30.06.10

Si nos falla la fraternidad… cristianismo de café

En aquella Mesa Redonda sobre el Estado Laico promovida por la Escuela de Ciencias Teológicas de la Universidad Católica de Costa Rica, llegué a escuchar por primera vez a uno de los expositores, al filósofo costarricense Luis Diego Cascante Fallas, a quien le dieron el papel de abogado del diablo. A raíz de su exposición -bien fundamentada, coherente y “desinstaladora"-, me quedé con interés de conocerle.

¿Adivinen qué?

A través de la profesora Grace Ulate, Directora de la Escuela de Ciencias Teológicas, he dado con él y nos hemos pasado prácticamente la mitad del día intercambiando mensajes de correo.

Cuando se lo solicité, me ha hecho llegar varias de sus investigaciones, una de las cuales es con la que hoy -literalmente- lo traigo hasta ustedes, ya que además -aceptando la invitación-, estará con nosotros para responder a sus preguntas y comentarios.

Elegí una de sus frases para titular esta entrada:

“Si nos falla la fraternidad… cristianismo de café”

aunque -más rigurosamente que yo- tituló el filósofo su nota:

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Fe y justicia

El libro del Éxodo (en particular 3, 1-15 y 6, 2-13) ha sufrido muchas lecturas. Respecto del nombre de Yavé, 3 y 6 son considerados hermenéuticamente como la emergencia de un proyecto divino de liberación.

La lectura medieval del “Yo soy el que soy” (Ex 3, 14) es metafísica, pues se interpreta que ‘el ser’ es el nombre primario de Dios (Cf. É. Gilson. (1969) L’ esprit de la philosophie médiévale. Paris: Libraire Philosophique J. Vrin, p. 50), indicando con esto que el ser es la esencia misma de Dios. Tomás de Aquino (1225-1274) dirá que Dios es ‘El que es’ (Ego sum qui sum), porque Él no tiene nada de otro, puesto que es su mismo Ser. Este principio contiene una densidad metafísica que le convierte en piedra angular de toda la filosofía cristiana. Un ser que habló así se atribuyó el SER con absoluta autoridad. No hay potencia en Dios al atribuirse el Ser plenamente, pues es un acto absoluto del ser en su pura actualidad, siendo la razón suficiente de todas las criaturas. Él es perfecto con perfección no recibida, sino con perfección existida, en virtud de lo cual es el ser necesario para el mundo y, en sí, eterno.

Los exegetas señalan actualmente que Dios revela su nombre a Moisés durante la visión de la zarza ardiente. Se trata de un Dios personal, el de los Patriarcas, que desea intervenir para liberar a su pueblo oprimido en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida. Este nombre el pueblo judío no lo pronuncia nunca. Las cuatro consonantes de YHWH (o tetragrama) son reemplazadas en la lectura por Adonai, “Señor, Dueño”, y traducido al griego por Kyrios. En las Escrituras hebreas, Yhwh es el nombre divino más utilizado (6828 veces).

Aquel “Dios de los padres” (v. 13a) se manifiesta ahora como “seré” (‘me manifestaré como’), el que estaré (con vosotros)”. “El futuro mira justamente a la acción salvadora ya inminente: la liberación de la esclavitud egipcia.” El nombre de este Dios no es otro sino Yavé, un nombre ya conocido, pero con nuevo sentido. Este Dios no es “el que es”, sino el Dios protector y salvador que venía hacia el pueblo oprimido. Se trata del Dios que escucha ahora el clamor de los israelitas oprimidos. El gesto liberador de Dios implica una nueva alianza, lo cual supone el acontecimiento salvífico (la liberación del pueblo oprimido). “Yavé” es un nombre programático para los hombres que luchan por su liberación” (J. Severino C.).

Con el cristianismo Dios es Amor. El amor es casi lo contrario al poder. Y, por eso, la definición significa que Dios (el “ominpotente”) no tiene más poder que su amor. El Reino de Dios (reinado del Amor) da una dimensión comunitaria, universal y terrenal a la filiación divina de cada ser humano. Dios es nuestro Padre (Abbá) y, este Padre, sigue siendo Dios, pero, si no hay nuestro, no hay Padre…La fraternidad era posible para Jesús (“el Reino está cerca”). (J.L. González Faus) Si nos falla la fraternidad… cristianismo de café.

Entonces llegamos a una desinstaladora conclusión: la justicia no es un imperativo moral de la fe, sino su reverso: Quien conoce a Dios practica la justicia (Jr 22,16).

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Luis Diego Cascante Fallas, filósofo costarricense.
Enseña filosofía en lenguas latina y griega en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, de lo cual derivan sus investigaciones. Su énfasis es en filosofía medieval (San Agustín, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, entre otros)

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Queda abierto el espacio a comentarios.

El Sr. Cascante, habiendo aceptado la invitación a participar, se hará presente en algún momento; ha dispuesto, además, su dirección de correo para adicionales preguntas y comentarios: [email protected]

Tengan, por favor, en cuenta el cambio de horario, a la hora de la publicación de la presente entrada son las 6am en Costa Rica.

29.06.10

Pensar lo que se vive y decir lo que se piensa

El Cardenal Newman tuvo clara conciencia de la importancia y un muy firme compromiso con la formación de los laicos, así fue como expresó su deseo de “un laicado no arrogante, ni precipitado en sus palabras, sino hombres (y mujeres) que conozcan su religión, que entren en ella, que sepan dónde están, que sepan lo que sostienen y lo que no, que conozcan su credo tan bien que puedan dar razón de él, que sepan tanta historia que lo puedan defender. Quiero un laicado inteligente, bien instruido – deseo (…) ampliar su conocimiento, cultivar su razón, para lograr una visión de la relación de una verdad con otra verdad, para aprender a ver las cosas como son, para comprender cómo fe y razón están una junto a otra, cuáles son las bases y principios del catolicismo”.

Desde la fe y la razón, deseaba laicos que pensaran, que aprendieran a hacerlo; y sobre cómo aprender a pensar no podría haberlo expresarlo mejor Jaime Nubiola, filósofo y profesor de la Universidad de Navarra: Hemos de aprender a “pensar lo que se vive y decir lo que se piensa", o lo que es lo mismo ejercitar la Reflexión y la Expresión.

Ha sido mencionada en innumerables documentos eclesiales la misión de los laicos en el mundo, esto lo tenía claro el Cardenal, incluso lo dijo anticipándose al Magisterio: “No tengo el temor de que ustedes se hagan malos católicos a través del conocimiento [ ], pues está supuesto que ustedes tienen un vivo sentido de Dios y son conscientes que tienen un alma que deberá ser juzgada y salvada. En todos los tiempos los laicos han sido la medida del espíritu católico… Ustedes deben ser capaces de expresar aquello que sienten y piensan…”

También quizá por eso, el teólogo y sacerdote Peter Neuner ha escrito: “Los católicos deben crearse su juicio propio a través de una amplia formación, deben ser capacitados para una decisión de conciencia independiente y por medio de ello deben llegar a ser compañeros adultos del clero, también en asuntos eclesiásticos”.

Compañeros adultos del clero, eso –precisamente- pasar de la etapa de comer papillas a la de comer alimentos sólidos según indicó hace muchísimo tiempo el mismísimo san Pablo. Compañeros adultos del clero, que el mismo clero reconozca en su madurez y capacidad, también.

Y, claro, esto se vuelve una exigencia en nuestros días, cuando no solo el mundo ha incursionado en la Iglesia (de cuyas consecuencias –lamentablemente- ya todos hemos probado), si no cuando la Iglesia, nosotros, cada uno, para poder seguir dando la cara por el Evangelio siente en su intelecto y en su propia carne la exigencia que el mundo hace por Su luz.

Pues bien, como preparación a la beatificación del Cardenal Newman y en su honor, en honor a Cristo y a nuestra vocación y misión, deseo llamar nuestra atención sobre la urgencia de que los laicos seamos capaces de expresar aquello que sentimos y pensamos, pero para ello hemos primero de aprender a pensar lo que vivimos.

Y a hacerlo, además, en comunidad.

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[1] Jaime Nubiola, de la Conferencia impartida a docentes católicos en la Universidad de Piura, Perú.

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Agradezco a Joan Figuerola por haberme puesto en contacto con esta conferencia a través de su blog Opus Prima

28.06.10

Nadar. Nadar. Vivir.

Uno que es así, que confía en la Providencia Divina.

En el 2008 se me presentó este dolor que me llevó a terapia acuática. Cuando después de un tiempo pude moverme con facilidad, un día –estando dentro de la piscina-, recordé que sabía nadar: -"¡Ups, se nadar!. Recordaré cómo se hace? A ver, probemos.”

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27.06.10

25.06.10