Como en el día de mi Primera Comunión
Lo que ayer no les conté fue que estaba de fiesta porque en la noche me consagraría a Nuestro Señor por Santa María.
Recordando ahora cómo me sentí ayer vino a mi memoria el día de mi primera comunión en el que anduve todo el día, no caminando, sino dando saltitos de alegría.
De igual forma me sentí.
Como les dije, ha sido de octubre a la fecha que Madre María me ha venido entrenando en sus asuntos. Anoche, por ejemplo, tras la misa (de la que más adelante hablaré) me di cuenta que las señoras que conmigo se consagraron llevan años de camino en la devoción mariana; tanto así que tienen como especie de códigos de conducta con los que no estoy familiarizada.
Por ejemplo, tras concluir el rosario ante el Santísimo expuesto, pensé que nos retiraríamos pero no, me hicieron saber que no podíamos dejar solo a Nuestro Señor sino que había que esperar a que regresara el padre a reservarlo.
Así que, con ellas me quedé adorando hasta que el padre decidió regresar.
Para mi hubiese sido natural retirarme tras haber concluido a lo que habíamos llegado; tal parece que si lo hubiese hecho habría sido un error.
Otro asunto gracioso es que, mientras rezábamos el rosario (esto me sucedió porque nunca haberlo rezado en comunidad), no entendía el orden en que se le encargaba a cada una un misterio por lo que, cuando llegó mi turno, hubo un silencio durante el cual todas me miraron y así fue como entendí que debía empezar. No fue solo eso sino que, en ese misterio, rezamos como veinte Avemarías debido a que yo no sabía que debía dar la señal para que ellas rezaran el Gloria.
Ya sé que resulta chistoso pero, es que ¿no les estoy diciendo que para mi todo es novedad?
Así las cosas y sin saber muy bien què hago, fiada de Santa María seguiré andando con la tan profunda certeza de Ella tenerme en su corazón que nada ni nadie podrá convencerme de lo contrario; por otra parte, Ella me ha dado el suyo, por lo que resulta lògico pensar que algún día amaré mucho mejor que ahora ya que, en principio, estoy totalmente dispuesta a colaborar.
Esa es la esperanza.
Pues bien, la misa estuvo bellísima. El padre celebró la Inmaculada Concepción con misa solemne. Era, además, el 30 aniversario de su ordenación.
Invitó al joven organista para que cantara misa de Angelis. Hubo incienso y monaguillos, tal como me gusta y como la Iglesia indica que debe ser; lo que es de sentido común, me refiero, tratándose de lo más santo.
No fue una misa breve, dicho sea de paso, lo que me encantó.
Al final estuvimos tres horas entre lo que fue la misa, el acto de consagración a María, el rosario y un ratito de adoración.
Adivinen cómo dormí! Como un ángel!
No fue casualidad que, al regresar a casa, muerta de hambre, me sentara a comer la cena de celebración que para mí misma me había preparado solo para darme cuenta que debía tirar la piecita de pollo ya que, por un descuido, lo había arruinado. Así que mi cena fue de lo más frugal: un simple plato de arroz con frijoles recién preparados, eso sí. Delicioso! Y muy acorde con esta nueva vida que estoy llevando.
Así me fui a la cama la mar de contenta.
Aunque, tras suficientes horas de sueño, aun en estado de vigilia me asusté un poquito ya que, todavía bastante dormida caí en la cuenta de que estaba mirando en el cielo, formada por nubes, la figura de Santa María. Sobresaltada por estar viendo aquello salté de la cama para de inmediato sonreír por haberme hecho gracia haber reaccionado de esa manera; sin embargo, de seguido, tuve otro pequeño sobresalto cuando, al abrir la ventana, me llegó un fuerte olor a azufre. “Vaya! Què esto?”, me dije, para sencillamente pensar que, cosa bastante rara es que -justo en este día- haya hecho de nuevo erupción el Volcán Turrialba.
Mientras escribo es todavía de noche. No se vislumbra todavía el sol. Espero el día ilusionada.
3 comentarios
Ja, ja, ja. Suele pasar, incluso cuando uno ha rezado muchas veces en comunidad o más bien en familia.
Por lo demás, muy lindo relato.
Saludos.
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