Yorleni Fabiana del Carmen
Me van a disculpar, los he hecho venir hasta aquí con el nombre que recién inventé y que utilicé como título para esta entrada; pero no se aflijan, a pesar de que fue truco barato para llamar su atención estoy segura que para cuando terminen de leer me habrán perdonado.
Esta entrada lleva ese nombre raro pero que sin embargo no está lejos de la realidad. Sabían ustedes que en mi país y por lo regular en Latinoamérica, a las niñas sus padres las nombran con nombres parecidos a ese?
Así es, nombres de telenovela, precisamente. Y ojalá fueran solo nombres de telenovela, también las nombran con nombres de marcas como Egerly que es una marca de shampoo o les ponen nombres de medicamentos, como por ejemplo, Dorixina.
No se rían, no estoy bromeando, como no estaré bromeando con la historia que les quiero contar, es sobre Yorleni, pero Yorleni a secas, sin ese chorro de nombres que le añadí después.
Pues bien, recordé a Yorleni hoy por un anuncio en el periódico sobre un concurso que convoca a madres adolescentes a hablar sobre sus embarazos. Al principio me emocioné porque Yorleni y su historia es muy especial, sin embargo, leyendo la intención de los promotores me desencanté, la razón por la cual lo hice -en este momento- no viene al caso.
Ok, me dije. Es muy probable que, conociendo a Yorleni y enterada de lo ocupada que está, no deseará ni podrá participar, eso -sin mencionar- que se bien que no considera la suya una historia maravillosa (aunque si lo es, ya lo verán).
Los padres de Yorleni: él es peón agrícola y la madre empleada doméstica, no son jóvenes y todavía trabajan para sacar adelante a los dos hermanos menores de Yorleni que aún están en la escuela y en el colegio.
A Yorleni la conozco desde niña ya que su papá fue jardinero en mi casa y la traía junto a Magali, Margarita y Lourdes, sus hermanas mayores, a jugar en el patio mientras él trabajaba. Así fue como la conocí y la vi crecer.
Cuando llegó a la adolescencia, entró a estudiar al Centro Juvenil Luis Amigó de los Terciarios Capuchinos que están a 100 metros de mi casa. Ellos reciben como alumnos externos e internos a jovencitos y jovencitas con diferentes grados de problemas de conducta y Yorleni era una de ellos. Ella entró a terminar el colegio y a aprender un oficio.
Cuando estaba en eso, a sus 17 años, quedó embarazada.
Fray Oscar y yo le ayudamos a que la recibieran en la Posada de Belén patrocinado por la Iglesia y al que ingresan madres adolescentes. Allí las cuidan durante su embarazo, parto y post-parto, además de que viven ahí y asisten a la escuela o al colegio. No abandonan el lugar hasta que cumplen con sus estudios y quedan preparadas para ser madres y adultos responsables.
Pues bien, Yorleni ingresó a este lugar magnífico y una semana después se fugó con su novio.
Vivió con el muchacho y su hija Kendra en un cuartito de 3x2 metros cuadrados durante aproximadamente cuatro años, hasta que se cansó.
Un buen día me dijo: -Ya dejé al papá de Kendra, con él no tengo futuro. Lástima, Totús (así me llaman en casa) que no me quedé en la Posada de Belén, ahora tendría mis estudios y Kendra hubiera vivido bajo mejores condiciones sus primeros años. Pero no importa, lo hecho, hecho está, voy a seguir estudiando y buscaré trabajo. Ya verás.
Trabajando en la Fábrica Nacional de Trofeos como asistente de contabilidad y estudiando por las noches, pagaba sus estudios y su otro cuartito al que se fue a vivir, su comida, los gastos de Kendra y a la señora que se la cuidaba.
Así pasaron los años que la perdí de vista, no han de haber sido muchos, tal vez dos o tres.
Otro buen día, me llamó por teléfono para contarme que su patrón la había inscrito en las Olimpiadas de Contabilidad y que había ganado. En seguida le pregunté: -Y qué fue lo que ganaste? Ella respondió: -Una beca para estudiar Contaduría Pública en una universidad privada.
-¡Wow, y más que wow, en realidad, wow re-wow! Yorleni, cielo santo, pero en qué momento ha llegado usted tan lejos, mijita? Es una maravilla, melocotón!
Ella no habló mucho en realidad, solo agradeció en lo que nuestra familia participó para que hubiese podido avanzar en sus estudios y se despidió.
Por sus hermanas se que sigue estudiando y trabajando, que alquiló una casa y que además le paga a una de sus hermanas que está sin trabajo para que cuide de Kendra. Estoy esperando su próxima llamada que, lo más seguro, será para participarme de su graduación.
En mi país existen muchísimas madres adolescentes, mucho más de las que es razonable que existan, es claro que no estamos conduciendo bien a nuestra juventud, pero de ahí a llamar a estos embarazos un “problema de salud” existe, como un abismo infranqueable, kilómetros y kilómetros de argumentos.
Cuando escucho a tanta gente referirse de esa manera sobre los casos de estas niñas-mamá y cuando tengo a tantas de ellas ante mis narices y de las cuales constato que se conducen por la vida a la altura de las circunstancias, solo me pregunto: será que acaso consideran que es tan malo ser como Yorleni?
Que no me vengan con esas cosas, por favor. Desconfiar de esa forma del ser humano es, verdaderamente, un auténtico argumento de telenovela.
Nota: El título de la entrada lo edité ya que, considerándolo, no era -precisamente- un nombre de telenovela, éste si.
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Así fue, Ana, el papá era igual de joven y no lograba quedarse en ningún trabajo, además de que es soldador y no quiso seguir estudiando. Me daba la impresión de que sus padres lo consentían, por eso al muchacho le ha costado más que a Yorleni, madurar.
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