De cuando rezo el rosario (VI) La hora de la siesta
«No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí” Juan 14, 1
A veces, me sorprende la hora del rosario siendo que no he terminado mis deberes o apenas los voy terminando por lo que, la primera reacción es no rezarlo hasta que termine o no hacerlo del todo; sin embargo, gracias al Espíritu Santo (estoy convencida que es su impulso y no el mío), rapidamente termino o dejo de hacer para rezarlo.
Cuando me llega la hora tan a la carrera, a veces, me resulta violento tranquilizarme para rezarlo bien; sin embargo, muchas otras sucede que –casi de inmediato- con solo fijar mi atención en María, el Espíritu Santo me coloca en el “modo madre e hija”.
Es cuando me digo que, realmente, es grandioso el amor de Dios Padre por nosotros. La manera tan elegante, firme, viril y también sutil con que nos arrebata del diario trajín para que nos encontremos es como la de un enamorado que un día cualquiera se llega ante su amada con un ramo de sus flores preferidas.
Uno podría pensar que llegar a la hora al rosario es cosa nuestra pero no, es cosa del Espíritu de Dios que nos conduce hasta María, ramillete en mano, con deseos de conversar de tanta cosa que nos ocupa el alma. Sí, rezar el rosario es también cuidar del alma, tan excepcional, bella y grande como la hizo Dios.
Pues, les decía que la hora del rosario, a veces, me toma por sorpresa que siempre termina en un momento de gracia el que, por cierto, mucho me recuerda la hora de la siesta.
Saben? Si ha existido un lugar seguro, fácil y rápido para mi para saberme amada ha sido echada junto a la abuela a la hora de la siesta.
A veces, me llamaba o yo me iba; según fuera, igual era el momento de echarnos en brazos, una de la otra.
De pequeña, ya que trabajaba, las siestas del fin de semana de mamá eran intocables; sin embargo, cuando abuela se fue y mamá dejó de trabajar retomó conmigo la dicha de tan bella costumbre que de niña tenía con su madre: hacer juntas la siesta.
Supongo que conmigo la costumbre morirá pero no así el recuerdo que ahora me sirve para comparar el bien que hace al alma dejarse llevar por el Espíritu de Dios hasta María a la hora del rosario; un bien que no se queda en nosotros sino que es administrado por la Madre a favor de quien más lo necesita.
Mucha confusión, mentira y muerte ha existido siempre, mucha las hay en nuestros días pero, desde hace ya tiempo dijo Jesús: «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí [ ] Ya conocen el camino del lugar adonde voy: Yo soy el Camino [ ] Soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí”
No existe lugar más seguro, rápido y fácil para llegar a Jesús que con María a la hora de la siesta; que es como decir, a la hora del rosario.