Ver y escuchar: ¿Nos atreveremos?
Escuchamos a un Juan Pablo II que desde joven apostó a mantenerse fiel a la imagen del hombre que halló reflejado en la mirada del Señor, lo estamos viendo subir a los altares.
Estamos viendo y escuchando a un Benedicto XVI visitando lugares inimaginables, citándose con personajes con quienes ni siquiera podríamos haber sospechado que lo haría, lidiando con situaciones que para cualquier mortal serían abrumadoras, haciendo una sólida hermenéutica de la Liturgia, siendo políticamente incorrecto, canonizando hombres y mujeres admirables, instituyendo ordinariatos…
Les hemos visto y escuchado, seguido y estado con ellos por décadas en cientos de sucesos extraordinarios y aún así osamos poner objeciones? Que “si el Papa estará haciendo lo correcto”, que “si estará enterado”, que “recemos para que Dios le ilumine”; algunos hasta llegan al extremo de decir “las cosas que tiene uno que ver”.
Claro que al escucharles uno se indigna pero de seguido aflora la compasión porque, cuánta compasión merece nuestro pueblo católico ya que está clarísimo que, cuando expresamos objeciones no es tanto que dudemos del Señor y de la confianza que ha depositado en el Santo Padre sino que dudamos de nosotros mismos y, como no sabemos qué hacer con tanta tontería que nos estorba (porque las objeciones son tonterías que estorban y quien no se haya enterado que lo vaya haciendo), las hacemos recaer sobre nuestro Pontífice.
En serio, nunca han considerado que en entre los contemporáneos de Jesús hubo quienes pusieron objeciones? Yo si lo he considerado y porque pude haber sido uno de ellos pero no lo soy pero, más que eso, porque el Señor es mi contemporáneo, no necesito poner objeciones. Creyéndolo, ninguno lo necesitaría.
En serio, es tan difícil advertir que las objeciones son dudas, prejuicios, temores que personas como María y José, Juan o Andrés no tuvieron y que si las tuvieron habrán de habido de ponerlas en segundo plano porque era mayor y más fascinante lo que escuchaban y veían?. Eso han de haber hecho, porque yo no me explico de qué otra manera -si hubieran puesto objeciones y, mucho menos, del calibre de las que ponemos- habría llegado el cristianismo hasta nuestros días.
¡Abramos los ojos y los oídos! La realidad es aquí, ahora, exige de nosotros escuchar y ver; eso si, con el corazón abierto y la razón atenta pero –más que eso- libre de prejuicios.
¿Nos atreveremos?
3 comentarios
Su post de hoy es un buen ejemplo de ello.
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Ja, tengo al evangélico Ezquiel que me pone a leer la Biblia y al ateo de usted que asume que ese decálogo es santa palabra. Caray, Juvenal, se ha dado cuenta que algo debo estar haciendo muy bien para tenerlos a ustedes de comentaristas? :)))
Pero bien, vamos a ver, trataré de ampliar lo que he dicho: cualquiera que diga creer en Jesucristo, ante la figura del Santo Padre, sea éste quien sea, tiene dos opciones: creer que Jesús deposita en él como depositó en Pedro toda su confianza o -sencillamente- no creerlo.
Pedro y los demás discípulos tuvieron la mismas opciones y ya sabemos qué sucedió con ellos.
No hay que darle mucha vuelta al asunto, es un ceder o no ceder ante la realidad, decir si o decir no. Es un asunto de libertad. Y ya sabemos quiénes fueron entonces y quiénes lo son ahora, verdaderamente, libres.
Le aconsejo lea el Decálogo del zombi católico:
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El problema del zonbi católico como el de cualesquiera otra ideología o religión reside en saber en tánto y cómo la profesión del confesante zombi yerra o no yerra en los postulados de su zombinismo
Yo sigo diciendo que el católico, -sincero comulgante en los postulados del catolicismo- pensante o no pensante en la razón de los mismos; en el peor de los casos, en un bienaventurado zombi de la razón y finalidad de su vida.
Lo triste sería ser zombi de la contestaria mundanal revolución. Para que al fin se termine siendo engañado por la propia revolución sin posibilidad de arrepentimiento o corrección. Cosa que suele ocurrir con la mayoría de los ingenuos promotores y constestarios de los idealismos de este mundo.
Dicho de otro modo: en la famosa vuelta de la tortilla de la llamda "La Revolución de Octubre" ey sus contestarios volcheviques. Los zares de antaño fueron los mariscales de después; Que al final son los capitalistas de hogaño. Y aquí: ¿quién fue el zombi y además tonto?
A usted le recomiendo dos libros: Guía del Autoestopista Galáctico y el Diccionario de la RAE. Se lo digo de corazón, que ya sabe que le admiro profundamente.
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