La contentera de Anais
Me doy cuenta cuán desconcertante ha de ser para muchos de ustedes hallar un blog como el mío en InfoCatólica en el cual la mayor parte del material es presentado en primera persona.
He escuchado decir que tras la primera persona se oculta la propia ignorancia y es posible, es más, creo es así en este caso; porque tratándose de este itinerario de fe, faltaría a la verdad si afirmara sabérmelas de todas, todas.
En este blog transcurro como por sobre un camino, sin preocuparme demasiado hacia donde voy porque, de todas formas, delante de mi va Cristo. En él me permito saltar de experiencia en experiencia, a la manera sencilla de una mujer sencilla que ama la sencillez; por lo mismo me deleito en presentar todo tipo de historias, historias de fe que provean a nuestra flaca memoria del recuerdo acerca de que la vida es un milagro.
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Héctor y Anais están casados hace veinte años. Héctor es mecánico automotriz y trabaja reparando hélices de avión en una empresa exitosa y aunque Anais es oficinista buscó trabajo en mi casa para ayudarle a su hijo Daniel con la Universidad.
Es un matrimonio sólido y con todo tipo de detalles hermosos; por ejemplo, Anais me contó hace unos días que Héctor tenía la bellísima costumbre, romántica y generosa, de escribirle detalladísimas cartas, poemas o, simplemente sus pensamientos; sin embargo, de un tiempo para acá había dejado de hacerlo y como Anais extrañaba que le escribiera se lo hizo saber -meses atrás- a su esposo.
Pues bien, resulta que hace unos días llegó Anaís a mi casa con el ceño fruncido. Cuando conseguí hacerla hablar me explicó de qué se trataba: se había llevado tremendo “colerón” porque Héctor había cometido una imprudencia en relación a una transacción financiera. Anais es magnífica administradora y el que Héctor “haya metido las de andar” (aún cuando ella tanto se lo advirtió) la tenía rabiando.
Anais estuvo tan enfada que durante un par de días apenas cruzó palabra con Héctor. Daniel estuvo atento al desarrollo de los acontecimientos y en uno de aquellos momentos que en familia tocaron el tema tuvo que darle la razón a su madre: -”Papá, mamá tiene razón“. Imagínense nada más.
Héctor procuró infructuosamente “contentar” a su esposa, hasta que una noche al llegar del trabajo y luego de cenar se dirigió a Anais y le dijo: -”Tengo algo para usted“.
Como yo, ustedes se han de estar imaginando una caja de bombones y un ramo de rosas, verdad? Pues no es así.
Daniel le había sugerido a su padre que, para “contentar” a su madre, le adelantara el regalo que durante el año habia estado preparándole para el Día de la Madre el próximo agosto.
Héctor había continuado escribiéndole a Anais durante todos estos años. Para esta ocasión, había recopilado sus escritos, levantado el texto en la computadora, lo había encargado imprimir y a empastar primorosamente.
Anais recibió por adelantado el regalo del Día de la Madre.
¿Pueden imaginarse la contentera de Anais?
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Nada más añadir que este detalle de Héctor está revestido de un significado superior que es el que, durante este año, Héctor ha reiniciado su camino dentro de la fe de la Iglesia; lo cual tiene a Anais, también, brincando de la contentera.
Ya ven por qué se me hace imposible abandonar la primera persona? Este tipo de acontecimientos se disiparían en la memoria de los protagonistas sin que nadie los conociera.
Por la primera persona, por nuestra humanidad
que favorece nuestro encuentro con Cristo…
¡Deo omnis gloria!
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El siguiente es el escrito preferido de Anais quien me ha pedido compartirlo con ustedes.
Caminando
Tras días de recorrer junto a ti el camino
que nos ha conducido hasta aquí,
con ansias de descubrir lo que hay en ti,
lo que sientes, lo que piensas…
hoy quiero que tu me mires.
Recuerda lo que juntos
hemos vivido en este ir y venir de la vida,
con alegrías y tristezas, con errores y aciertos,
pero con voluntad de continuar uno al lado del otro.
Con fuerza me has ayudado a levantarme…
en silencio he sufrido tu tristeza…
con deseos
hemos dado pasos para enderezar nuestro caminar.
A todas luces reconozco que no soy perfecto
y que muchas veces
por mis propios errores te hecho sufrir,
pero he intentado ser quien llene tus días de alegría.
Porque a tu lado yo me he sentido completo,
he sentido que la vida tiene una gran significado
estando a tu lado.
Dime, has encontrado la felicidad junto a mi?
5 comentarios
Es un error cuando en el confuso lenguaje sensiblero se dice "somos humanos" para justificar los problemas...cuando en realidad es justo lo contrario porque CUANDO NOS VOLVEMOS HUMANOS es cuando nos volvemos perfectos.
Jesus fue divino porque fue humano.
Por esto es tan bonito leer este tipo de relatos, en donde la vivencia cotidiana se torna en luz para la misma vida de las demás personas.
Un saludo ;)
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Maris,
Encuéntralas y regresa a compartirlas :)
Gracias.
Gracias a ambos.
Cada vez estoy más convencida de la importancia que tiene volver a entrar en contacto con lo que algunos llaman despectivamente "sensiblería" pero que no es otra cosa que nuestra sensibilidad, me doy cuenta porque yo misma no he sido muy sensible, pero sin embargo -al lado de personas que lo son- he conseguido apreciar en ellas la autenticidad de sus reacciones.
Es gente de fe que llora, se emociona, ríe, juega, se alegra con el más mínimo suceso, sufre con la más pequeña injusticia, teme, se angustia, pero todo lo hace prendida de Dios, son personas que se han reconocido pequeños, insuficientes, frágiles. La suya es una humildad que a veces nos parece falsa pero que no es más que el reflejo de su confianza en Dios.
Los vemos y pensamos: ¡Pobres almas!, sin embargo, somos nosotros, los desconfiados, los dignos de compasión.
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Susan,
Esperemos que si, según me ha dicho Anais, Héctor es bastante terco. Los tercos, como habrás podido comprobar conmigo, metemos las de andar una y otra vez, algún día aprenderemos.
Un abrazo,
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