Minucias en las que repara una mujer
Como era de suponer, he tratado -dentro de las circunstancias- de no perder detalle de la visita del Santo Padre al Reino Unido.
Como solo soy una mujer católica mi inclinación ante estos eventos es más hacia aquellos detalles en los que la Bondad, la Verdad y la Belleza me hacen vibrar, llenándome de gratitud así como renovando mi fe y me esperanza.
Algunos de estos detalles los he conservado en imágenes que he capturado desde mi ordenador, otros únicamente los conservo en la memoria.
Una de las primeras imágenes que llamaron fuertemente mi atención fue durante la Misa en Bellahouston Park durante la procesión de entrada.
Ahí estaban, por pasaje abierto dentro de la multitud y en larguísima doble fila, los sacerdotes encaminándose al presbiterio cuando una de las cámaras hizo una toma cercana de algunos de sus rostros; sinceramente, no esperaba lo que vi: rostros de sacerdotes estupefactos unos, conmovidos otros y casi todos con cara de “¡pero, ¡qué es esta maravilla!” o de “¡yo, la verdad, no me lo creo!".
No supe, por un momento, si reír o llorar, fue fascinante ver sus rostros por lo que transparentaban sus emociones y pensamientos. No me cabe la menor duda de que el clero que participó de esa celebración quedó especialmente “tocado” por la gracia. ¡Si se les veía en el rostro!
Detalles hermosos y delicados observé del Secretario personal del Papa, como por ejemplo, preocupado de que al saludar a los dignatarios en el aeropuerto al Papa no se le volara la capita con el viento. Se la estuvo sosteniendo decidamente a sus espaldas durante todo el tiempo que duró la presentación. Más tarde también lo vi discretamente colocársela derecho en el evento junto a los escolares.
Algo parecido observé en Monseñor Guido Marini durante los minutos previos a la celebración en la Catedral de Westminster cuando conversaba con uno de sus colaboradores sobre la posición del crucifijo que se hallaba detrás del altar. Aparentemente el crucifijo estaba excesivamente alto ya que dos acólitos se dispusieron a colocarlo tal cual Mons. Marini lo solicitó. Subieron y bajaron el crucifijó hasta que quedó en el lugar correcto.
Como muchos sabrán, Mons. Marini es el encargado de las celebraciones litúrgicas del Santo Padre, por lo que con el detalle de la posición del crucifijo me quedó clara la cantidad y variedad de asuntos que atiende en cada una de las celebraciones así como el esmero que pone en ello. Ésto de seguro es motivo para que el Santo Padre, que ama la Liturgia, coloque toda su confianza y gratitud en él.
Hablando de Westminster, un detalle que ni para el camarógrafo ni para mi pasó inadvertido durante las oraciones y cantos previos a la Santa Misa, fue el de la presencia de una señora entre los asistentes que mientras rezaba y cantaba se retiraba con frecuencia lágrimitas de sus ojos. ¡Y eso que ni siquiera el Santo Padre había llegado a la Catedral!
La de la derecha es la señora de las lágrimas, conseguí capturarla en mi ordenador:
Les confieso algo, nunca he estado en una catedral gótica o románica de la magnificencia de las de la Abadía o Catedral de Westminster, pero les digo nada más, que ese día tendré que ir muy bien preparada psíquica y espiritualmente porque no serán solo lágrimas lo que se que -conociéndome- podría esperar. Me imagino que quedo en estado de shock por lo menos durante veinticuatro horas, y no es cuento, ya me ha pasado visitando lugares menos destacados y significativos para mi. En fin, que ya les contaré lo que suceda ese día…
Siguiendo con lo de los detalles, deseo destacar el de la sonrisa de uno de los últimos clérigos anglicanos que le fueron presentados por el ceremoniero al Santo Padre después de su visita a la Abadía de Westminster. El asunto fue así: al Papa le fue presentado un anciano clérigo, luego un par de monjas y de último este joven con quien el ceremoniero se detuvo más tiempo que con los anteriores, probablemente para explicarle al Santo Padre alguna información que podría interesarle sobre él. Durante la explicación del ceremoniero, el Santo Padre escuchaba y el joven asentía y para el instante en que el Papa se alejó de él el camarógrafo no tuvo reparo en prolongar un poco más la toma de tal forma que conseguí arrebatar su sonrisa con mi ordenador.
A esta imagen le llamé: Anglicano felíz tras saludar al Papa. Creo no haber fallado en la descripción.
Saben? Creo que alguna ventaja tiene ser solo una mujer católica latinoamericana presenciando desde su ordenador esta memorable visita del Papa al Reino Unido, alguna ventaja tiene no ser periodista, ni teólogo, ni intelectual, la ventaja de tener una mirada desentendida de asuntos “importantes” para poder fijarla en detalles “intrascendentes” como los que hoy les he traído.
¿Han visto ustedes las minucias en las que repara una mujer?
Esperen algunas más en los próximos días.
Feliz fin de semana.
7 comentarios
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Norberto, debí haber dicho "minucias"? El diccionario de la RAE pone como sinónimo de minucia el término menudencia y lo define como cosa de poco valor... Te parece que debería cambiarlo?
En mi país utilizamos así el término. No se, sabes de esto más que yo? Díme. Con gusto lo cambio.
Así no habrá forma de suscitar malos entendidos.
Gracias.
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Oh, pues si, eso no te lo rebato.
Gracias mil.
Saludo,
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Lo se, Perotius, llamarle minucias fue solo un juego, pero verdad que son detalles espectaculares?. Lo que más me gustó fue la sonrisa del clérigo anglicano.
Para mis adentros dije: Es capaz que éste es el que sigue en la cola de los conversos.
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Ana, si vieras cuánto me deleito en observar esos detalles, no se me pasa uno y cuánto quisiera tener mayores recursos para recordarlos. Por ejemplo, recuerdo perfectamente la sonrisa de un padre de familia luego de que el Papa saludó a su hijo, era maravillosa, parecía que había tocado el cielo.
También recuerdo el gesto de una maestra a la cual saludó y como una chiquilla parecía que se retorcía de gusto.
No imagino cómo sería si yo estuviera ahí, como te digo, si además de las imágenes que me inundan estuviera el sentido del tacto, los olores y sonidos, seguro que caigo de espaldas.
Me hace gracia cómo las fotografías que salen en algunos medios de comunicación dan la imagen del Santo Padre como de un anciano adusto. Parece que se busca precisamente el perfil menos agraciado, el que confirme la idea del Papa "panzer alemán" que yo he leido en algún periódico cuando fue elegido.
En otros, en cambio, veo una persona también anciana pero a veces con una sonrisa tierna, otras en actitud espectante pero atenta, otras rezando, escuchando....
Yo me fijo en esas cosas.
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Nieves, tienes razón, es importante e interesante fijarse en esos detalles, las mujeres somos más dadas a eso, definitivamente.
Por lo del título, no le des importancia, fue una forma de reírme un poquito de lo que mucha gente considera "importante".
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