadamente señala distintos sentidos de la palabra «dignidad», no menciona uno de los sentidos más importantes y, quizá, uno de los más originarios. En nuestra conversación yo lo llamé «dignidad jerárquica», es decir la dignidad que tiene alguien no tanto por su dimensión esencial («ontológica» la llama el documento) o moral, sino por ocupar un lugar dentro de una jerarquía.
En la jerarquía cósmica se da que, efectivamente, la dignidad jerárquica coincide con la dignidad esencial. Por ejemplo, los ángeles que son más dignos, por estar más cerca de Dios, también son esencialmente superiores a los que son inferiores en la gloriosa jerarquía celeste. También sucede esto en la creación visible. El hombre, que es cabeza de la creación (como acertadamente insinúa el documento al que nos referimos), lo es por ser esencialmente superior al resto de criaturas del mundo visible, que se ordenan jerárquicamente en una escala del ser que refleja la anteriormente mencionada jerarquía celeste.
Sin embargo, esto no sucede así en las jerarquías humanas ni, por tanto, en la jerarquía eclesiástica. En las jerarquías humanas se da, sí, una esencial igualdad de todos los hombres, pues todos comparten una igual naturaleza humana. A la vez, hay una desigualdad en el aspecto moral, pues unos son mejores y otros son menos buenos. Pero existe otra desigualdad, que, aunque debería corresponderse con la anterior, generalmente no lo hace, que viene dada por el lugar que ocupa alguien dentro del nudo de relaciones que organizan una sociedad. Por ejemplo, el padre es superior en dignidad jerárquica al hijo, lo que hace que el hijo le deba respeto y obediencia. No lo hace por una superioridad esencial ni moral, sino porque en la sociedad familiar el padre es «más» que el hijo, es decir, ocupa un puesto de mayor dignidad.
Insisto en el aspecto de que la dignidad jerárquica debería coincidir con la dignidad moral. Esto es lo característico del concepto de aristocracia, odiada a muerte, lógicamente, por la Revolución. «Aristocracia» proviene de «aristós», superlativo de «agazós» (bueno), es decir, sería el gobierno de los mejores, de los más excelentes, de los más virtuosos. Es cierto que las realizaciones prácticas de la aristocracia no solían hacer honor a su nombre, porque la nobleza de cuna no siempre ha supuesto nobleza de espíritu, pero el concepto suponía, al menos, que los que tenían puestos superiores en la jerarquía social debían ser superiores también en la virtud. De ahí la proximidad léxica entre la dignidad y la decencia, porque no es decente que alguien con dignidad jerárquica se comporte de manera indecente.
En la Iglesia esta disparidad entre la dignidad jerárquica y la dignidad moral se da de manera más viva, porque la dignidad moral se cifra en la santidad, mientras que la dignidad eclesiástica exige santidad, pero bueno, ya vemos lo que sucede en la práctica. Por eso, ante la jerarquía eclesiástica (lo mismo que ante cualquier jerarquía) se da esa doble valoración: por un lado la realidad moral y por otro la realidad jerárquica.
Hace unos días estuve comentando, también en mi canal de YouTube, la predicación del P. José de Acosta de la dignidad del indio, y leía algunos pasajes del Sermonario del Tercer Concilio Limense (s. XVI) que todo el mundo le atribuye. Entre esos pasajes me llamaba la atención el siguiente, por lo representativo de esto que estoy tratando de explicar:
«Ya veis como el Corregidor quiere ser obedecido y acatado, porque es Ministro del Rey; pues el Sacerdote es Ministro de Dios: y delante del Sacerdote se hinca de rodillas el Corregidor, y el Oydor, y el Yirey, y el Rey, y le dicen con humildad sus pecados, y él como juez le sentencia. Asi que todos han de honrar a los Ministros de Dios. Y si algun Padre vieredes que es flaco, y mal acondicionado, y codicioso, no os maravilléis, que es hombre como vos [dignidad ontológica], y él da cuenta a Dios muy estrecha del mal exemplo que da [dignidad moral]. Mas vos honradle por su dignidad [jerárquica], porque es Ministro de Dios, y no hableis mal de él, ni le levanteis testimonios; mirad que se enoja mucho Dios, y lo siente por la afrenta y agravio que le hacéis».
En efecto, no hay nada más tradicional y contrarrevolucionario que respetar la dignidad jerárquica del que, incluso por su comportamiento indecente, se ha hecho indigno moralmente. Esto hace que uno deba ser especialmente prudente cuando se trata de señalar, buscando el bien, tal comportamiento indecente, porque fácilmente se puede caer en la indignidad moral de vulnerar la dignidad jerárquica. Ayer celebrábamos a Santa Catalina de Siena. Ningún ejemplo mejor para considerar cómo se pueden fustigar los vicios de los más altos eclesiásticos sin ofender en modo alguno su dignidad jerárquica.
Ahora bien, la dignidad jerárquica puede vulnerarse cuando se falta al respeto debido a una autoridad, hurtándole el honor que por su estado y, repetimos, no por su dignidad moral, se le debe. Pero también se puede faltar a la dignidad jerárquica cuando tal dignidad es simplemente ignorada, defendiendo propuestas como las del Cardenal Cupich de que en un órgano que tiene un importante papel en el gobierno de la Iglesia, aunque sea consultivo, se actúe como si la dignidad jerárquica no existiera.
Un apunte más sobre la indignidad de vulnerar la dignidad jerárquica en una sociedad es que esa afrenta no afecta únicamente al ofendido, sino que la indignación (respuesta correspondiente ante la indignidad) se propaga por todo el cuerpo social del que el ofendido es cabeza. Es decir, el que ofende al rey ofende a toda sus súbditos, lo mismo que el que ofende al pastor ofende a toda su comunidad. ¿Por qué se da esto? Pues porque, como hemos señalado, la jerarquía es esencialmente necesaria en el Bien Común, y éste es el bien superior y más perfecto de cualquier unidad social. Destruir la jerarquía o atacarla en cualquier manera supone destruir el Bien Común y, por ende, destruir lo que da sentido a la comunidad.
En definitiva, si se persiste en el camino, acertadamente calificado como «revolucionario», de obviar la realidad jerárquica de la Iglesia, se estaría actuando de forma claramente indigna. Y, de esa forma, el sínodo no podría calificarse de otra manera que como «el sínodo de la indignidad». Espero que ahora se entienda bien el título de este artículo.
Por si interesa, dejo aquí el vídeo sobre el P. José de Acosta y la predicación de la dignidad del indio en América.
33 comentarios
Y también lo entiendo aplicable a la realidad política actual de España.
2. La dignidad del Cielo es infinita, porque en el Cielo lo que es el Hombre es santidad por Cristo, y las relaciones entre los entes celestiales jerárquicos son excelentes, y los actos y sus participantes son perfectos.
3. La vida en el Cielo en parte es un eco de la santidad en vida temporal, de los tesoros acumulados y una destrucción de las malas obras por Cristo.
4. Luego, la dignidad infinita del Hombre viene determinada por la dignidad óntica, ontológica, moral y jerárquica en relación con Cristo. Por lo que me pregunto: un hombre muerto eternamente en el infierno ¿tiene dignidad infinita? Y si la respuesta es negativa: en vida temporal muerto para el Cielo, ¿tiene dignidad infinita?
5. La dignidad óntica de ser otro Cristo en vida temporal en pecado de muerte de momento no, y en el infierno, definitivamente en un no-Cristo. La dignidad ontológica en vida temporal en pecado de muerte si, de momento, pues aún se puede relacionar con Dios y cambiar su acto. Pero, en el infierno ya no es imagen y semejanza de Dios, pues lo ontológico afecta sólo a la condición de creatura (1), sin a imagen y semejanza de Dios.
6. Pues, ya no puede cambiar al acto libre de hacer siempre el bien (dignidad moral), ni relacionarse jerárquicamente con Dios desde Su Amor, porque queda separado de Él (dignidad jerárquica).
7. Por tanto, si un hombre no tiene dignidad óntica, si dignidad ontológica, exclusivamente por su condición de creatura, no dignidad moral ni dignidad jerárquica por su desprecio y odio eterno a Dios, se puede afirmar que el título del documento del Dicasterio de la Fe es también modernista, hereje. O ¿conocen ustedes a alguien que es un no-Cristo (anticristo) que hace siempre el mal contra Él, lo odia y lo rechaza, no lo respeta, obedece, glorifica, le da honor por haber sido creado a causa de Él que tenga un comportamiento excelentemente infinito o, dignidad infinita?
PD: (1) Un pato que no hace cua cua, que no vuela como tal, que no tiene forma de pato, que no tiene color de pato, que no hace lo propio de un pato eternamente, parece que de pato queda el nombre de lo que una vez fue. Pero, ya no se puede describir como tal.
(2) La pena de muerte se puede aplicar a un terrorista, asesino en serie, pedófilo empedernido, ... aunque no pierda la dignidad ontológica de creatura de Dios por el bien común.
(3) El homo-monio, vientre de alquiler, aborto, eutanasia, ... se puede prohibir por la dignidad óntica, ontológica, moral y jerárquica del ser humano.
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FJD: Mire, voy a hacer yo lo mismo que hace usted:
Un hombre condenado en el infierno sufre pena de daño, es decir, no ve a Dios, lo que es un mal que le causa sufrimiento. Le causa sufrimiento porque su situación es indigna, dado que conserva la dimensión de su dignidad por la que debería estar en el Cielo. Pero no lo está por su inmoralidad. Si usted sostiene que un réprobo no tiene dignidad de ningún tipo, entonces ese tal no sufriría pena de daño, porque no anhelaría el Cielo, lo mismo que un animal no anhela leer la Palabra de Dios. Por tanto, lo que usted dice, interpretado con la misma maldad con la que usted interpreta este documento, es que en el infierno no hay pena de daño, lo cual sí es una herejía. Y como no puedo admitir herejes aquí, mejor elucubre en otra parte.
Nota. Tanto lo que dice JSP como lo que acabo de escribir yo son bobadas. La única diferencia es que yo sí lo sé.
Por otro lado, estamos viviendo tiempos en los que un número importante de Pastores no es ya que se comporten de forma indigna; es que están atacando el depósito de la fe y la moral católicas, intentando convertir a la Iglesia en lo que no es, desfigurando horriblemente su rostro y misión. En tal situación, mantener el respeto debido a la posición jerárquica de esos Pastores resulta cada vez más difícil... Hay que esforzarse en hacerlo, sin duda; pero eso no significa que haya que renunciar a defender la Verdad. Como bien dice el padre Francisco José, aprendamos el modo de hacerlo de Santa Catalina de Siena.
Respecto al cardenal Cupich, tengo serias dudas de que este señor sea verdaderamente católico. Dicho sea con todo respeto, no deja de ser un Sucesor de los Apóstoles. Ruego a Dios por él.
a sus contrarios y exigir respeto. Por lo menos esa es mi experiencia.La Paz
Lo que podría decir de forma muy breve para entender esto es que al tirano hay que ponerlo de forma efectiva: o se le aparta del cargo si hay alguna forma o se le quita la vida, si es el único medio (como sería el Rey en otros tiempos). Pero mientras está en el cargo se le debe respeto a la dignidad jerárquica que ocupa, aunque en el plano personal se le pueda despreciar en cuanto a su inmoralidad. Es un tema difícil que no se puede solucionar tirando al niño con el agua de bañarlo.
In Christo.
Se establece por parte de la legislación el principio de que todos son iguales, pero luego hay que diferenciar.
La legislación por ejemplo diferencia entre incapacitados, disminuidos y dependientes, los que tienen el estatuto personal de libertad limitado por una pena (inhabilitación, tercer grado)... Y así en muchísimas cosas...
Por eso se dice que hay que tratar igual a igual y diferente a lo diferente, porque la igualdad es siempre relativa.
Por eso, la dignidad no es igual, es relativa, sino que hay que diferenciarla según la posición: la dignidad ontológica, dignidad moral, dignidad jerárquica, dignidad espiritual, existencial, social, profesional, nacional, científica, gnoseológica (este caso es digno, merecedor, de estudio)...
Hasta la exconstitución de la URSS de 1977, art. 64, decía: El deber de todo ciudadano de la URSS es respetar la dignidad nacional de otros ciudadanos...
Por eso es irracional la pretensión de Cupich de establecer una iglesia sea igualitaria, sin diferencias... que por cierto, me recuerda a los progres de 1970, hace 50 años, una Iglesia de iguales radicales, sin diferenciar...
Creo que es una copia modernista de algunas iglesias protestantes más radicalizadas que el luteranismo y el anglicanismo:
Iglesias bautistas:
Énfasis en el sacerdocio universal: todos los creyentes son sacerdotes ante Dios, sin distinción de género, posición social o títulos religiosos.
En cuanto del método sinodal de rezar silentes para oír la voz de Dios, tal como está planteado y según como lo entiendo, el discernimiento comunitario, colectivo o social, me parece un peligroso método subjetivista ilógico e irracional, pues la materia de estudio implica, además de rezar (Fé), el conocimiento del derecho canónico, la patrística, los doctores, la palabra, la tradición, el magisterio... (razón). Para los problemas teológicos, prácticos o pastorales o complejos, esto no sirve porque hay que buscar la verdad...
Cuáqueros:
Reuniones silentes: en las reuniones de adoración, se guarda silencio para escuchar la voz interior de Dios.
En conclusión, tenemos un sínodo que por el método y por la concepción, es absolutamente inadecuado, inapropiado, por lo que no darán soluciones razonadas en la verdad, sólo ocurrencias, ideicas...
Iluminados en América hubo muchos porque la idea de que el Nuevo Mundo hubiera permanecido en la ignorancia invencible quince siglos desde que Jesucristo resucitó es difícilmente explicable. Así que, desde ese fraile citado hasta Fray Servando Teresa de Mier, se elaboraron múltiples teorías.
Según Fray Servando Teresa de Mier OP, del S. XVIII-XIX-los indios habían sido evangelizados por Santo Tomás Apóstol, que en vez de las Indias Orientales estuvo en las Occidentales, y la Virgen se llamaba Tonantzin. Y todo ello por su empecinamiento en que los españoles no habían llevado el Cristianismo a América y nada había que agradecérseles.
Yo no sé lo que pasó con los indios pre-colombinos y supongo que, en todo caso, Dios les exigiría las Leyes Noáquicas (Ley Natural) como ocurrió con Noé, pero no tengo ni idea.
En el momento en que el Cristianismo llega a América había que evangelizarlos porque no hacerlo sería culpabilidad de los que allí fueron, puesto que los indios tenían capacidad para ser cristianos por ser personas humanas sin ninguna clase de dudas.
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FJD: En mi libro sobre la necesidad de la fe explícita en Cristo para la salvación en el P. José de Acosta trato esos temas, que efectivamente son muy difíciles.
Segun comprendo somos mas dignos mientras mas nos parecemos y hacemos la voluntad de Dios , Jesús nos ha comprado con su sangre la dignidad de hijos de Dios , es un regalo, un don , no un derecho. Tristemente el pecado consentido es un rechazo a Dios y por lo tanto nos aleja y nos vuelve indignos de Dios .
Jesús lo ejemplifico perfectamente en la parabola de la invitación a las bodas del hijo. Asi que aun que esa bondad y dignidad es infinita , tambien podemos libremente perderla . Por que la libertad de escoger el bien o el mal es tambien un don y si no veamos lo que paso en el momento de la cruz con el buen ladron y el otro ladron . Exactamente lo que nos puede pasar rendirnos ante el amor a Dios o darle la espalda.
Me queda clarisimo por mandato de Jesús que el fundo una iglesia , Unica , Apostolica y jerarquica . Alguien que diga lo contrario simplemente no cree que Jesús es Dios.
Yo prefiero seguir a Jesús que a un indigno mortal .
Siga evangelizandonos padre Francisco que necesitamos la buena formación. Bendiciones
Saludos cordiales.
Pero es que la Iglesia es jerárquica. Hay que recordárselo al Card. Cupich.
A lo mejor Cupich entendió jeje... Ar!... Quica...
Eso más su método de discernimiento colectivo, por algunos momentos me pareció que eran mesas de ouija, pensaba que iban a levitar... Dan una sensación rara, para nada católica...
La sensación es de que el sínodo en sí es solamente un fragmento, muy pequeño y fuertemente seleccionado, por el papa de los obispos y otros de la Iglesia...
Eso le da menor representatividad que un concilio, que es la reunión de todos los obispos, pero la desventaja es que es demasiado grande de manejar...
De otro lado me gustaría saber cómo se coordinan todas estas mesas...
Si cada mesa gestiona una materia, entonces el sínodo en realidad está hecha por una mesa específica...
Más que un sínodo que es ir todos juntos, esto sería una reunión de mesas, que en griego clásico y latín me parece que sería así:
Latín:
Conventus mensarum
Griego clasico:
Sínodos trapezon
España está contigo.
España fue franquista,
pero hoy es francisquista.
Porque no está tan mal,
la Iglesia sinodal,
de mujeres y migrantes,
de jóvenes amantes
de la ecología integral.
Digo que no está tan mal,
la Iglesia sinodal.
Escucha, franquista,
España es francisquista.
Saludos cordiales.
Sospecho que quienes quieren eliminar en la Iglesia una dimensión jerárquica (autoridad sagrada) es probable que no lo consigan. Ni siquiera sinodalmente... Aunque Lutero sí lo consiguió.
Un abrazo.
Hay una anécdota atribuida al General norteamericano George Patton, quien cuando conquistó en Sicilia la ciudad de Messina, a su entrada triunfal fue recibido por el Cardenal de la entidad.
Al verlo, Patton subió las escaleras que llevaban al atrio de la Iglesia, cabeza descubierta, donde se encontraba su eminencia, y cuando estuvo frente a él, Patton SE ARRODILLÓ a sus pies y BESÓ su anillo cardenalicio.
La ciudadanía explotó en algarabía ante el acto de humildad del conquistador, quien con un solo gesto, aun con el poder de su ejército y sus tanques, reconocía la autoridad moral de la Iglesia.
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