De las cosas de cada día (VII) Algo tan simple!
Cuando uno conoce que no es más importante que una mota de polvo en el universo pero se le ha dado suficiente luz en el entendimiento para reconocer el pecado propio y ajeno y dolerse y expiar por él; cuando uno ve que parece no tener efecto en algunas personas la profundidad de las llagas de nuestro señor Jesucristo; cuando uno ve que de todas formas continúan existiendo maestros de la ley corruptos cuyos superiores parece que no los aman lo suficiente como para corregirlos; cuando ni siquiera nuestros superiores saben hacerlo o lo hacen o aceptan que se les corrija de ninguna manera, ni siquiera por amor; cuando uno habla y habla para echar luz, de la poca -aunque muy veráz- que se le ha dado, y no consigue ver ningún resultado; cuando uno pasa orando y orando por las autoridades y sencillamente no parece que vayan a convertirse a Dios en toda su vida; cuando uno observa que todo esto y mucho más parece no tener remedio es cuando uno debe recordar la historia del Universo pero también y sobre todo, la Historia de sSalvación, uno debe recordar quién tuvo el primer pensamiento sobre la creación, quién le dio forma y la sustenta; uno debe recordar a los primeros padres, a los profetas, a los patriarcas, a María santísima y a San José, a los apóstoles y a sus sucesores; debe uno recordar a los santos de antes y a los de ahora; debe también volverse hacia la bondad, verdad y belleza de los pequeños actos de quienes, alrededor y pese a sus defectos y recaídas en el pecado, aman a Dios sobre todas las cosas.
Uno debe recordar que literalmente, es nada; que si Dios estuviese ubicado en algún lugar del universo, desde su perspectiva, prácticamente, no existiríamos dentro de la vastedad del universo, dada la pequeñez del planeta y lo ínfimo de nuestros cuerpos con alma. Ciertamente, no somos “mayores que una mota de polvo” y “nuestra vida no es más que un soplo qué pasa”.
Para recordar y reflexionar sobre todo esto ayuda mucho hacer la Liturgia de las Horas pero, sobre todo, vivir en gracia para rezarla desde un corazón que le pertenezca por completo a Nuestro Señor Jesucristo, tanto habrá de pertenecerle que parezca el suyo propio; para –de ese modo- orar en él y con él; para alabar, glorificar, adorar, gemir e implorar misericordia desde la perspectiva del último de la fila y quien a la vez, “es el primero en todo".
La Liturgia de las Horas contiene lo necesario para llevar todo nuestro ser a Dios para recibir de su gracia lo que nos permita comprender un poquito mejor el sentido de la Historia de Salvación y con ello, nuestra propia historia; de lo que no es raro, recibamos Paz.
Ahora, justo cuando tanto lo necesitamos para valorar con serenidad la Fe, la Esperanza y la Caridad que se nos han dado.
Fe, Esperanza y Caridad es lo que necesitamos para llegar a la vida eterna junto a Dios.
Sobre tres simples dones se sostiene el sentido de la existencia humana.
Bendito sea Dios! Algo tan simple!
Me hace pensar en que, el pensamiento del cual fuimos creados, debe haber sido igual de simple.
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