Confidencias
No tengo muy claro por qué las personas terminan fiándose de mí para sus confidencias.
Desde niña he inspirado confianza pero a veces, a decir verdad, sus confidencias, preferiría que no me las dijeran ya que así es como me he enterado desde infidelidades matrimoniales hasta, de parte de algún sacerdote, sus más graves pecados.
Sin embargo, así es también como me entero de cosas bellísimas, como por ejemplo, del cambio favorable de una persona homosexual hacia Dios, la religión y los cristianos pero también me entero de actos valientes como el de una católica universitaria quien, junto con la policía internacional, desenmascaró en internet a una banda que traficaba con pornografía.
Que depositen en uno su confianza dice de estas personas no solo sobre su soledad sino de su necesidad para ser escuchadas pero también de ser acompañadas pero sobre todo de ser socorridas.
Que se fíen de uno es, en alguna medida, un grito de auxilio semejante al con el que clamaríamos a Dios de tener mayor confianza en su Divina Providencia.
El caso es que, muchas veces, cuando nosotros mismos no bastamos para salir de nuestros problemas, temores, inseguridades, antes buscamos el auxilio de los hombres que el de Dios.
¡Ups! ¡Se nos olvida Dios!
Es consecuencia del problema de la acedía que ataca tan duro en nuestros días en los que muchos nos dejamos, literalmente, llevar por la corriente ya que ni para dejarnos llevar por el autobús tenemos.
Son tiempos muy duros, tanto que no creo que en más de cincuenta años de vida que tengo, haya visto tiempos tan fértiles para la pereza, la tristeza y la desesperanza.
Qué significa eso para uno que cree en Cristo?
Significa que la realidad le está urgiendo a dar el paso de creer en Cristo a yacer en Él; lo que, a mi entender, tiene mucho que ver con la ascesis de la memoria de la que habla el padre Iraburu en su artículo ya que las consecuencias son del tipo que cita San Juan de la Cruz:
«El espíritu de Dios les hace saber lo que han de saber e ignorar lo que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar y olvidar lo que es de olvidar, y las hace amar lo que han de amar y no amar lo que no es en Dios»
Yacer en el Señor, desde mi experiencia, implica olvidar que se está preocupado, olvidar que se está esperando, olvidar el propio pecado, olvidar las tentaciones, olvidar las ofensas, etc. “para poder amar y no amar lo que no es de Dios”.
Es que es simple, cuando por gracia la memoria se purifica, lo único que recuerda es lo que tiene que ver con Dios y con su amor.
Podría alguno quejarse de ser infeliz sobre la tierra viviendo así?
Claro, ¡bastaría con eso para ser santificado en la esperanza!
Hablando de la purificación de la memoria, una de las más recientes, asombrosas y bellas confidencias que me han hecho tiene que ver con una multitud de pajaritos multicolores que, como queriendo entrar, revolotearon alocadamente delante de un profesional en salud que estaba atendiendo la confidencia de un hombre que buscó su ayuda.
Aquél profesional muy conmovido me llamó por teléfono para, en confidencia, compartir aquél hecho asombroso ya que consideró que sabría comprender, sobre todo, considerando que su paciente era un sacerdote quien, durante aquél revoloteo tras de sí y, ante las terribles dudas que lo acosaron durante mucho tiempo, le confirmaba al profesional su amor a Dios y a su vocación.
Una vez hubo una paloma que, mientras el cielo se abría, se posó sobre una cabeza y, en otra ocasión lenguas de fuego; esta vez, fueron pajaritos que festejaron el que, en la memoria purificada del sacerdote la Divina Providencia, colocaba lo necesario para “para poder amar y no amar lo que no es de Dios”.
En este nuestro tiempo tan alocado, despiadado y cruel la realidad nos urge a dar el paso determinante en la lucha contra la desesperanza, esto es: yacer en Dios.
Clamemos y trabajemos para que lleguemos a confiar tanto como para agradecer los pajaritos que en un día revolotearon tras el cristal de la ventana durante aquella confidencia sin que nadie pudiera explicar por qué.
Nota: Tengo autorización de cada uno que me ha hecho confidencias para mencionarlas como testimonio de esta forma.
5 comentarios
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Gracias por el apoyo, Alf_3
Ya hace una semana me contaron algo tan horrible y de un sacerdote al que aprecio mucho, desde ese día no sé cómo sentirme al respecto, no es algo en lo que pueda ayudar ni me interesa inmiscuirme, pero sé que necesito hacer algo, le he dado muchas vueltas al asunto y todavía no sé qué hacer, no sé si deba hacer algo, lo más probable es que me limite a pedirle a Dios que me ayude a comprender todo esto y que él lo solucione.
Lo más extraño es que oraba por esto ya desde hace más o menos año y medio aún sin saberlo a ciencia cierta y ahora que me lo cuentan completo tengo que orar con mayor intensidad.
Pero Dios es sabio y no me hizo conocer estas sombras hasta que no entendí completamente que soy católico por Cristo y no por nadie más. Enseñar a los jóvenes que las personas pueden ir y venir, equivocarse, pecar y escandalizarnos, pero no es sino a Cristo a quién estamos siguiendo y por quién vivimos. Eso es lo que quiero hacer, que Dios nos ilumine.
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Rolando,
No me queda claro si estamos hablando de lo mismo.
Una confidencia es algo que te cuenta la persona sobre si misma.
Tienes claro esto?
Se pues, mensajera no sólo de Dios para los hombres, sino, de los hombres para Dios.
Alégrese de la confianza de los hombres en Dios que se encauza através de usted. Significa que algo hace muy bien.
Y si le es de pesar, entienda que Dios se vale de los hombres para hablar y escuchar a sus hijos.
Con razón es el título de un programa de Radio María España: «Sacerdote de Dios, Servidor Del Hombre»
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Ignacio Jonatan:
Será? Pues, Dios quiera tenga usted razón. Me alegraría mucho estar sirviendo al Señor de esta manera.
PD. Corregí su pequeño error de teclado.
Buen día,
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