¿Cómo saber si Dios se nos ha hecho aburrido?
Uno, sencillamente, no puede imaginar que para Juan o Andrés, Pedro o Santiago, para la misma María el Señor y la vida a su lado haya sido aburrida.
Bien, esa es la mejor referencia para saber si Dios se nos ha hecho aburrido.
Es nuestra relación con El de tal tipo que no más al despertar abrimos los ojos emocionados y contentos por lo que sospechamos nos reparará el día a su lado?
Nos entusiasma creer de tal forma en El y en su Presencia como para salir a los caminos a mostrar las maravillas que hace y ha hecho por nosotros?
Salimos dejándolo en casa o partimos a nuestras actividades caminando sobre sus huellas?
Las seguimos o en algún punto de la jornada decidimos dejarlo ir por su camino para tomar el nuestro?
Caminamos atentos a sus palabras o absortos en nuestros pensamientos?
A la primera contrariedad del día le miramos para saber cómo hemos de mirar nosotros o le ignoramos para sacar nuestro propio juicio ante la situación?
Regresamos a casa cansados, sudorosos pero contentos por haber pasado el día en su compañía o regresamos frustrados y tristes sin saber qué fue lo que pasó?
Cuando, tarde en la noche, caemos en la cuenta que el Señor ha estado a nuestro lado, conversamos con El sobre lo sucedido o, simplemente, ignoramos su Presencia?
Podrían imaginar por un instante qué hubiese sido de la Iglesia si quienes tuvieron un encuentro personal con el Señor se lo hubiesen tomado como muchos nos lo tomamos?
Gracias al Señor que vive y que todavía transita por la historia junto a muchos de sus discípulos.
5 comentarios
No tengo nada en contra de la disciplina, que es muy buena en las épocas de sequedad espiritual. Pero no es bueno reducir a Dios a una imagen, a persignarse al salir de casa o a dar gracias a la hora de la comida.
Prefiero con creces a aquélla persona que se sienta a la mesa a comer como un salvaje, pero que a cada momento del día se encomienda a Dios por el pan de cada día, que a la persona que deja a todo el mundo con el bocado al aire para "dar gracias" y nunca más se acuerda de Dios.
Justo en el Evangelio de hoy (Mt 33,13-22) el Señor llama a estas personas "hipócritas", que en lugar de salvar a otros los condenan más. Dios no es ritual -aunque está en el ritual-, Dios es cada molécula de aire que respiramos, cada hoja de un árbol que se mueve, cada sonrisa y cada llanto de niño. Para aburrirse de Él habría que aburrirse de respirar.
Se habla de espíritus ásperos y de espíritus suaves, de espíritus agrios y dulces, profundos y superficiales, fuertes y débiles, pesados y livianos, de espíritus magnánimos y pusilánimes. Se dice de alguien que posee un espíritu de acción o bien de contemplación, que es cerebral o sentimental, etcétera...
¡Y nadie se ha ocupado ni preocupado de realizar el sentido preciso de tan variadas calificaciones!
¡Cuando todas esas expresiones llevan implícitas el reconocer, no sólo su existencia, sino un tamaño a cada espíritu! (como el que poseen los cuerpos).
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Me identifico mucho con los que has dicho, Guillermo.
Gracias,
pero que no comprendemos, cuando nuestra Fe se convierte en algo accesorio y distante y no en una auténtica forma de vida.
Evidentemente cuanto mas rezamos y mas estudiamos las cualidades y los privilegios divinos tanto mas y mas interesante se nos hace cada nuevo descubrimiento...
Los que no conocen a Dios lo consideran aburrido precisamente haciendo alarde de su gran ignorancia.
Del mismo modo los que no rezan porque no tienen sus intereses en Dios tambien lo consideran aburrido...
REZANDO Y ESTUDIANDO ¡¡¡QUE INTERESANTISSSIMO!!!
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