El mar, fuente de aventuras
«Capitán en medio de la tormenta». Obra de N. C. Wyeth (1882-1945). |
«El mar es un antiguo lenguaje que ya no alcanzo a descifrar».
Jorge Luis Borges
«El mar nunca cambia y su acción, por más que digan los hombres, está envuelta en misterio».
Joseph Conrad
El mar es desafío y abandono, aprensión y temor. Una representación de lo más grandioso e indomable. Aquello que sitúa al hombre abruptamente en su lugar, como la mera criatura impotente e indefensa que es. Un lugar en el que –como diría el poeta norteamericano Longfellow–, «navegando en las lúgubres tinieblas, bajo el ronco huracán y la nevada», el hombre se debate y lucha contra la naturaleza desnuda.
Y como el hombre, el mar es una fuente de contradicciones. Es consuelo, tranquilidad y belleza, y nos acuna y nos arrulla, y nos extasía y nos anonada. Sin embargo, al igual que el hombre, también es oscuro y misterioso, profundo y siniestro, incontrolable y mortal. El mar es un conjunto de incongruentes estados que de forma impredecible se suceden y se solapan ante nuestra desesperada incomprensión. Su poder, a la vez catastrófico y generador, fértil y destructor, ha causado desde siempre un formidable impacto en el hombre.
«El solitario mar». Obra de Claus Bergen (1885-1964).
Como acabamos de ver en las dos últimas entradas, el mar ha sido tomado con frecuencia como el grandioso escenario de muchos dramas literarios, y más allá de eso, en algunos casos también ha adquirido el rol de co-protagonista de la historia. Byron lo describió como «oscuro; sin límites, interminable y sublime. La imagen de la eternidad: el trono de lo invisible»; Joseph Conrad en Tifón, (1902) lo tildó de fuente salvaje de poder y misterio con aparente voluntad propia, «un ser inteligente que tratara deliberadamente de destruirnos». Baudelaire lo hace rival implacable del hombre, con quien lo compara:
Ambos sois tenebrosos y discretos:
Hombre, nadie ha sondeado el fondo de tus abismos,
¡Oh, mar, nadie conoce tus tesoros íntimos,
Tan celosos sois de guardar vuestros secretos!
Y empero, he aquí los siglos innúmeros
En que os combatís sin piedad ni remordimiento,
Tanto amáis la carnicería y la muerte,
¡Oh, luchadores eternos, oh, hermanos implacables!
Como fuente de inspiración ha dado lugar a efímeras obras populares y a clásicos perdurables, desde la primera gran obra de la literatura marítima, La Odisea de Homero, hasta las excelentes novelas contemporáneas de C. S. Forester y Patrick O’Brian.
Si bien han sido muchos los maestros que han escrito sobre él, fue en el siglo XVIII cuando el mar se convirtió en un poderoso escenario literario con el Robinson Crusoe de Defoe (aquí), y sus continuadores, obras que prepararon el camino a las gloriosas aventuras de más tarde escribirían Stevenson, Melville, Verne o Conrad (La isla del Tesoro, 20.000 leguas de viaje submarino, Moby Dick o La línea de sombra).
«La nave convicta T. K. Hervey». Obra de James Hamilton (1819-1878).
El crítico Edwin M. Hall proporciona una útil definición de este nuevo tipo de relato de aventuras marinas: «una narración de prosa ficticia de la que al menos la mitad de la acción tiene lugar a bordo de un barco y en la que el manejo de este es fundamental para la trama». Hall sostiene que fue James Fenimore Cooper quien dio nacimiento al género con la publicación de El piloto (1824). Sin embargo, si Cooper lo inventó, el capitán Frederick Marryat fue quien lo popularizó, y sus novelas marcan un antes y después en el género. Según A. A. Milne, las obras de Marryat son un «combinando de aventura en una isla desierta por un lado, y un alto tono moral por otro; mermelada y pólvora en las proporciones adecuadas».
Como ha escrito W. H. Auden, desde finales del siglo XVIII y durante el siguiente siglo, el mar se convirtió en «una metáfora del peligro», y el género de aventuras náuticas se construyó sobre la base de varios principios característicos:
1) Abandonar la tierra y la ciudad es el deseo de todo hombre de sensibilidad y honor.
2) El mar es el mundo real y el viaje es la verdadera condición del hombre.
3) El mar es donde tienen lugar los acontecimientos decisivos, los momentos de elección eterna, de tentación, caída y redención. La vida en tierra es siempre trivial.
4) El destino es desconocido, aunque pueda existir: una relación duradera no es posible ni siquiera deseable.
«Viento creciente». Obra de Montague Dawson (1895-1973).
Como en toda novela de aventuras la estructura básica de este tipo de relatos es comúnmente conocida: el héroe es separado de su hogar y debe someterse a un período de pruebas y ordalías. En ocasiones conoce a un primitivo y sabio mentor que le enseña virtudes heroicas y habilidad práctica, en ocasiones debe aprender por sí mismo. El héroe inevitablemente crece en carácter, madurez y sabiduría y finalmente regresa a su hogar para demandar su legítimo lugar.
A continuación paso a referir unas cuantas de estas obras. Para ello, en algunos casos echaré mano de las peculiares y concisas referencias de ese pilar de la cultura que fue, durante tantos años, la poco reconocida revista literaria, Novelas y Cuentos (1929-1966):
El piloto (The pilot, 1824), de Fenimore Cooper. Unos héroes de la independencia americana, pilotados por un hombre misterioso, se aventuran hasta las costas inglesas, y tras azarosas luchas, sorteando mil peligros, dos de ellos rescatan a sus amadas. De dieciséis años en adelante.
Propiedad del rey (The King’s Own, 1830) del capitán Frederick Marryat. William Seymour es un joven huérfano que se enrola al servicio del rey en el Aspasia, un navío de guerra donde protagonizará toda clase de aventuras y batallará contra los franceses. Parte de los personajes y hechos que cuenta están basados directamente en experiencias personales del autor, como la escena del combate en medio de una gran tormenta. De dieciséis años en adelante.
Portadas de las obras de Marryat.
Aventuras de Newton Forster (Newton Forster, 1832), del capitán Frederick Marryat. Aventuras asombrosas, intriga apasionante. Valor, pericia y suerte allanan mil obstáculos y el amor pone su nota risueña y optimista en el desenlace. De dieciséis años en adelante.
Pedro Simple o De grumete a almirante (Peter Simple, 1834), del capitán Frederick Marryat. Con sólo quince años, Pedro Simple embarca como grumete en el Diomedes. Relatados por él mismo, se suceden los incidentes: hace amigos, asciende, combate con arrojo, pasa tormentas y conoce el amor. Poco a poco, tras ponerse a prueba el valor y audacia del protagonista, la lealtad y el amor se enfrentan y derrotan a la ambición y la maldad. Pedro Simple pasa de ser un «simple grumete bobalicón a ser uno de los hombres más respetados de Inglaterra: el ilustre lord Privilege». De catorce años en adelante.
A bordo de la Harpy (Mr. Midshipman Easy, 1836), del capitán Frederick Marryat. Deliciosa sátira sobre un hijo malcriado y su vuelta al buen camino. El protagonista, desconocedor del mundo e imbuido de un espíritu de rebeldía, ingresa como guardia marina en una corbeta armada en corso. Combates, abordajes, incendios, apresamiento, ironía y humor. Para chicos de catorce años en adelante.
Carátulas de algunos de lo títulos referidos. |
El pescador de Islandia (Pêcheur d’Islande, 1886), de Pierre Loti. En un pequeño puerto bretón los hombres parten todas las primaveras hacia Islandia, a la pesca del bacalao y a enfrentarse a la mar, esa devoradora de marineros. Hasta su regreso, al final del verano, las mujeres en el pueblo sufren y esperan… Este es el marco de una sencilla y desgarradora historia de amor, con un hombre de mar cuyo corazón vuela desde el océano hacia la aldea donde le espera una mujer. Es la obra maestra de Loti y como evocación del mar es un poema de sombría magnificencia. De dieciséis años en adelante.
Los pescadores de ballenas (I pescatori di balene, 1894), de Emilio Salgari. El Danebrog es un buque ballenero danés al mando del capitán Weimar que surca los mares del Ártico en busca de ballenas. Durante la persecución de una ballena herida, el barco se aleja de las rutas habituales y acaba naufragando en el hielo. Desde este momento los marineros Hostrup y Koninson tendrán que sufrir graves peligros y enormes penalidades en su lucha por sobrevivir y llegar a las costas de Alaska. Un escenario a lo Moby Dick pero destilado de toda trascendencia. De catorce años en adelante.
Portadas de algunos de los libros comentados. |
Los pescadores de trepang (I pescatori di Trepang, 1896), de Emilio Salgari. Cuenta la historia de un barco comandado por un capitán holandés que se adentra en unas costas poco exploradas de Australia y Papua para pescar trepang, una especie de pepino marino muy apreciado en Asia. Junto a sus sobrinos naufraga y es perseguido por indígenas antropófagos hasta que, tras tribulaciones mil, logra volver a su país. De catorce años en adelante.
Los amotinados de la Bounty (Les révoltés de la Bounty, 1879. De dieciséis años en adelante) y La Trilogía del Bounty (The Bounty Trilogy, 1932-34. De dieciocho años en adelante). El motín de la Bounty es el hecho más novelesco en la historia de la navegación, con ecos de La Odisea. Una tripulación amotinada que se deja hechizar por la belleza y la dulzura de las islas polinésicas, un capitán abandonado con dieciocho hombres en un pequeño bote que se enfrenta victoriosamente a los salvajes, las tormentas y el hambre, en tanto los amotinados, vagando por el Pacífico, cumplen destinos trágicos y extraños. Julio Verne y Nordhoff Charles y Hall James Norman, entre otros, han abordado el tema. El primero en una novela corta, al parecer no enteramente suya, y los segundos en una trilogía que es considerada uno de los más colosales relatos de aventuras náuticas jamás contados.
Les deseo a ustedes y a sus hijos una buena y provechosa lectura.