(254) Información y formación personal –4. Consumo cristiano del mundo de la información
–Al final del artículo anterior anunció que en éste hablaría de las redes sociales.
–Todo lo que hoy escribo recuerda los principios cristianos que deben regular nuestro uso de las redes sociales, publicaciones, internet, televisión y, en general, nuestro consumo del mundo informativo. De su aplicación concreta trataré en el próximo artículo. Dios mediante.
La dietética espiritual, es decir, la alimentación de la mente y del corazón por las lecturas y otros medios de comunicación debe ser considerada con una atención máxima en la ascesis cristiana, y de modo muy especial en nuestro tiempo. Nunca el hombre había tenido acceso a una tal inmensidad de noticias, textos e imágenes del mundo visible, que están solicitándole en todo lugar –casa, oficina, taller, campo, viajes– y por tantos medios diversos –teléfono, radio y televisión, periódico y revista, internet, vídeos, ordenadores grandes y chicos, y en tantos terminales informáticos hoy en uso–. El asunto es muy grave y complejo, y en este artículo trataré de recordar algunos principios espirituales más importantes que deben gobernar el consumo cristiano del mundo de la información.
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–La estudiosidad es una virtud que regula en el hombre, de modo racional y libre, su deseo de crecer en el conocimiento (cf. Santo Tomás, STh II-II,166). Al ser imagen de Dios, hay en el hombre una tendencia congénita hacia la sabiduría, hacia el conocimiento siempre mayor de la verdad en los muy diversos campos del saber. Esta virtud perfecciona grandemente al hombre, pues al mismo tiempo que ilumina su entendimiento, conforta también su voluntad: «la verdad os hará libres» (n 8,32). El que no sabe es como el ciego, que camina a tientas, siempre en riesgo de perderse o de golpearse con las cosas o de caerse. El que no sabe lo que debiera saber vive sujeto al mundo –a los pensamientos y caminos de los hombres–, a las inclinaciones variables de su carne –no piensa con la cabeza, sino con el corazón… o con el hígado–, y en alguna medida está cautivo del demonio, padre de la mentira. Es el conocimiento de la verdad lo que nos hace hombres y hombres libres.
Muchos son los que destrozan sus vidas por falta de conocimiento. «Perece mi pueblo por falta de conocimiento» (Os 4,6). «No saben lo que hacen» (Lc 23,34). Y no sólo se mantienen ignorantes en los saberes naturales, sino lo que es más grave, ignoran a Dios, ignoran sus pensamientos y caminos, y se interesan únicamente por las cosas más triviales del mundo visible. Descuidando habitualmente el conocimiento de las verdades espirituales más altas, se imbecilizan y se pierden. Terminan dando culto a la criatura, en lugar de al Creador, que es bendito por los siglos (Rm 1,18-26).
La virtud de la estudiosidad puede verse frenada por la pereza, que no se esfuerza con perseverancia en adquirir los conocimientos debidos según las posibilidades personales; puede desviarse por la vanidad y el orgullo, orientándose hacia conocimientos prestigiosos, pero muchas veces inútiles o incluso malos; y puede ceder viciosamente a la insaciable curiosidad, por la cual los hombres quedan llenos de conocimientos inútiles e ignorantes de los más necesarios: «alardeando de sabios, se hicieron necios» (Rm 1,22). Ésta es, quizá, una de las tentaciones más peligrosas de nuestro tiempo:
–La vana curiosidad es el vicio que orienta al hombre hacia el conocimiento de cosas inútiles o perjudiciales, manteniendo habitualmente su atención cautiva en ellas (STh II-II,167). Es sin duda una de las principales causas de la ignorancia humana. Al contrario de la estudiosidad, la curiosidad desordenada hace que el hombre se deje llevar por el mundo (propaganda, publicidad, amigos, asuntos actuales, temas de moda, un libro, un viaje, televisión, internet, periódicos, etc. lo que sea), por la carne (lo que le apetece, lo que le prestigia y le da dominio sobre los otros, lo que le resulta más gratificante, lo que no le exige pensar, reflexionar, meditar, llenar lagunas en el conocimiento) y por el diablo, que sólo tienta directamente al hombre cuando éste se ha liberado ya, con la gracia, de carne y mundo, y no puede ya tentarlo por medio de ellos.
Siempre ha existido la vana curiosidad, sin duda, y San Juan apóstol la denuncia como una forma de avidez insaciable de criaturas: «no améis al mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo –la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero–, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo» (1Jn 2,15-16). San Agustín comenta que «la concupiscencia de los ojos hace a los hombres curiosos» (De vera religione 38). Y los hace también ignorantes, soberbios y lascivos (Mt 5,28).
Así ha sido siempre. Pero las condiciones nuevas desarrolladas en el mundo moderno ocasionan que la curiosidad desordenada sea hoy una de las más graves tentaciones del hombre y del cristiano: uno de los caminos de perdición más frecuentados.
Cuando el apóstol San Pablo visita Atenas para predicar el Evangelio, halla en la capital intelectual de la época una tropa de curiosos insaciables: «todos los atenienses y los forasteros allí domiciliados no se ocupan en otra cosa que en decir y oír novedades» (Hch 17,21). Por el ágora de Atenas pasan innumerables filósofos, artistas, sofistas, religiosos exóticos, exponiendo cada uno sus teorías, experiencias y doctrinas. Pero los atenienses, gravemente afectados de relativismo escéptico, es decir, enfermos mentales, son ya incapaces de reconocer la verdad objetiva y de adherirse a ella firmemente. Por eso escuchan cortesmente a San Pablo, pero cuando llega él a proclamarles la Palabra divina sobre la resurrección de los muertos gracias a Cristo, «unos se echaron a reír, otros dijeron: “te oiremos sobre esto en otra ocasión”. Y así salió Pablo de en medio de ellos» (17, 33-34). Hartos los atenienses de vanos conocimientos humanos, se cerraron al conocimiento de Dios y de la sabiduría divina del Evangelio.
Santo Tomás, en el artículo citado, trae de los Santos Padres severas denuncias contra la curiosidad malsana. Así San Jerónimo se lamenta de ver que los mismos cristianos, ignorando la más alta sabiduría de la fe, se pierden en el conocimiento de cosas inútiles: incluso «vemos que los sacerdotes, después de haber abandonado los Evangelios y los Profetas, leen comedias y cantan frases amatarias de versos bucólicos» (Epist. 146 ad Damas: de filio prodigo). San Agustín se lamenta de que «hay quienes, dejando a un lado las virtudes y no sabiendo qué es Dios y cuánta es la majestad de la naturaleza que subsiste siempre del mismo modo, creen que hacen algo grande si estudian con la mayor curiosidad y la más viva atención toda esa mole del cuerpo que llamamos mundo» (De moribus Eccl. 21).
La verdad nos hará libres. Ya San Pablo era muy consciente de que los cristianos ignorantes de la sabiduría divina, la que deben tener como hijos de Dios, quedan a merced de las mentiras del mundo que les envuelve: «estad, pues, alerta, ceñida la cintura con la verdad… Tomad el yelmo de la salvación y empuñad la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Embrazad en todo momento el escudo de la fe, de modo que podáis hacer inútiles las flechas incendiarias del Maligno. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos» (Ef 6,13-18). «Mirad que nadie os engañe con filosofías y vanos sofismas, según la tradición de los hombres, y no según Cristo» (Col 2,8). Y «no seáis como niños, que fluctúan y se dejan llevar de todo viento de doctrina, por el engaño de los hombres» (Ef 4,14). El conocimiento de la verdad nos hace fuertes y libres. Y la vana curiosidad nos mantiene débiles y cautivos.
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–La ascética del entendimiento y de la memoria es de sumo valor espiritual. La configuración del cristiano según Cristo, por obra del Espíritu Santo, es realizada por la fe, que purifica y eleva el entendimiento, por la caridad quehace lo mismo con la voluntad, y por la esperanza que santifica la memoria. Se suele hablar de la ascesis de la voluntad, pero muy poco de la ascética que regula la actividad del entendimiento y de la memoria. Pocos autores cristianos han tratado de este tema con tanta luz como San Juan de la Cruz en la Subida al Monte Carmelo (libros IIº y IIIº). Especialmente trata de la ascesis de la memoria en un modo difícilmente superable. De su doctrina hicimos Rivera y yo un resumen en Síntesis de Espiritualidad Católica (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2008, 7ª ed.). De ese libro transcribo lo que sigue:
«La memoria del hombre carnal es un completo desorden, apenas tiene dominio de sí misma, no está libre, no sabe recordar u olvidar, según conviene, está a merced de todo visitante, deseado u odiado, como una casa abandonada, de la que se arrancaron puertas y ventanas, en la que cualquiera puede entrar; como un jardín sin jardinero, lleno de malezas.
«La memoria desordenada y carnal deja al hombre cerrado a Dios, inquieto y turbado por cientos de cosas secundarias, y olvidado de lo único necesario (Lc 10,41); queda el hombre incapaz de oración y de meditación, olvidado de Dios y del cielo. Lo deja cerrado al prójimo, encerrado en sí mismo y en sus cosas, incapaz de pensar en los otros y acogerlos con tiempo y atención. Lo deja alienado del presente, perdido en recuerdos inútiles de un pasado ya pasado, o perdido igualmente en vanas anticipaciones de un futuro inexistente e incierto. Lo deja vulnerable al influjo del Diablo, que “tiene gran mano en el alma por este medio, porque puede añadir formas, noticias y discursos, y por medio de ellos afectar al alma con soberbia, avaricia, ira, envidia, etc., y poner odio injusto, amor vano, y engañar de muchas maneras; y además de esto, suele él dejar las cosas y asentarlas en la fantasía de manera que las que son falsas parezcan verdaderas, y las verdaderas falsas” (3Subida 4,1). En fin, la memoria carnal, abandonada a sí misma, hace del hombre un excéntrico, pues desplaza su atención de lo central, quedando habitualmente absorto en las cosas más triviales y secundarias. Todo esto hace que el hombre esté “sujeto a muchas maneras de daños por medio de las noticias y discursos, así como falsedades, imperfecciones, apetitos, juicios, perdimiento de tiempo y otras muchas cosas, que crían en el alma muchas impurezas” (3,2)» (pgs. 225-226).
–Algunas normas para purificar y liberar la memoria por la esperanza. Sigo especialmente la enseñanza de San Juan de la Cruz, que entiende por memoria no sólo la facultad intelectual que recuerda, sino aquello que más ocupa la atención de la persona.
1.–Pedir a Dios la liberación de la memoria. Ésa es la norma más importante y eficaz. «Aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu Palabra» (Sal 118,37).
2.–Ejercitarse en la oración continua, evitando la disipación de la mente. La persona centrada siempre en Dios no se pierde en la selva del mundo, sino que por todas partes camina rectamente hacia su fin, que es Dios, dirigido por la fe, la esperanza y la caridad, es decir, por el Espíritu divino. La oración de todas las horas, la guarda de la presencia de Dios, la oración continua, de la que hablé en el anterior artículo, mantienen el alma centrada en Dios.
Santa Teresa, como todos los maestros cristianos, enseña a evitar la disipación, que desparrama sin control los sentidos y la atención de la mente: «gran daño nos hace andar derramados… ¿Puede ser mayor mal que no nos hallemos en nuestra misma casa?» (1Moradas 9). El recogimiento de los sentidos y de la mente es igualmente necesario para laicos y religiosos, aunque habrán de vivirlo en modalidades distintas. Por el recogimiento se guarda la persona por el amor siempre atenta a la presencia de Dios en su alma. Sigue Santa Teresa: «dice San Agustín que le buscaba [a Dios] en muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí [Confesiones 10,27]. ¿Pensáis que importa poco para un alma derramada [disipada] entender esta verdad y ver que no ha menestar para hablar con el Padre Eterno ir al cielo?»… «Ha de ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped [no olvidarse, no echar de menos]; sino con grande humildad hablarle como a padre, regalarse con Él como con padre, entendiendo que no es digna de serlo» (Camino 46,2). Eso es «el recogimiento, porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con su Dios» (47,1).
3.–Limitar la avidez de noticias e imágenes. Esta sobriedad en la alimentación del alma, como he dicho, habrá de ser vivida muy especialmente en nuestro tiempo, pues nunca el mundo ha tentando al hombre tan continuamente hacia el diversión y la disipación. Hemos de auto-limitar las fuentes de nuestras noticias e informaciones, según nuestra vocación y nuestras necesidades reales, no aceptando y consintiendo una sobrealimentación del alma que la agobia, la distrae, la cansa y le impide levantar el vuelo con las dos alas de la caridad: el amor a Dios y el amor al prójimo. «Si tu ojo te escandaliza, sácatelo» (Mt 5,29). Limitar la avidez de noticias, textos, acciones, imágenes.
4.–Ejercitarse en la pobreza evangélica a la hora de aprehender nuevos objetos de conocimiento y de introducirlos por los ojos y oídos en la mente y el corazón: 1.–tener en la mente lo que realmente quiere Dios providente que tengamos, según nuestras necesidades y obligaciones: no más, ni menos, ni otras cosas; 2.–tener como si no tuviéramos eso que poseemos (televisión, ordenador, internet, móvil, y todo lo demás, campo, oficina, coche, etc. Cf. 1Cor 7,29-31); es decir, tenerlo todo con perfecta libertad, sin que nunca nos veamos poseídos por lo que poseemos, pues ello nos llevaría necesariamente a faltar al amor de Dios y del prójimo. Y en la duda, 3.–no tener o tener menos: «yo os querría libres de cuidados» (ib. 32). Santa Teresa: «mirad siempre con lo más pobre que pudiéredes pasar, así de vestidos como de manjares» (Meditacion Cantares 2,11). En la duda, lo más pobre en todo: vestidos, manjares, viajes, aparatos electrónicos, lo que sea. Los mundanos tienden siempre a tener más; los cristianos, a tener menos; lo estrictamente necesario.
El cristiano vive la pobreza evangélica de noticias e imágenes según su vocación y estado. No es absolutamente necesario, ni ciertamente conveniente, que la memoria, con la rapacidad de una urraca, reúna en su nido toda clase de noticias y conocimientos de cuanto sucede en su casa, en su oficina o taller, en su pueblo, en el mundo entero. Por el contrario, la memoria del hombre carnal es insaciable: no se cansa de ajuntar noticias e imágenes mediante diarios y revistas, televisión, radio, internet, correos electrónicos, facebook, teléfono, mensajes cortos (sms), smart-phone, skype, hangaut, twitter, google+, etc. No se cansa: mejor dicho, se cansa, y cuanto más acumula, más vacía se encuentra. La oración continua, a la que estamos llamados, es imposible sin esa purificación de la memoria. Y es ella, la oración continua, la que libera y santifica la memoria, porque «cuanto más el alma desaposesionare la memoria de formas y cosas memorables que no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía la tendrá para esperar de él el lleno de su memoria» (3Subida 15,1).
4.–No consentir en preocupaciones, en vanos pensamientos, en deseos persistentes (los logismoi, que decían los monjes primeros). No con-sentir, es decir, que la voluntad y la memoria no estén autorizadas a mantenerse cautivas de esos pensamientos e imágenes. Son para la persona realmente cadenas; pero se consideran muchas veces como pulseras o collares preciosos. Por el contrario, son malos pensamientos, como los de lujuria o los de odio, que, con el auxilio de la gracia, han de ser combatidos y expulsados del alma mediante la oración de petición y el empeño de la voluntad.
Objetará alguno: «es que no me lo puedo quitar de la cabeza». Pero ya en esa misma frase se está expresando que la memoria de la persona está cautiva de algo, y no goza de «la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Rm 8,21), en la que debe mantenerse. Ciertamente, debemos ocuparnos de las cosas, pero no pre-ocuparnos, si queremos ser fieles al Señor, que claramente nos manda: «no os preocupéis» (ver completa la parábola de los lirios y los pájaros, Mt 6,25-34).
–La ascesis de la memoria sólo causa provechos, y ningún daño.Ya San Juan de la Cruz prevé esta objeción: «Dirá alguno que bueno parece esto; pero que de aquí se sigue la destrucción del uso natural y curso de las potencias [de la memoria, concretamente], y que quede el hombre como bestia, olvidado, y aún peor, sin discurrir ni acordarse de las necesidades y operaciones naturales; y que Dios no destruye la naturaleza, antes la perfecciona» (2Subida 2,7).
Por el contrario, la memoria de los cristianos es santificada por la esperanza, y «el espíritu de Dios les hace saber lo que han de saber, y ignorar lo que conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar y olvidar lo que es de olvidar, y las hace amar lo que han de amar y no amar lo que no es en Dios. Y así todos los primeros movimientos de las potencias de las tales almas son divinos; y no hay que maravillar que los movimientos y operaciones de estas potencias sean divinos, puestán transformadas en ser divino» (ib. 2,9). Simplemente, operari sequitur esse. El modo de obrar de las cosas fluye de su propio ser.
Bien sabe el Doctor místico que, en efecto, la gracia sobrenatural no destruye la memoria –ni ninguna otra de las facultades naturales del hombre–, sino que la sana de su caos morboso y la eleva a su centro propio, que es Dios, y en él la mantiene. Por tanto, la ascesis de la memoria no deja al hombre desmemoriado, alelado, pasmado y olvidado de todo, sino que por la esperanza se ordena y se libera de andar zarandeado continuamente por las llamadas cambiantes de lo efímero: cautivo de lo trivial y olvidado de Dios.
–«Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor». Así decimos los cristianos al iniciar la plegaria eucarística. Y lo decimos porque eso intentamos y eso es lo que pedimos al Señor, esperando que nos lo conceda, pues realmente nos ha llamado Él a esa elevación del corazón sobre todo el mundo visible, centrándolo en Dios por la atención de la mente y el amor del corazón. Yno es ésta, meramente, una enseñanza peculiar de ciertos autores o escuelas espirituales, como San Juan de la Cruz. En esa doctrina Dios revela la vocación y misión de todos los cristianos, no sólo de los monjes y contemplativos.
«Si fuisteis resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos juntamente con él» (Col 3,1-4). Por eso nosotros «no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno» (2Cor 4,17). «Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo» (Flp 3,18-20).
Sin embargo, muchos cristianos, incluso fervorosos y practicantes, ignoran en la práctica esta vocación que es suya y propia, tantas veces enseñada por la Escritura sagrada y los maestros espirituales. Por todos los medios y las vías a su alcance, con gran daño rellenan, colman, ahítan, repletan, hartan sus almas en un consumo insaciable de criaturas, noticias, imágenes, quedándose así cada vez más vacíos de Dios, es decir, más vacíos.
Es el lamento de San Juan de la Cruz: «¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos, y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y gloria [noticias, relaciones, televisión, internet, aparatos, informes, reportajes, entrevistas, imágenes, etc.], os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!» (Cántico espiritual 39,7).
Santa Teresa de Jesús, en el libro de Las Moradas del Castillo interior, da esa misma doctrina. El alma es como un maravilloso castillo de cristal, edificado en círculos concéntricos –como solían ser los antiguos castillos–, y en la morada más central es donde mora Dios. La plena unión con Dios se produce, pues, cuando, bajo la acción de la gracia, la persona entra en sí misma, es decir, entra a vivir con Dios en la cámara central… Pero la mayoría de los cristianos viven, por decirlo así, fuera de sí mismos, derramados los sentidos y pensamientos en las cosas del mundo temporal y visible.
«No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad… Basta decir Su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima» (1Morada 1,1). Sin embargo, «hay muchas almas que están en la ronda del castillo [es decir, fuera de él] –que es donde están los que le guardan– y que no se les da nada entrar dentro, ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar, ni quién está dentro, ni aun qué piezas tiene» (1,5). «Decíame poco ha un gran letrado que son las almas que no tienen oración como un cuerpo con parálisis o tullido, que aunque tiene pies y manos, no los puede mandar. Que así son, que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí; porque ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas y bestias que están en el cerco del castillo, que ya casi está hecha como ellas, y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación nada menos que con Dios, no hay remedio» (1,6). Sin embargo, si alguna vida espiritual tienen, «aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos y alguna vez –aunque de tarde en tarde– se encomiendan a nuestro Señor y consideran quiénes son, aunque no muy despacio» (1,8).
Por otra parte, «habéis de notar que en estas moradas primeras aún no llega casi nada la luz que sale del palacio [interior] donde está el Rey… Clara está la pieza, mas él [el cristiano incipiente, todavía mundano] no lo goza por el impedimento y cosas de estas fieras y bestias que le hacen cerrar los ojos para no ver sino a ellas… [Por eso] Conviene mucho para haber de entrar en las segundas moradas, que procure dar de mano a las cosas y negocios no necesarios, cada uno conforme a su estado; que es cosa que le importa tanto para llegar a la morada principal» (1,14).
Nuestro Señor «es muy buen vecino, y es tanta su misericordia y bondad que aun estándonos nosotros en nuestros pasatiempos y negocios y contentos y baraterías del mundo, y aun cayendo y levantando en pecados (porque estas bestias son tan ponzoñosas y peligrosa su compañía y bulliciosas, que por maravilla dejarán de tropezar en ellas para caer); con todo esto, tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar para que nos acerquemos a Él. Y es esta voz tan dulce que se deshace la pobre alma en no hacer luego lo que le manda» (2,2). En fin, «la puerta para entrar en este castillo es la oración. Pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros, conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios, y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino» (2,11).
Pobres aquellos cristianos, creados por Dios para grandezas como las que estas páginas de Santa Teresa describen, que obcecados en los pasatiempos y baraterías del mundo, quedan miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos.
José María Iraburu, sacerdote
Post post.–Nótese que en todo el planteamiento de este artículo he considerado que el cristiano se cierra a Dios cuando abre demasiado sus sentidos y su mente a una invasión de criaturas. Pero me he referido sólo al exceso en la atención y posesión de criaturas buenas. «Marta, Marta, tú te inquietas por muchas cosas» (Lc 10,41), todas ellas buenas. Pues bien, a fortiori el hombre se verá privado de una mayor unión con Dios cuando las cosas que ocupan demasiado sus sentidos y su mente son malas, por ejemplo, la pornografía… Que por cierto, sobreabunda actualmente en los medios de comunicación, especialmente en la televisión y en internet. Pero de esto trataré en el próximo artículo.
Índice de Reforma o apostasía
20 comentarios
Todo esto es de sentido común, pero nunca lo había leído/oído antes, probablemente porque soy uno de esos católicos practicantes que "con gran daño rellenan, colman, ahítan, repletan, hartan sus almas en un consumo insaciable de criaturas, noticias, imágenes".
He llenado mi vida cotidiana de una mezcla de cosas inútiles, perjudiciales y secundarias y no he dejado espacio para lo importante.
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JMI.-Pues a girar 180º, con la gracia de Dios.
Eso es lo que quiere hacer en ud. el ESanto.
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JMI.-En lo de la "pata negra", conformes.
En lo otro en cambio no. En algunas revistas científicas el artículo va precedido de un resumen de unas 15 o 20 líneas, a veces en otra lengua, complementaria a la del artículo. Pero esto es cuando son textos de 15, 30 páginas o más. En un artículo como los míos basta como resumen que se recorran los comienzos de párrafo puestos en negrita, como pequeños subtítulos, y ya se ve el desarrollo del artículo. Y el lector considera si le interesa o no leerlo.
Por otra parte, soy bastante conciso en mis escritos, no me enrollo. Si me enrollara en desarrollos complementarios, pero una miaja superfluos, podría podar. Pero escribiendo en forma concisa, como suele ser la mía, no conviene podar.
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Sera la cultura del mundo(logico) y del cristiano mundanizado(preocupante),que quiere ir a ver el partido de turno,la pelicula de estreno,la cervecita con los amigotes etc etc,y claro,no tenemos tiempo para dedicarle 15 minutos a Cristo,que por boca de sus ministros nos da el alimento sano que aprovecha a nuestra alma y que no tiene precio.
Se dice que ;"lo bueno,si breve dos veces bueno" ,sin embargo ,solo Dios es realmente bueno,y es eterno,y nunca se cansa uno de que le hable,por eso le busca continuamente.
Es precisamente el empacho de mundo,lo que a muchos hace pasar de largo por estos manjares con los que el P.Iraburu,por la gracia que Dios le ha dado,nos deleita.¿Porque?, porque al estar llenos de carnalidad-mundanidad,lo espiritual nos hace vomitar ,no lo soportamos,no nos entra.
El Espiritu Santo solo lo contiene un corazon sensibilizado a Dios,circuncidado a las pasiones carnales.
La Paz de Cristo.
Padre
Excelente post, muy enriquecedor, muy provechoso.
Aquí hay un lector, que se queja de sus artículos son larguísimos, y que pocos leen todo....esto por la vida agitada del mundo hoy en día.
Sin embargo, qué tal para todos aquellos quejosos que se toman el tiempo en ver un partido de fútbol de 2 horas; o qué tal para todos aquellos quejosos que se toman alrededor de 4 ó 5 horas en una reunión con amigos.
Qué tanto tiempo se pudiese perder por leer un artículo largo de usted, que en vez de pérdida es ganancia desde luego leer sus artículos tan beneficiosos de crítica constructiva para las vidas del cristiano(católico).
Que Dios lo bendiga, Padre.
Precisamente en estos últimos dias ha sido tema de conversación en mi familia.. ya que hoy en día no se puede hablar tranquilamente con alguien ,sin que el dichoso aparatito dé la lata (móvil), hoy parece que los 5 sentidos se hayan convertido en 6.
Las nuevas tecnologías....están para facilitarnos la vida....no para complicarnosla .
Lo que sí utilizo mucho es la Tablet que me han regalado...pues allí tengo la liturgia de las horas, infocatolica para leer sus articulos, el Evangelio del día , y en mis ratos de descanso hago oración , tambien la utilizo para escuchar música clásica en mis quehaceres domésticos y me avisa a las 12 h para rezar el Angelus que rezo y escucho con su múica e imagénes de la Virgen María.
Saludos
Gracias.
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JMI.-Dios le guarde y le bendiga +
Pero está claro, que no siempre se puede complacer a todos, los santos, como bien sabe no lo hicieron. Hasta los Papas y los Santos Padres nos enseñan, que es a Cristo a quien todos debemos complacer.
De "Pata negra", ¡nada de nada!, no hay que hacer caso, pues cada cual lo hace según el Espíritu Santo, Y no se puede decir al Espíritu Santo, "déjame hacerlo más corto", no, hay que guiarse según la Voluntad de Dios, y no del hombre viejo.
Esto de podar, sería como frenar al Espíritu Santo, no debemos hacerlo de ninguna manera.
Cuando leo estos temas tan interesante, poniendo interés, "qué corto se me ha hecho la lectura", y enseguida espero la continuación.
Una misa de media hora, puede para algunos de corazón mal dispuesto, puede ser muy larga. Y a mí, se me hace corta una misa de una hora por ejemplo. Pues busco al Señor.
Del mismo modo, que en estos temas, los que usted escribe con claridad y exactitud buscamos ante todo al Señor.
Aquí se nos enseña la grandeza que debemos seguir, y la verdad, es que disfruto, porque veo en ello, el amor de Dios, las verdades que enseñan los Santos Padres en distintas épocas, para las personas. También hoy es necesario que se hable las cosas así.
Cuando leo, el Año Cristiano BAC, aunque no termine las lecturas en un día, continúo más adelante, porque conviene meditar, y no leer a la carrera y sin saber que se ha leído.
Son temas espirituales, que ya puedo, gracias a Dios, imprimirlo, y guardarlo en la estantería, poco a poco, porque es mucho alimento espiritual, la que sacerdotes como usted nos ofrece, para alcanzar la santidad. Muchísimas gracias.
El estar dispuesto para los eventos mundanos, es cerrarse por completo al Señor. Y por eso, incomoda leer tanta lectura sana. Lo que pienso también, que las protestas es una continuación por el desinterés de la lectura de los Santos Evangelios. Quien no lea el Evangelio, tampoco le gustará lo que leemos aguí. Nuestro hombre viejo siempre está molesto por el recuerdo de Cristo, pero nosotros buscamos la imagen nueva del Hombre nuevo que es Cristo.
De aquí en nuestros días, leyendo estas enseñanzas alcanzamos una buena dirección espiritual.
Siempre le estoy agradecido en Cristo Jesús, y puede contar con las oraciones de muchas almas bien dispuestas al Señor. La mejor forma de agradecer a un sacerdote de Cristo, es orar mucho por él, pues le necesitamos. En estos sacerdotes del agrado de Dios tenemos a Cristo muy cercano.
Feliz Domingo Día del Señor.
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JMI.-Gracias por su gratitud.
Demos gracias a Dios, fuente de toda verdad y todo bien.
Nota: lo de "pata negra" es elogio: se dice de unos jamones de la mejor calidad.
Nos encontramos rodeados pero no abatidos, en medio de un río caudaloso subidos en un palo vertical que se llama P.Iraburu, si nos caemos del palo nos lleva la corriente de agua (mundo bueno).Pero lo peor es que es un río lleno de veneno perfumado y si te caes del palo ya te manchas,te arrastra,envenena y mata (mundo malo, contra los mandamientos).
Hay miles o millones de almas a las que no llega esta Doctrina, solo les llega lo que otros dicen de la Iglesia (maledicencia, desprecio, manipulación, etc). Pero un poco de levadura puede fermentar la masa.
Si pudiera citar a grandes santos fundadores españoles del siglo XX: Santa Angela de la Cruz, Santa Cándida Maria de Jesús, Santa Genoveva Torres Morales, San Josemaria Escriba de Balaguer, San Pedro Poveda, San Jose Maria Rubio, Santa Maravillas de Jesús, para que los conozcamos y nos unamos a ellos en el siglo XXI.
Pido Bendición.
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JMI.-Gracias por su gratitud.
Rece por mí. Bendición +
¡qué bien nos acompaña usted en el camino a Dios! Que con su ayuda y , sobretodo, la Suya, quiera Dios que vivamos por Él, con Él y en Él.
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JMI.-Amén.
La vida es muuuuuuuy corta: hay que aprovecharla para amar a Dios, luego se acaba ese tiempo tan bonito para dar gusto a Nuestro Señor.
No me imagino a la Virgen ni a San José pensando en cosas vanas, escuchando cotilleos...Pues a esa Familia pertenecemos, sigamos su ejemplo.
Padre: a mí los artículos me parecen de una longitud adecuada.
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JMI-¿----?
Desde que decidí dejar de "informarme?" con Facebook, la televisión y el diario, les puedo asegurar que SOY MAS FELIZ.
Mi nuevo método para estar informado, es contarle a dos o tres personas intimas que veo seguido, que ya no leo todo esto y me avisen si hay alguna novedad realmente importante que deba saber.
Así ya no me abrumo más con cuanta gente murio hoy, a cuantos asaltaron, cuanto suben lo precios, que rutas estan congestionadas, que equipo de futbol gano y cual perdio, si llueve o sale el sol, y chuzmerios tipo "viste lo que dijo tal.." y "el le respondio...", o "comentaste la foto que subio X a facebook?"...
Espero les sea util mi nuevo metodo de informarme,
Saludos y gracias,
Víctor
Sigo sus consejos, padre Iraburu porque nunca fallan.
Gracias,
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JMI.-Avanti con Dio!
Al hablar de internet suelo decir que me da más miedo lo malo que lo bueno. Porque es fácil descubrir lo malo, normalmente. Mientras que un exceso de cosas buenas es más difícil de detectar como perjudicial.
El "punto clave" es el orden/desorden: ¿qué tengo que hacer ahora? ¿trabajar, rezar, navegar, mensajear, visitar un enfermo, aconsejar a un ignorante...? Pero el desorden es tentador: "es que estoy dando un curso de catequesis on-line a un poblado de Guinea". Muy bueno, salvo que a esas horas deberías estar atendiendo a tu familia, o a tu trabajo.
Ese "peligro de lo bueno" se puede aplicar igualmente a la comida: para mi salud son menos peligrosos los venenos (ausentes en la dieta habitual) que esos platos riquísimos... que tenemos que tomar con moderación, pues nos disparan el azucar, el colesterol, o el peso. Y cuanto más ricos, más cuidado hemos de tener con ellos, aunque estemos sanos y sea Navidad.
¡Feliz año a todos/as!
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JMI.-"Al hablar de internet suelo decir que me da más miedo lo malo que lo bueno".
Tengo serias sospechas de que quiere Ud. decir lo contrario.
Muy de acuerdo con el comentario.
A mí me pasa al revés.Evito comer con cierta gente "viste la serie tal y cual?".Ciertos bares, con la tele encendida, con programas aberrantes.Por la noche la tele ni tocarla, te pueden fastidiar el sueño, con sus puñaladas bajas.Simplemente, no se dirigen a mí, esa es la sensación que tengo...se dirigen para machacarme y recordarme, que soy un anormal.Pero en fin; hay que ser fuerte hasta que el circo se acabe.
Muy cierto: como se puede deducir del resto de mi post, me da más miedo lo bueno que lo malo.
Y ahí aparece otra "maldad" (menor) de interné: es un almacén de nuestros lapsus (y aciertos), horas de conexión, etc.: todo un riesgo para la propia privacidad, si uno no toma precauciones.
Por añadir algo, creo que la TV, tal como la conocemos está en vías de extinción. O al menos de perder gran parte de un influencia en la sociedad. En buena medida porque cada vez la ve menos gente, y los que la ven son mayores, pues los jóvenes prefieren buscar (en internet) las informaciones (o películas) que les interesan (no "las oficiales"), a las horas que les vienen bien (en vez de "a la hora del parte"), etc.
Así, conozco bastantes familias en las que la TV sólo se emplea algunos ratos a la semana, para ver todos juntos el contenido de un PC, o de una consola.
Este paso de la "recepción pasiva" a la "búsqueda activa" por lo menos evita que nos cuelen en nuestra casa contenidos perniciosos sin que nos demos cuenta.
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JMI.-Estimado Estéfano, su observación me viene muy bien para integrarla en el artículo próximo, que ya está en avanzado estado de gestación. Tengo incluso preparada una ilustración muy buena de un hogar en el que aparece una TV apagada y media docena de miembros de la familia smartfonizados y tabletizados.
Quién tiene esta inquietud acendrada, en tiempos de no sede vacante, la encaminará a ser como un burrero clerical –tomando el término del turf o de la hípica-, discurriendo o argumentando, en la “carrera” para obispos, arzobispo o cardenal, quién si o quien no, merecería o merecía, con prodigalidad de información y anécdotas, que ha amontonado con su buena dedicación de tiempo.
Lo que se agudiza en tiempos de elección de un nuevo papa, en que podemos volvernos burreros cardenalicios, queriendo saber tanto de vida y obra de los cardenales, para ensalzar a unos y denostar a otros, de cuáles son los merecidos candidatos, o cuáles los indignos.
Hecha la elección por el Colegio Cardenalicio, quedan católicos malheridos, algunos unos días, otros para todo el pontificado, si la elección no siguió el rumbo de sus fantasías o inquietudes.
No cae en este desorden – o no debe caer - el que tiene el oficio de informar o por su responsabilidad conocer para decidir o aconsejar.
Estaba yo esta noche en Facebook, leyendo una información que me ha parecido muy interesante y a la vez sobrecogedora, sobre lo ocurrido en el siglo XVI, con una monja que era tenida por santa y cuya fama de tal había salido de las fronteras de España, hasta hacerse conocida en las demás cortes europeas. Su nombre era Magdalena de la Cruz, y aunque unos años mayor que Santa Teresa de Jesús, vivieron las dos en el mismo siglo. De hecho se cuenta que el caso preocupó a Santa Teresa.
Magdalena de la Cruz, empezó con vivencias extrañas, desde muy pequeña, y después de ser tenida por santa, fue denunciada, exorcisada, juzgada y condenada por la Inquisición, y según el artículo que he leído, no fue condenada a muerte, por tener influencia con personajes muy importantes de la época.
Estando leyendo esta historia (que no conocía), me han llamado por teléfono, diciéndome que en la cadena sexta, estaban hablando sobre el exorcismo. He puesto la tal cadena (que por higiene mental no veo nunca), y estaban hablando sobre la escuela de exorcistas que hay en Roma, y sobre el Padre Amorth. Después se ha ido desviando la información, hacia como muchos casos que son de psiquiatría, (esquizofrenia y paranoia), son tomados como posesiones diabólicas, y a continuación, han empezado a decir como se producen en el cerebro este tipo de alteraciones y en qué partes del cerebro se establecen. Yo he visto o creído ver, que la intención era achacarle todo el mal, a simples trastornos orgánicos. En seguida he quitado la televisión. El Mal existe, como también las enfermedades, pero no admito que todo lo quieran encerrar en trastornos cerebrales, porque es como si dijeran que el Mal y el Bien, simplemente es cuestión del funcionamiento del cerebro. Luego la persona en sí, no tendría ninguna responsabilidad del mal o del bien que pueda haber en su conducta.
Si yo estoy equivocada y usted lo juzga conveniente, me corregirá.
Hoy por cierto he estado con mi grupo cultural, de caminares por el Carmen de los Mártires, dentro del recinto de la Alhambra, antiguo convento de carmelitas descalzos, y en dónde todavía se conserva un cedro grandísimo, al que le llaman de San Juan de la Cruz, pues se dice que bajo sus ramas, se sentaba el santo a escribir, y en dónde escribió algunas de sus mejores obras.
Un saludo afectuoso y que Dios lo bendiga.
Hay un evidente exceso de páginas, blogs, etc. de contenido católico (evidentemente, me refiero sólo a los que son ortodoxos, dejando a un lado los heréticos de toda laya). Se impone una selección de las mismas, ya que el día no tiene 50 horas. Y aun así, faltarían horas para poder consultar todo aquello que parece interesante, útil, etc.
Otro problema es que el exceso de información puede ser contraproducente: una persona puede estar muy bien informada de lo que ocurre en la Iglesia universal, en su diócesis, en su parroquia, en la Curia, en Añastro, y en el cuartel de la Guardia Suiza. Pero si es un simple católico de a pie, ¿de qué le sirve todo ese volumen de información? Salvo que sea periodista profesional, no le hallo sentido a estar al cabo de la calle de todo lo que sucede.
Además, toto el tiempo que se dedica a la información, se resta a la formación (que es necesaria a diferencia de la información, que en muchas ocasiones es prescindible), y sobre todo, a la vida interior. ¿Qué vida de oración y recogimiento puede haber en un alma disipada que se pasa mucho tiempo visitando páginas, dejando comentarios en blogs, etc.? Luego se quejarán de que tienen aridez en la oración...
Por otro lado, ¿cómo manejar, enjuiciar, valorar, la información excesiva si carece de formación? Si ignora la metafísica, y en general, la filosofía perenne aristotélico-tomista; si desconoce ese gran edificio intelectual, insuperable in saecula saeculorum, que es el tomismo; si no tiene ni idea del Magisterio pontificio, ni ha leído a los santos, a los doctores de la Iglesia, no sabrá usar o manejar ese volumen de información, andará perdido, creyendo que sabe mucho, cuando en realidad está a merced de lo último que se difunda, se rumoree, etc.
Es preferible e incomparablemente más provechoso, saber menos de la actualidad informativa, y tener una buena cabeza en filosofía perenne, en tomismo, Magisterio pontificio, etc.
Un hombre de nuestro tiempo recibe en un día más información que un hombre del s. XIX en décadas. Y ¿de qué le sirve, salvo para dañarse espiritualmente -por fomentar la curiosidad y la disipación-, perder el tiempo?
Quiero terminar haciendo, con permiso, una referencia personal: entre todos los jóvenes, yo debo de estar entre quienes menos internet consumen, ya que entro en la red cada tres o cuatro días. De hecho, hoy me he enterado que el Pater publicó este artículo el día 11.
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JMI.-De acuerdo en todo.
Pero el último párrafo me alarma un tanto.
Leer el día 18 un artículo mío publicado el día 11...
Qué horror. No sé dónde vamos a llegar.
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