No existe desperdicio en ser débil o hueco
Al apartar hoy las cortinas de mi ventana antes del amanecer me encontré con la multitud de luces de la ciudad que parecían elevarse ya que, sin límite visible, el cielo estrellado parecía ser uno con la tierra.
Lo que me recordó la experiencia de Forrest Gump, el joven “cabeza hueca”, durante aquella parte de la película en que purgó su dolor corriendo día y noche.
De aquella su incesante carrera consiguió reconocer y valorar su finitud debido al innegable contraste entre su oquedad y la grandiosa infinitud del paisaje.
Esta película ha llegado a ser un clásico y no creo que muchos hayan descubierto la razón.
Me atrevo a afirmar que su fascinación radica que en Forrest nos reconocemos seres inacabados; unos auténticos “cabeza hueca” con infinita necesidad de perfección la que, efectivamente, puede ser colmada pero no eludiendo el inevitable itinerario de dolor.
Dolor que, cubierto con miles de capas de ideas falsas, oculta la realidad nosotros mismos tal como sería la avidez por alcanzar perfección sobre lo que, tarde o temprano, nos damos cuenta va unido al hecho de que nada ni nadie sobre esta tierra jamás podrá ofrecerla.
Es que, acaso, alguno no ha gemido al reconocerse tosco, fraccionado, rudimentario, tal como si el suyo fuese un estado embrionario respecto a lo que su mente se figura es la perfección humana? Quién sobre esta tierra no ha llorado al verse imposibilitado de alcanzar por sus propias fuerzas el Bien, la Verdad y la Belleza a las que su corazón aspira?
Acaso todavía no has gemido o llorado por este motivo?
Si no lo has hecho es porque te han mentido acerca de en qué consiste la plenitud humana.
Te lo explico:
“Aquello que los mentirosos señalan en ti como “debilidad” no es imperfección sino lo previsto por el Creador para ayudarte a reconocer en tu interior la impronta divina”.
Dentro, muy dentro somos como el paisaje previo al amanecer:
“En nuestro interior no existe límite entre el cielo y la tierra ya que, como las luces de la ciudad, aquello que de nosotros brilla es porque aspira al cielo debido a que le pertenece; por otro lado, aquello que de nosotros todavía no tiene parte en la Luz es la porción que gime por participar de Ella”.
Te das cuenta por qué no existe desperdicio tener en el interior un espacio sin materia muy grande en relación con nuestro volumen o tener poca fuerza anímica o moral para soportar o afrontar desgracias o situaciones difíciles?
«Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad»
2 Corintios 9
Que el Señor, como al apóstol Pablo, nos regale la gracia para gloriarnos en ella.
Amen