El silencio reverente de la Madre
Regresaba a casa de la tienda por la tarde bajo un clima fresco y un paisaje hermoso platicando con el Señor y le decía que si debía pasar por las que estoy pasando con el único propósito de que aprenda amar, pues, que se hiciera en mí su voluntad.
Últimamente he pensado mucho en María ya que algunos aspectos de mi vida presente se asemejan a la suya.
Me digo que de no ser por la gracia para la Madre habría sido la suya una vida de sufrimiento y quizá lo fue pero, como de ella lo que más conocemos es su silencio, es del mismo de donde hemos que obtener la enseñanza.
María guardaba silencio. Conservaba todo en su corazón para meditarlo así que la primera enseñanza es la necesidad de silencio que facilita la reflexión a la luz de la gracia.
Aquello que me dije camino a casa acerca de “aprender a amar” a través del dolor y el sufrimiento es tan real como que a través de la risa obtenemos placer.
Con “aprender a amar” me refiero al amor que fluye a través nuestro desde su fuente original cuando las fuerzas nos han abandonado o porque, simplemente y por mera gracia, nos hemos rendido ante la voluntad de Dios.
Tal parece que es a través del dolor y el sufrimiento que conocemos el Misterio de Redención ya que, desde la perspectiva de Cristo con la cruz a cuestas es que somos capacitados por la gracia para mirar nuestra vida y la ajena con la perspectiva del Redentor. Con la perspectiva de su corazón amante.
Nada de este mundo me convencerá jamás de que de algo o de alguien obtendré la experiencia del verdadero amor. El verdadero amor se aprende únicamente al aceptar –por gracia- el dolor y el sufrimiento.
Un día de estos, de nuevo, caminaba hacia la tienda y me encontré a Luis quien hace cosa de meses perdió a su hijo único varón de veinte años por causa del cáncer. Me contaba que en fase terminal su hijo, quien nunca se quejaba y más bien era fuente de consuelo, rechazaba la morfina ya que aseguraba no sentir dolor; lo que me hace pensar que fue extraordinariamente regalado con la gracia.
No creo que exista más claro ejemplo de la existencia de Dios que un ser humano, contrariando a la ciencia médica, no solo tenga paz ante la muerte cercana sino que no experimente dolor físico ni sufrimiento moral. El caso del hijo de Luis viene a ser como aquél de los tres jóvenes en el horno cantando alabanzas al Creador y glorificándole. Ni más ni menos.
Muchas veces miramos con escepticismo la Escritura ya que las narraciones nos parecen más cercanas a la ficción que a la realidad; sin embargo, la Palabra de Dios está muy lejos de ser ficción.
Ante lo que resulta comprensible el silencio reverente del corazón amante de la Madre.
7 comentarios
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Es cosa divina el silencio. Es belleza el silencio.
Así lo percibo y por eso lo necesito, lo amo y lo procuro en todo ámbito de mi vida.
"Tal parece que es a través del dolor y el sufrimiento que conocemos el Misterio de Redención ya que, desde la perspectiva de Cristo con la cruz a cuestas es que somos capacitados por la gracia para mirar nuestra vida y la ajena con la perspectiva del Redentor. Con la perspectiva de su corazón amante."
Es profundo lo que dices y bello como lo dices.
Gracias.
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Lo que digo, Alonso, es que se supone que pasamos por esta vida para aprender a amar. Cómo llegaremos a la fuente del Amor sin haberlo aprendido? Cómo, siquiera, pensar que lo podríamos conseguir por nuestras propias fuerzas o inventándonos el camino o decidiendo por nuestra cuenta lo que nos hace más santos? Pues no, el Señor sabe cuáles son los elementos necesarios y dejó claramente manifestado en su Hijo que el camino es la cruz.
Es que hemos de darnos cuenta de nuestra incapacidad para aprender a amar a hechura de Cristo. Es el Señor quien nos capacita, como bien apunta en el post.
Pensar que podemos conseguirlo por nosotros mismos, o que podemos llegar inventándonos los caminos o siendo nosotros los protagonistas del perfeccionamiento de nuestra vida interior, es un disparate nominalista/voluntarista que se ha enseñado durante demasiado tiempo.
Reforma o apostasía. Es el camino.
Es bellísimo. Es hermoso. Es hondo. Es el Misterio expresado con palabras balbucientes.
Gracias amiga mía.
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Ay, padre Javier, que hasta ahora leo su comentario. Mire, a usted debo mucho de lo que he aprendido a aceptar el dolor y sufrimiento para unirlo al de Redentor, así que sépalo. :)
Le agradezco el apoyo que también en silencio me brinda del que no crea no me ha dado cuenta.
Dios me lo bendiga.
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También a ti, Inés. Dios te guarde.
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