¡Ay, Señor! ¡Cuanto me he reído! (con lo de las píldoras para las castas)
¡Ay, Señor! ¡Cuanto me he reído!
Estos investigadores y fabricantes ya no saben qué inventar! Ahora resulta que el “alto precio de la castidad” es pagar con ganarse un cáncer y que la solución urgente para tantas mujeres castas, la gran mayoría monjas, será sus benditas pildoras.