Faros afianzados en el ser de Dios
“Discutamos qué sea más importante, el templo o la Fe, y está claro que es más importante la verdadera Fe. Por tanto, ¿quién ha perdido más, o quién posee más, el que retiene un lugar, o el que retiene la Fe? El lugar ciertamente es bueno cuando allí se predique la Fe Apostólica: es santo, si allí habita el Santo”.
San Atanasio, Carta pascual. Año 356
(Tomado de “Poco y católico")
Entre paganos y sin templo, la fe de Esdras y Nehemías recibió fuerza y maduró en el exilio.
Casos como el suyo llenan la Sagrada Escritura, los casos se repiten hoy delante nuestro y apenas nos damos cuenta de que la Iglesia de ninguna manera se ve reducida ni su luz opacada; al contrario: cada día, se descubren nuevos santos sacerdotes y seminaristas así como bautizados a los que Dios conduce hacia ellos, para que el rebaño no se pierda, para que se conserve la fe.
Que la fe es más que el edificio hecho de piedra, la fe está hecha de la piedra sólida de la Palabra de Dios, de su amor por sus criaturas. De su no poder dejar de ocuparse hasta del más pequeño y del miserable. De esa cosa rara que tiene Dios de no dejar que su plan se estropeé porque sería como dejarse morir. Así no hace Dios las cosas, sino que las hace completas, buenas, sanas, plenas.
Por eso es que hemos de andar con los ojos bien abiertos, porque no es en cualquier lugar que Dios va residir, no es de cualquier alma de la que se servirá para que recibamos instrucción.
No tiene sentido que Dios se sirva de un alma atribulada por el pecado para fortalecer nuestra fe. Sería lo contrario: de un alma dedicada a amar a Dios es de quien recibiríamos la instrucción conveniente y oportuna, de faltamos eso, la recibiremos de Dios directamente.
Cuando anduve cercana a presbíteros y seminaristas algunos me decían que no me preocupara para la condición del alma de los sacerdotes ya que “la gracia suple”, es decir, aquella alma no será un impedimento para que la gracia de los sacramentos, por ejemplo, cumpla su cometido. Y es cierto, lo tengo clarísimo con la experiencia cercana de muchos párrocos que han pasado por aquí. De todo tipo me ha dado Dios conocer a sus hijos consagrados. Y sé que la “gracia suple”.
Sin embargo, siempre me ha molestado que se abuse de esa manera de la acción de la Gracia. Como si fuera un instrumento a nuestro servicio en lugar de la propia vida de Dios que se dona.
Por eso, por eso… y muchas cosas más, ando, noche y día, con los ojos bien abiertos; para no perder oportunidad de recibir luz de faros afianzados en el ser de Dios, en su gracia. Faros que aceptaron su vocación y ponen todo su ser en amar y servir a Dios. Y se les nota en sus virtudes, en su oración, en su caridad; en esa luz que difunden, que no es propia, sino de Dios.
La fe, al madurar se fortalece y crece, así como crece la Iglesia y cada día es más fuerte. Es que todo lleva el impulso de la Gracia, la propia vida de Dios echando vitalidad y afianzando todo, para que podamos juntos, al final, regocijarnos en su presencia.
Que nuestro centro sea la fe, fe en Jesucristo, aunque no tuviéramos templo.
2 comentarios
Muchas gracias por el artículo, siempre moviéndote en el don de la gracia, que no es poco. Gracias.
Es notorio, para quien lo quiere notar, cuando un Sacerdote celebra "creyendo, él mismo, en lo que está haciendo".
Dime cómo celebra aquel, la Eucaristía,
y te diré qué tan santo es.
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