Mi padre no vivió ni murió en vano
Salido papá de su primer ingreso del hospital me dijo un día: - “Ya solo me queda esperar la muerte ya que, enfermo como estoy, no soy de utilidad para nadie”.
Yo, para animarlo dije: -“Papi, si no moriste en el hospital ahora que estuviste tan grave debe ser porque todavía te falta algo por hacer”.
Así fue, efectivamente, en lo que a mí respecta.
El domingo de la Fiesta de la Divina Misericordia fue el último día que supo quién era yo pero también el último que imploramos juntos el auxilio del cielo y también el día que pude volver a llorar ya que tenía muchísimos años sin poder hacerlo.
Ese día, me parece que –verdaderamente- el Señor fundió nuestros corazones al suyo y me devolvió mi corazón de carne.
Desde entonces fácilmente lloro y no creo que sea solo porque estoy de duelo. Lloro porque, verdaderamente, me ha sido dado el corazón de carne que tanto necesitaba.
Es más, he llegado a pensar que si volviera a perder mi corazón de carne, preferiría volver a pasar por todo ese dolor con tal de recuperarlo.
A mi padre el Señor le concedió el tiempo que necesitaba para que su hija mayor recuperara lo perdido y de paso recibir otros regalos que jamás hubiese sospechado estaría en necesidad de recibir.
Uno de ellos es la capacidad de perdonar a mis tíos por su indiferencia.
La historia familiar de papá no es que haya sido atroz, lo que sucede es que don José Tasies rogó al cielo por una buena mujer y recibió la bendición de casarse con Cecilia Riba, mujer piadosa con quien aprendió lo necesario para acercarse a Dios en humildad cosa que jamás le perdonaron y, sin embargo, siempre utilizó palabras dulces para referirse a sus hermanos y nunca se midió en palabras para cuando, delante nuestro, los alababa.
De ahí es que, los hijos de papá, aprendimos a querer a nuestros tíos y estamos ahora, habiéndolos conocido un poco mejor, aprendiendo a perdonarlos.
De ahí es que, este señor honorable, divertido, educado, gentil, delicado, pudo recibir del Señor tantas virtudes como demostró a lo largo de su vida por las que lo recuerdan con cariño y admiración tantas personas.
Es por lo que me lleno la boca afirmando que mi padre no vivió ni murió en vano.
Así se lo dije en el lecho de muerte y de lo que estoy segura, al día de hoy, se ha enterado.
7 comentarios
LA MISERICORDIA DE DIOS, ES INSOSPECHADA EN NUESTRA VIDA, CUANDO NOS ALCANZA.
AL LEER TÚ EXPERIENCIA, PRACTICAMENTE LEÍ LA MÍA, CON LA DIFERENCIA QUE EN MI CASO SE TRATÖ DE MI MADRE.
DIOS TE BENDIGA POR ESTE TESTIMONIO QUE NOS TRASMITE MUY SENCILLAMENTE LA ENSÉÑANZA DEL EVANGELIO.
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Triny Santos,
Demos juntas gracias a Dios.
Un abrazo,
Lo primero acompañarte en el sentimiento, aunque quizás sea tarde.
Luego decirte que perder a un familiar que muere en la gracia de Dios es doloroso pero sabes que está con Dios. A nuestro alrededor viven y mueren personas lejos de Dios y en este caso, al dolor de la separación se une otro dolor. Ese es un problema que tengo, que la fe no me lleva a la alegría sino al dolor, cuando menos al miedo.
Me alejo de lo que te quería decir, que tu padre descansa en paz y que tú tengas mucha paz en tu corazón.
Un abrazo.
Que Dios te bendiga
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Doña Lidiette, muchas gracias por su comentario. Me ha dado una gran alegría.
Le he escrito a su correo para saludarla y agradecerle.
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