Conversaciones con mi párroco (I) "Sin el lujo de un Lutero"
Así es como conversaría con un sacerdote que fuera mi párroco.
Esta será una nueva serie de entradas al blog con la que espero exponer aquello que a fieles de mi tipo nos interesaría conversar con un sacerdote.
Está dirigida a los sacerdotes y fieles de mi país.
Lunes 01. 02.2016
Me encuentro, padre, con que ayer en misa antes de la comunión en una parroquia vecina, el celebrante dio la instrucción a los fieles que no pueden recibir la comunión sacramental que se acercaran como los demás en procesión pero con los brazos en cruz sobre el pecho para darles la comunión espiritual y la bendición.
Por dicha enfatizó el hecho de que no comulgaran si no podían hacerlo sacramentalmente porque ahí sí que me hubiera tenido que levantar en medio de la asamblea y pegar unos cuantos gritos de loca. Ni lo dude que lo hubiese hecho.
En fin, como comulgué de las primeras al final pude observar que se acercaron muchas personas, particularmente parejas, a recibir la dicha comunión espiritual con bendición.
Me quedé estupefacta ya que todos sabemos que quien no puede comulgar es porque está pecado mortal. O, no es así?
Quiénes podrían ser esas parejas que tan contentas se acercaron sino divorciados vueltos a casar? No es que, acaso, la doctrina católica no ha cambiado respecto a los divorciados y la comunión?
Lo sé, no ha cambiado. Lo sé porque seguí de cerca el Sínodo, conozco las conclusiones y, además, también la doctrina ya que, al alcance de cualquiera, está en el catecismo y en la Palabra de Dios.
Ahora, me pregunto, qué interpretaría yo de la invitación del sacerdote de ser una esas personas o, como es en la mayoría de los casos, un católico que carece de la formación necesaria?
Interpretaría que la doctrina de la Iglesia ha cambiado por lo que –probablemente- dentro de poco, los divorciados vueltos a casar, podrán recibir la comunión perfectamente, sin recurrir al sacramento de la confesión, es decir, sin reconocimiento del pecado, arrepentimiento o voluntad para cambiar su estado de vida; es decir, interpretaría que el pecado del adulterio pasó de moda por completo.
No es cierto, querido padre, que es la conclusión a la que cualquiera con suficiente desconocimiento llegaría?
Ahora bien, el padre Marko Tarvorati, en un comunicado de diócesis de Helsinki ha dicho recientemente que “en algunos países, principalmente en el norte de Europa, la costumbre es recibir una bendición del sacerdote durante la Misa en el momento de la Comunión. Este signo se hace generalmente colocando la mano derecha sobre el hombro izquierdo. Esta práctica no es muy conocida en otros lugares”. Uno de esos lugares es nuestro país.
El otro hecho importante que podría haberse mencionado es que la “comunión espiritual" es desear poder comulgar, lo que no es y no puede ser igual que comulgar sacramentalmente en gracia, cosa que la mayoría también desconoce.
Ahora bien, el sacerdote haría los ajustes que exige el gesto al que invita durante la comunón si yo, una simple mujer católica, le trajera a colación estas enseñanzas?
Pues no, probablemente, nada cambiará.
Lo único que cambiaría sería que mi conciencia pasaría a estar tranquila por haber realizado un juicio veraz y haberlo mencionado.
Y, por qué nada cambiaría? No cambiaría porque cada día son menos los católicos de mi tipo, es decir, cada día hay menos católicos que, por conocerlas, se adhieren con fidelidad a las enseñanzas de Cristo en su Iglesia; cosa que me preocupa porque quiere decir que cada vez habrá menos parroquias donde podré asistir a misa tranquila sin que a algún consagrado salga con alguna ocurrencia.
Padre, con sinceridad se lo digo, hemos de empezar a reconocer que hacemos muchas cosas de manera muy extraña o, de lo contrario y dentro de poco, nos veremos como los anglicanos o luteranos y sin siquiera, haber gozado del lujo de tener a nuestro propio Lutero.
7 comentarios
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Horacio:
Lo que espero se entienda es que los sacerdotes podrían tener las respuestas correctas y ofrecerlas sin contemplaciones.
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Horacio:
A ver, entendámonos: aquí nadie acusa el fuero interno de quienes se acercan a comulgar ni está invitando a hacerlo.
Lo que se está haciendo es llamando la atención sobre información que ese sacerdote pudo haber dado y que no dio.
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Horacio:
O sea, que usted juzga que "es una necesidad grande" su regreso a la Iglesia, tan grande que no importa si se comete un sacrilegio?
Además, por favor, yo no estoy discutiendo la comunión al luterano sino lo que hacen o no hacen, dicen o no dicen los sacerdotes.
En otros tiempos, cuando la asistencia a Misa era socialmente obligatoria, se podría suponer que hubiera mucha gente que llegara sólo porque era domingo y se ponía en la fila porque todos lo estaban haciendo. Pero ahora, el sólo hecho de "perder" una hora del fin de semana en un ritual anticuado y aburrido hace creer con justa razón que el que lo hace es porque sabe lo que está haciendo. O como mínimo, tiene buenas intenciones.
Seguramente habrá el chico que llega para ver si se encuentra con la niña de sus ojos, pero será uno de cada cien, si mucho. Los otros 99, como mínimo, están yendo porque andan buscando algo que no encuentran en el PlayStation.
Con esa base, suponer que la gente comulga indignamente con intención, conocimiento de causa y sin arrepentimiento, empieza a ser bastante arriesgado. Sí, estoy seguro que de los 99 no habrán diez que se sepan de memoria el artículo del Catecismo que regula las disposiciones para recibir la comunión, pero pongo la mano al fuego a que saben lo que es pecado y no necesitan que Maricruz se los recuerde a gritos en plena Misa.
El católico que va a Misa con regularidad hoy en día -que según las estadísticas no es ni uno de cada diez- sin duda no es el mismo que iba a Misa hace 100 años y no se enteraba de lo que estaba pasando. Sí me gustaría que se hicieran algunas advertencias en las bodas y funerales, cuando llegan todos aquellos que no han pisado un templo en su vida y efectivamente, se ponen en la fila porque sí (me gustaría más que hubiera un confesor "obligatorio" en la entrada, pero ya es mucho pedir). Pero en la Misa parroquial de cada domingo, en la que el cura ya se sabe de memoria dónde se sienta cada quién, asumir que existe tanta ignorancia es ignorancia.
A mi me parece haber leído alguna vez una respuesta de la Congregación para el Culto Divino sobre ese particular. No sé, pero lo lógico es que el sacerdote se hubiera abstenido de introducir semejante innovación.
La comunión espiritual la puede hacer cualquiera sin moverse del puesto, es más, se puede hacer en cualquier lugar y a cualquier hora del día.
No acabo de entender exactamente qué es lo que se pretende con esas extravagancias que además prolongan innecesariamente la duración de la Misa, lo cual se convierte en un elemento más para justificar el uso de los ministros extraordinarios. Se va a llegar al punto de que el sacerdote anuncie algo así como que los que van a comulgar se pongan en la fila donde están los ministros extraordinarios, y a los que van a acogerse a la innovación esa de que los van a bendecir, entonces se pongan en la fila frente al sacerdote. Es decir, el ministro ordinario de la Comunión rehusa a ejercer dicho ministerio para atender una innovación caprichosa.
Sos la voz y la pluma de los que no tenemos ni una, ni otra.
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