¿Para cuándo, Señor, veremos a tu ejército formado en batalla?
Si no fuéramos seres espirituales no habría monjes y ascetas en otras religiones, no habría sacerdotes ni obispos ni tantos líderes cristianos o en otras religiones y creencias; por lo que, como somos seres espirituales, andamos sedientos de trascendencia. Sedientos de respuestas para haber nacido y para morir, saber quiénes somos y para qué estamos aquí.
Sin fidelidad a nuestra naturaleza humana espiritual, sin deseo de búsqueda de aquello que la satisfaga y sin compromiso con lo que va siendo hallado, estaríamos reduciendo nuestra humanidad al nivel de las bestias.
Porque bestias somos en cuanto actuamos movidos, no por razones sino por sentimientos o emociones que son, al fin y al cabo, el equivalente al instinto en los animales.
Les decía el otro día que, a manera de experimento, me atreví a llamar idiotas a muchos que se dieron por aludidos. No debí haberlo hecho.
No debí hacerlo porque, si bien la evidencia le dice a mi razón que son idiotas que han perdido capacidad para razonar, por ser yo una criatura cuyo entendimiento es iluminado por el Espíritu de Dios, no debí haber pasado del pensamiento al acto; es decir, pensar que son irracionales no es pecado sino haber actuado al respecto llamándoles idiotas.
Después que lo hice pase unos días convulsos no solo en relación a lo que mi conciencia me decía sino porque tanto en lo físico como a mi alrededor lo estaba siendo.
No conseguía entender cuál había sido mi error. Para dejármelo muy claro y no volver a hacerlo me lo presenté de la siguiente manera: “Dios Padre debe tener clarísimo que soy idiota pero no actúa de acuerdo a lo que piensa. Muy al contrario".
Cuando lo entendí, fue una noche en la que estaba con un fuerte dolor físico que no me dejaba descansar por lo que dolor físico y moral se fundieron solo para arrojarme arrepentida en los brazos del Padre.
Se los narro porque esta misma experiencia me llevó a entender las razones por las que, por ejemplo, un presbítero u obispo no se atreven a decir lo que debe ser dicho.
Obviamente, no propongo que llamen idiota a ninguno pero si que, sabiendo que son idiotas, actúen corrigiendo a la sociedad tal como lo hicieron grandes papas el siglo pasado.
“La Iglesia no hace política, pero cuando la política toca su altar, la Iglesia defiende su altar” Pío XI
Es que me digo, si yo –que no tengo ni la décima parte de la formación de un obispo- me atrevo, incluso a equivocarme, con tal de guardar fidelidad a lo que del Reino de Dios me ha sido dado, cómo es que no lo hace o lo hace apenitas uno que, supuestamente, tiene mucho mayor responsabilidad que yo?
Cielos! Uno ve que año tras año triunfan los socialistas en tantos países como lo hacen, roban, mienten, manipulan, desordenan, expulsan la ley natural y a Dios de todo lo que tocan y los obispos, con excepciones, siguen hablando como poco o nada estuviese pasando.
Con tanto temor, con tanta reserva y cálculo, al que supongo llamarán prudencia (pero que no es más que corrección política) que llegan a exasperar a gente simple como yo que termina pecando por llamar idiotas a unos por la mera impotencia.
Yo me digo, cuándo es que los católicos les hemos sido agradables a los políticos sino cuando nos hemos vuelto políticos antes que católicos?
Nunca le hemos sido agradables al mundo desde antes de morir Cristo en la cruz. Entonces? Es que, realmente, están convencidos que es posible “dialogar” con el mundo, que es posible ayudar al Señor a salvar almas sin decir lo que debe ser dicho sin faltar al modelo de Cristo?
En fin, he aquí –no a una persona desesperada- sino exasperada que, probablemente, volverá a pecar hasta que entienda cómo deben ser dichas las cosas y, sin duda, las habré de decir aunque más adelante, como a Mons. Páez, me llamen a Roma.
Somos seres espirituales a quienes se les ha revelado mucha mayor información sobre las exigencias del Reinado de Cristo que a cualquier religión o creencia por lo que es obsceno que la reduzcamos a lo que nos sirva solo para pasarla bien en este mundo el que, de cualquier manera, siempre nos ha rechazado ya que, de primero, rechazaron a Cristo y siempre lo harán.
¿Para cuándo, Señor, veremos a tu ejército formado en batalla?
Por cierto, con “ejército” me refiero a una Iglesia actuando concorde con al legado de Nuestro Señor Jesucristo. .
5 comentarios
Nunca verás al ejército de Dios formado en batalla.
En primer lugar porque Dios no tiene ejército. No lo necesita, ni lo quiere.
En segundo lugar porque si tu miras a tu casa y no ves allí al ejército de Dios, nunca lo verás.
Porque todos nosotros somos ese ejército de Dios. Sin nosotros Dios no puede hacer nada en el mundo (ya hizo bastante al crearlo)
Dios te ha dado tus talentos y tu capacidad de amar y esas son las únicas armas de ese ejército.
Pero son armas muy poderosas.
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Hugo,
Gracias por tu comentario.
Solo preguntarte: No te parece que tu visión de la Iglesia es individualista?
La única forma de combatir a favor de Dios es amar al prójimo que significa próximo.
No hay otra.
Por eso uno como individuo no sirve gran cosa puesto que la única forma de realizar el plan de Dios es relacional.
Uno no puede amarse a si miso. mejor dicho sí puede pero ese es el gran pecado del egoísmo. Eso no es amor.
Sin el próximo no hay amor y sin Amor, Dios no puede hacer nada por nosotros.
Por eso Dios creo al hombre, porque el mismo Dios no puede ser individual y necesita tener un objeto de su amor.
Nosotros sin Dios no somos nada. Dios sin nosotros es un absurdo (y además se aburre) ;)
Y al decir que "Dios no tiene ejército", estás despreciando un título que la misma Sagrada Escritura le da como Señor; Señor de los Ejércitos.
Que el pacifismo -anticristiano- no nos seque más el seso, por favor....
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