Votar con optimismo en Costa Rica | Joaquín Trigueros
He de ser sincera, las elecciones en Costa Rica son el próximo domingo 2 de febrero y todavía al lunes 27 de enero, debido a la gran confusión que fue creciendo en mí, no tenía la menor idea de cuáles criterios, fuera de los provida, privilegiar para realizar mi elección.
Nunca, en los últimos cincuenta años había sido tan difícil elegir un presidente, no solo debido a que el bipartidismo se resquebrajó dando como resultado el que tenemos trece candidatos a la presidencia sino porque ha sido sumamente difícil conocer la forma de pensar de cada uno sobre tantos temas que nos interesan a los católicos pero también, el que con uno de ellos, por su ideología de izquierda y el gran apoyo que ha recibido, se presenta como un grave peligro para la tradición cristiana y democrática de nuestro país.
Me he dado cuenta, además, que la prensa internacional e incluso algunos medios de comunicación católicos han expuesto un panorama desolador para el futuro de mi país lo que no contribuye en nada en el proceso de urgentísimo discernimiento al que nos obligan las circunstancias.
El caso es que para muchos católicos, al día de hoy, todavía existe gran incertidumbre; sin embargo, para mí fue decisivo el haber leído ayer el artículo publicado por Joaquín Trigueros en su blog ya que me ayudó a ver la realidad con mirada cristiana, es decir, con optimismo y esperanza.
He querido traer de Joaquín dicho artículo para que quienes me siguen a través de InfoCatólica lo conozcan y que, ojalá, tenga en aquellos que sean compatriotas el mismo efecto que tuvo en mí.
Votar con optimismo en Costa Rica
Vale la pena privilegiar el optimismo.
Desde que Voltaire llamó cándidos a los que no ven el mundo tan irreparablemente negativo como él, se volvió más fácil pretender ser intelectual denunciando y no proponiendo. La política y la comunicación se transformaron en quehaceres tristes.
¿Por qué será que parecemos más eruditos cuando somos pesimistas? ¿Será que para que se nos tome en serio hay que arrojar toda la oscuridad y basura posible sobre el pasado…y sobre el mañana…y sobre todos?
No nos dejemos deslumbrar por el atractivo intelectual del pesimismo.
A eso se le suma el miedo como uno de los factores más crueles que enferman la sociedad.
En días pasados -casi a las puertas de las elecciones del próximo domingo 2- me llamaron de una empresa encuestadora y me preguntaron, entre otras cosas, si alguno de los candidatos presidenciales costarricenses me daba miedo y contesté que no. “¿No?” me contestaron poniendo en duda mi afirmación y me preguntaron uno por uno si alguno de ellos me daba miedo y volví a contestar que “No”, que ninguno.
Y es que junto al pesimismo, el miedo también se extiende, contagia y paraliza. Algunos hacen pensar que quién no tiene miedo es ingenuo y quien es optimista es tonto.
Y el pesimismo y el miedo lo encontramos a todas horas en la radio, la televisión, en artículos de prensa, blogs, redes sociales; en conversaciones con los amigos… Es fácil hablar de una cuestión que nos envuelve y nos hace expertos creadores de opinión diciendo no lo que hay que hacer sino lo que no hay que hacer y a quién no hay que dejar hacer….no lo que nos soluciona los problemas y nos brinda una sensación del deber cumplido sino lo que nos entristece y nos hace desconfiar y señalar culpables.
Y es que se suele llegar muy rápido a conclusiones contra los demás, quizá sin pensarnos bien las cosas o viendo sólo lo malo que hacen los otros o quizá sólo pensando en nuestro bien particular y no en el bien común. Ese rápido concluir nos lleva al pesimismo y nos puede llevar a rehusar trabajar con otros, bloquear las cosas, rechazar sistemáticamente las ideas de otros porque no son nuestras. ¿No será mejor confiar un poco en lugar de cerrar las puertas de antemano?
Te acordarás de la fábula de Esopo: “Un anciano cortó en cierta ocasión leña, cargó con ella y emprendió un largo trecho. El camino le agotaba. Arrojó la carga y llamó a la muerte. Ésta apareció al instante y preguntó por qué le había llamado. El anciano contestó: Para que me coloques de nuevo la carga encima”. El anciano había perdido la fuerza y la esperanza, por lo que debió parecerle que era el momento de poner punto final a aquel esfuerzo. Al caer en la cuenta de que había sacado demasiadas conclusiones y demasiado rápido de su cansancio, retiró su precipitada desesperación y se puso de nuevo en camino.
Reconsideremos nuestra visión tan negativa de los candidatos -del que no es el nuestro- que emerge de conversaciones personales, de muchos medios de comunicación y peor aún de las redes sociales. Nos estamos agriando la fiesta. ¿Tan mal estamos que, recordando a Diógenes, no damos con alguien -distinto de nuestro partido u orientación ideológica que estaríamos dispuestos a aceptar- que cumpla con los requisitos mínimos para gobernar el país por 4 años? Algo bueno tendrá el que gane aunque no sea nuestro candidato.
Cuando un padre de familia desconfía de su hijo o hija adolescente quizá es porque no ha sabido criarlo….o porque lo crió también con desconfianza. Si en estas elecciones da la impresión que desconfiamos tanto de los otros costarricenses quizá es porque no hemos hecho lo que teníamos que hacer para construir sino para dividir.
¿Voto útil? No; ¿Voto de miedo? No. Voto en conciencia. Votemos optimistas y quede quién quede, hagamos las cosas mejor a partir de ahora, por lo menos en lo personal.
Este artículo se ha elaborado basándose en varios párrafos de un artículo publicado en El País, España (suplemento Babelia) del pasado 13/07/2013 y de un comentario publicado en la Revista Nuestro Tiempo, número 681, octubre-diciembre 2013, página 17. Ninguno de las dos fuentes escribía sobre las elecciones en Costa Rica sino sobre el optimismo en general.
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