Como la mayoría
El otro día pasé un muy mal rato dentro de una situación que hasta cierto punto provoqué. El suceso giró en torno a la invitación que hizo una joven prima en facebook a una marcha para pedir una ley para el aborto terapéutico. Estuvimos discutiendo sin salir de tono sin embargo, hizo su aparición mi hermano y éste no tuvo reparo en decir lo que pensaba.
Yo no me habría dado cuenta que mi hermano le había respondido de no ser porque el mismo me llamó por teléfono para que revisara lo que le había dejado dicho a la prima ya que, una vez publicado, recapacitó y le pareció excesivamente fuerte lo que dijo.
Cuando terminé con la lectura del comentario de mi hermano, no supe si gritar o llorar. Estaba devastada, pasé todo el día literalmente enferma, sumamente triste, tristísima.
El grado de violencia en las palabras de mi hermano era espeluznante, verdad lo que dijo, pero de una violencia espeluznante. La prima y una de sus hermanas lo sintieron igual y le llamaron “inhumano”, afirmación que yo no podía negar, si la negaba tendría que haber negado a mi razón. Dicho sea de paso, saben cuánto puede doler escuchar que digan eso de mi hermano, pensarlo yo misma, siquiera?.
Pues bien, así de triste como estaba, me aparté del Internet y guardé silencio. Cuando al fin me repuse, llegué a la conclusión de que yo no he sido mejor que mi hermano y que, si los católicos no convencemos no es por falta de argumentos sino porque, para presentarlos, nos hemos permitido utilizar un lenguaje excesivamente violento.
Yo toqué fondo ese día. Me dije que nunca más quería volverme a sentir igual, nunca. Claro, eso lo he dicho muchas veces y no lo he cumplido, pero esta vez fue diferente.
Fue diferente ya que era tal la angustia por el espanto de la violencia que miraba dentro de mi que no podía ni tenía a nadie más a quien mirar si no a Jesús.
Jesús vivió en una época aún más adversa que la nuestra; tenía por un lado a los paganos y por el otro a los fariseos, unos y otros defendiendo con violencia lo suyo, sin embargo, Jesús no necesitó ser violento, siempre dijo lo que tenía que decir con humildad, claridad y convicción pero sin violencia.
Saben? Cuando el himno dice: “Siendo Dios, se anonadó a si mismo haciéndose uno de nosotros…”, cuando dice esto el himno, pienso en la multitud de veces en que he preferido defender mi orgullo herido antes que anonadarme y fueron muchas, demasiadas veces. Claro, entonces me pregunto: “¿Quién soy? ¿Qué estoy haciendo?”
Soy, se supone, “luz del mundo y sal de la tierra” pero también estoy siendo violenta.
Soy violenta y he preferido ser esclava de mi orgullo, esclava de cuánto conozco sobre doctrina, esclava de cuánto creo saber interpretar al ser humano; en definitiva, he preferido fiarme de mi misma antes que de Dios. Está claro, ¡si ni siquiera confío en el ejemplo de Jesús!; pero, ¿no es eso lo que hace todo el mundo?.
El encuentro de Juan y Andrés con el Señor los marcó definitivamente porque en El se encontraron con un ser humano diferente de la mayoría. Se me hace que, como católica, no he llegado a convencer porque sigo siendo como la mayoría.
La santidad a la que nos llama el Papa, digo yo, tendría que pasar por la humillación de reconocernos violentos para que en algún momento alguien en algún lugar, en vez de mirar el nuestro, mire el rostro de un ser humano excepcional, para que consigan mirar a través del mío el rostro de Jesús. Digo yo, y es que -si no-, pa’ qué?
10 comentarios
¡Claro, porque ni que fuera un deleite pasarse viendo este par de cachetes!
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Disculpen, pero después de esta confesión, tenía que reírme un poco de mi misma, dice Juanjo que hace bueno y yo le creo, lo he comprobado.
Ahora, ante esta violenta ofensiva lo que me parece habríamos de hacer sería alejanos de responderles con la misma moneda.
¿Cómo responder a estas mujeres que, al igual que yo, están llamadas a compartir conmigo en la presencia del Señor por toda la eternidad?
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Gael,
Disculpe, pero si se refiere como violento a lo que escriben bloggers de este portal, no estoy de acuerdo con usted. Usted, entonces, aún no conoce lo que es violencia.
A las cosas se las debe llamar por su nombre y se deben comunicar las consecuencias del pecado para el alma del pecador.
Escuchar la verdad de la que no desean saber es nada comparado a lo que les espera si no reconocen su pecado y se enmiendan.
Aunque comparto el sentido de lo que cuentas... no comparto el fondo totalmente.
Jesús si fue violento y duro en muchas ocasiones. Los mercaderes en el Templo, lo de "sepulcros blanqueados", lo "perros y cochinos" , lo de atarse una piedra al cuello, etc
La caridad no excluye la contundencia y hasta el enfrentamiento verbal. Estamos acostumbrados a ver a un Cristo blandito y buenista en el que todo amor es permisividad ... y los evangelios no muestran eso nunca.
Cristo mostró piedad y misericordia cuando aparecía en su interlocutor una característica esencial: el arrepentimiento, el dolor por el error y las ganas de sanar. Cuando no era así... se ponía duro y se enfadaba.
En el evangelio del domingo o en el de ayer, Jesús reprendía con dureza a Santiago y Juan por querer pedir que cayera fuego sobre un pueblo se Samaría que no los recibió.
Otra característica de Jesús era juzgar con caridad pero sin desatender la ley de Dios. A la mujer que iban a lapidar por adulterio... la despidió diciendo "vete y no vuelvas a pecar"... pero normalmente nos quedamos con "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra" y así justificamos el pecado como algo humano, común a todos y aceptable.
Tampoco Cristo hacía grandes esfuerzos por atraerse a todos,... recordemos lo que le sucedió al joven rico o al endemoniado curado que mandó a su casa, etc ... El objetivo de Cristo era la conversión, no la acogida incondicional. Las parábolas del Reino son concluyentes.
Los fariseos echaban en cara que Cristo comía con publicanos y pecadores... pero tanto unos como otros, buscaban convertirse y curar su naturaleza. Buscaban quien les guiara para salir del error. Lo que no se dice, en los evangelios, es que Cristo comiera con pecadores deseosos de seguir siéndolo y necesitados de que alguien justificara su humana actitud. Este matiz hace que el mismo episodio evangélico se entienda de dos formas diferentes.
¿Entonces?
Si hay que llamar asesinato al aborto, es necesario hacerlo, ya que es la verdad. Si molesta, duele o produce rechazo llamar a las cosas por su nombre ... se evidencia la necesidad de conversión.
Lo cierto es que la palabra "inhumano" tiene un doble sentido muy peligroso, ya que a veces se llama inhumano al que desprecia el dolor ajeno y otras veces, al que no se solidariza con sus causas. Inhumano puede ser quien rechaza al pecador y también el que rechaza el pecado.
Es cierto que no es necesario decir las cosas con violencia, pero ... hay que decir la verdad aunque violente a quien tenemos delante. Se pueden decir las cosas claras sin que el tono deje de ser caritativo y afectuoso... pero dejando claro qué decimos.
Saludos :)
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Miserere,
Conociéndote, no puedo estar más de acuerdo contigo. Tengo clarísimo que decir la verdad aunque para ellos sea violento hemos de hacerlo y también tengo claro que su ardid es querer hacernos sentir culpables, pero no estoy hablando de eso, estoy hablando de auténtica violencia verbal, de esa que da verguenza leer, de la que es pecado.
Y no, Mise, también seamos justos, a veces -sin que de verguenza leerla- algunas cosas que he dicho, sencillamente, no son propias de un hijo de Dios.
Será un trabajo durísimo, Mise, porque no podremos permitirnos perder de vista la vida eterna, ni la de ellos ni la nuestra, para conseguir hablar como Jesús habló.
Durísimo.
La verdad es que temo "meter la pata" como se dice por aquí. Por eso normalmente intento hablar a los que me rodean con mansedumbre.
Pero algunas veces me he preguntado si lo he hecho bien.
Un saludo.
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Pablo,
Sabes que me estoy dando cuenta de lo que a esta situación nos está llevando?
Nos está conduciendo a replantearnos qué es para nosotros humildad, qué es mansedumbre, qué es violencia, qué es decir la Verdad, qué es caridad...
Nos está obligando a que cada uno nos plantemos delante de Jesús a revisar estos conceptos y a que actuemos de acuerdo a ello.
Hacer lo anterior es lo que interpreto cuando dices "dejarse guiar por Cristo".
1.- Se dice la verdad, aunque duela.
2.- Si se ha dicho de mala manera, violentamente, etc. una vez recapacitado el tema, SE PIDE PERDÓN por el daño provocado por las formas.
3.- Se trata de aprender para ocasiones posteriores.
La corrección no es nada fácil.
Shalom.
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Luisillo,
Estoy de acuerdo, pero lo ideal sería no tener que pedir perdón, pero ya sabemos que somos humanos, no obstante, se ha de poner en ello el mejor esfuerzo porque lo que está en juego es la salvación de las almas, de todas, las suyas y la nuestra.
Gracias
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Luis,
Estoy de acuerdo, pero por lo mismo, no te parece que es extremadamente exigente nuestra circunstancia?
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Luis,
Si lo de la culpa lo dices por mi, no te preocupes, estoy inmunizada contra la culpa que no lo es por lo que aprendí en Moral Personal con el padre Pacheco. Contra lo que no he conseguido inmunidad es contra mi soberbia, eso no creo que exista más que la gracia que el Señor desee darme.
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Ana,
Pienso igual, el Papa es el mejor ejemplo.
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Spir,
Ciertísimo. Eso lo que debería es servirnos de indicativo de cuánto necesitados estamos de aprobación. Aunque no nos bastace tener la razón con que nos bastace que Cristo nos aprueba seamos como seamos, sería suficiente.
Yo digo que en estos tiempos es necesario que estemos muy atentos a nuestras reacciones en todo momento. Muy atentos para poder estar en capacidad de reaccionar como cristianos y no como la mayoría. De eso se trata esta entrada, en realidad.
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