La importancia de la poesía: Poesía y verdad
«Noche de luna llena». Obra de Hjalmar Munsterhjelm (1840-1905). |
«El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que en verdad siente».Fernando Pessoa
«¿Qué valor tiene el ojo carnal
Al lado del ojo del alma?»Víctor Hugo
«Di, Musa, la palabra verdadera
Y yo la profetizaré».Píndaro
Desde sus orígenes, la poesía arrastra una paradoja en su seno: por un lado, es una ficción, un arte imitativo, y por otro, tiene pretensiones de verdad. Pero, ¿cómo es que se conjugan ambas cosas? ¿Puede esto hacerse, o será necesario desprenderse de una de ellas? La discusión es vieja como el mundo y persistirá mientras persista el mundo.
Poesía e imitación
El poeta, como todo artista, es un imitador. Recrea, a su modo humano, aquello que vislumbra en su visión poética, y lo adereza con su arte y con su estilo. Pero, aun así, mi intuición es que, a pesar de tratarse de un sub creador que trabaja con lo imaginario, si es poeta verdadero no deja de tratar con la verdad. Por lo tanto, deberá haber en su obra afinidades notables con lo real más que con lo ficticio, por mucho que transforme o ilumine sus materias primas con los dispositivos de su arte. Y si el trato es con la verdad, el poeta, el auténtico poeta, no puede estar lejos de Dios.
Pero esta no deja de ser una intuición personal y, en todo caso, teñida de polémica.
Pessoa y Borges estaban de acuerdo en esa naturaleza ficcional del poeta, en su cualidad de «fingidor». Esto no es una novedad ni una sorpresa. Ya Platón, veinticuatro siglos antes, en su libro X de La República (370, a. C.), sostiene que la poesía es una imitación de la realidad, lo que le llevó a considerarla alejada de la verdad de las Ideas. Por esta razón no la tenía en alta estima, siendo para él una ficción que «alimenta y riega las pasiones, en lugar de secarlas».
A pesar de ser consciente de su carácter ficcional e imitativo, su discípulo más aventajado, Aristóteles, dejó de lado esta opinión negativa, y en su Poética (335, a. C.), defendió que la gran poesía revela universales y es por ello profundamente filosófica. Esta postura fue acogida más tarde por los escolásticos. San Alberto Magno escribió que «lo extraordinario causa mayor impresión que lo habitual, (…). Por ello, como dice Aristóteles, los primeros filósofos vertieron [sus doctrinas] en poemas, porque la fábula, al estar compuesta por cosas extraordinarias, impresiona más».
Más tarde, en pleno Renacimiento, en su obra Una apología de la poesía (1583), Sir Philip Sidney, siguiendo esta tendencia, pero yendo todavía más allá, afirmó que la poesía es un mejor educador ético que la filosofía, pues toca las emociones y nos mueve a la acción moral, mientras que la filosofía puede enseñar lo bueno, pero no mover nuestros corazones para actuar respecto a ese conocimiento. Así, aun cuando el poeta prefiera no escribir sobre lo que es, puede seguir escribiendo sobre «lo que puede y debe ser». Si no afirma la verdad literal de su ficción, puede afirmar su verdad moral o metafórica, pero, en todo caso, seguirá tratando con la verdad.
Pero, ¿es esto realmente así? Y si lo es, ¿de qué manera?
Poesía y verdad
La relación entre la verdad y la poesía es antigua. Como antes les comenté, Platón se la planteó y negó a la poesía cualquier pretensión de verdad, tanto en el sentido lógico como en el moral, pues para él es fingida.
También vimos como Aristóteles no estaba de acuerdo con su maestro. Para el Estagirita, la poesía había nacido de los instintos miméticos y armónicos del hombre, y aunque trataba de ficciones, sostuvo lo siguiente en la que sigue siendo la declaración más breve y directa de la pretensión de la poesía frente a la verdad:
«La poesía, por lo tanto, es más filosófica que la historia, ya que la poesía tiende a expresar lo universal, mientras que la historia describe lo particular».
Por su parte, el cristianismo sostiene desde siempre que la verdadera poesía trata con la verdad. Porque, al ser el intelecto humano limitado, Dios creyó conveniente utilizar procedimientos poéticos en su Revelación escrita para que aprovecharan a los hombres, tal como ya advertía Santo Tomás (Suma Teológica, I, 1,9).
Así que, hay un canal poético para la verdad, una vía para alcanzar su conocimiento (o, más bien, para aproximarse) y, consecuentemente, para encauzarse hacia la contemplación. El santo cardenal Newman estudió el asunto con profundidad. Para él había que distinguir entre el don de la poesía en sí mismo, y la composición como modo de expresión artística. Este don lo intuía basado en un «sistema sacramental», según el cual «los fenómenos materiales son, a la par, figuras e instrumentos de las realidades invisibles»; y a ese «principio místico o sacramental» le encontró apoyo en algunos pasajes de los padres de la iglesia:
«Entendí que esos pasajes querían decir que el mundo exterior, físico e histórico era manifestación para nuestros sentidos de realidades más grandes que él mismo. La naturaleza es una parábola; la Escritura, una alegoría; los poetas y sabios griegos habían sido, en cierto sentido, profetas, pues a estos sublimes bardos les fueron dados pensamientos más allá de sus pensamientos».
Hay, por tanto, en el poeta un don, una inspiración divina que le permite ver más allá, dándole una visión que él expresará después a los otros a través de su técnica, de su composición.
Pero, no se trataría sino de una verdad poética. No hay en la poesía verdades lógicas ni científicas. No nos habla de hechos ni de demostraciones matemáticas. No hay una precisión física o fáctica en su hacer, sino más bien un rigor simbólico y significante. El poeta actúa como un profeta profano, en el sentido antiguo de la expresión, como aquel que saca a la luz, manifiesta y aclara lo inteligible existente en la materia que, semi-oculto en las cosas más cotidianas y más extraordinarias, no está al alcance de la mayoría de los hombres. La poesía traza así una conexión entre ambas experiencias; lo ordinario revela lo extraordinario y viceversa, y de esta manera nos hace vislumbrar la profunda interconexión de todo lo que constituye el mundo. Porque la filosofía no puede responder a todas las preguntas, ni tan siquiera la teología puede, ya que, en último término, se encuentran rehenes de la lógica y de la razón. Siempre quedarán sin aclarar cuestiones en la inteligencia última de las cosas, confusas y ocultas en la vasta periferia de las sombras. Es ahí, en lo cotidiano y habitual o en lo excepcional y grandioso, dónde, bajo la penumbra de nuestra visión, la poesía tiene su quehacer, enfrentándonos a lo que la razón nunca podría comprender plenamente. ¿Es también eso verdad? Probablemente, pero confusa y entre nieblas, como toda certeza en tanto permanezcamos aquí.
Por lo tanto, se trata de una vía de conocimiento complementaria a la de la razón, y, en consecuencia, igualmente necesaria. Este es el poder de la poesía.
Pero, ¿de qué tipo de conocimiento estamos hablando? Porque, aunque solo podemos estar seguros de la autenticidad de la revelación divina, ¿qué pueden encontrar los hombres en su ficción poética? Para tratar este tema les emplazo a la siguiente entrada.
17 comentarios
«Dejando, pues, y rechazando todas la tonterías del teatro y de la poesía, demos el manjar y licor del estudio y consideración de las divinas Escrituras al alma hambrienta, sedienta y fatigada con la vana curiosidad, que en balde anhela saciarse con ficciones imaginarias, como con banquetes pintados; eduquémonos provechosamente con este juego, en verdad tan espléndido y noble. Si nos atraen los espectáculos y la hermosura, deseemos contemplar aquella sabiduría que de un extremo a otro se extiende con fortaleza y todo lo dispone con suavidad (Sab 8, 1)».
San Agustín de Hipona, Padre y Doctor de la Iglesia (De la verdadera religión LI 100).
Esto no es verdad.
Si vamos al texto de santo Tomás ahí citado, veamos lo que él sí dice:
Respondeo dicendum quod conveniens est sacrae Scripturae divina et spiritualia sub similitudine corporalium tradere. Deus enim omnibus providet secundum quod competit eorum naturae. Est autem naturale homini ut per sensibilia ad intelligibilia veniat, quia omnis nostra cognitio a sensu initium habet. Unde convenienter in sacra Scriptura traduntur nobis spiritualia sub metaphoris corporalium. Et hoc est quod dicit Dionysius, I cap. caelestis hierarchiae, impossibile est nobis aliter lucere divinum radium, nisi varietate sacrorum velaminum circumvelatum. Convenit etiam sacrae Scripturae, quae communiter omnibus proponitur (secundum illud ad Rom. I, sapientibus et insipientibus debitor sum), ut spiritualia sub similitudinibus corporalium proponantur; ut saltem vel sic rudes eam capiant, qui ad intelligibilia secundum se capienda non sunt idonei.
Una traducción:
"Es conveniente que la Sagrada Escritura transmita lo divino y espiritual a través de imágenes tomadas de lo material. Pues Dios acude a todos a través del modo que les es propio. Es propio de lo humano que llegue a lo inteligible por lo sensible, puesto que nuestro conocer empieza por los sentidos. De ahí que fuera conveniente que lo espiritual se nos transmitiera en la Sagrada Escritura a través de lo material. Esto es lo que nos dice Dionisio en el c.1 de Ierarch. Cel.: Es imposible que la luz divina nos ilumine si no nos llega atenuada por variados velos sagrados. También convenía que la Sagrada Escritura, dirigida a todos según aquello de la carta a los Rom 1,14: Me debo a los sabios y a los ignorantes, presentase lo espiritual bajo imágenes tomadas de lo material, a fin de poder ser captado por los más simples, los cuales, por sus propias fuerzas, son incapaces de entender lo que es posible ser comprendido. "
Santo Tomás habla de metáforas, no de poesía. No son términos intercambiables, porque ni toda poesía es metafórica ni toda metáfora es poesía.
Además, no es tanto por la limitación de los sentidos, sino por el modo de conocer que poseemos. Y por otra parte, para ayudar a los más rudos ("simples" dice la traducción) a entender.
"Porque la filosofía no puede responder a todas las preguntas, ni tan siquiera la teología puede, ya que, en último término, se encuentran rehenes de la lógica y de la razón."
Lo siento, pero esto sin más es, con el perdón del término, una burrada.
También Dios está atrapado por la lógica, porque Dios, por ejemplo, no puede ser omnipotente y no ser omnipotente a la vez y bajo el mismo aspecto, y esto es debido a una regla lógica (ontológica en su fundamento) que es el principio de no contradicción.
Por otra parte, Cristo es el Logos, como dice san Juan en su Evangelio, es decir, en cierto modo, la Razón suprema y ordenadora, la lógica (en sentido lato), por lo cual, no es que Dios se pueda escapar de la lógica y el razonamiento, sino que Él mismo es el fundamento de lo lógico y razonable, Él es, en cierto sentido, la misma lógica y razón.
Con esto ya queda claro los terribles erroes del seniorismo, o del culturalismo; como quiera que se llame esta extraña doctrina que sólo tiene el ropaje de católica.
Esta chispa queda atrapada dentro de dicho cuerpo, pero puede ser liberada. Para liberarla, es posible recurrir a un grupo de sabios que son los poseedores del “gnosis” (el conocimiento especial de lo divino)".
Si, tú le explicarías lo mismo al P. Orbe, que escribió los "Escritos Valentinianos" y era especialista en San Irineo de Lyon o a Erich Voegelin, que veía gnósticos por todos los lados pero, al menos, es un sabio reconocido.
La prudencia exige tantear lo que sabe el otro antes de tratar de explicar algo en lo que éste puede tener un doctorado cum laude, ciertamente no es mi caso, pero podría serlo y te daría igual el ridículo en el cual podrías caer.
No puedes ser Providencia porque ésta es de Dios, pero podías ser prudente si practicaras esa excelente virtud, Reina de las Virtudes Cardinales..
Si no reconoces la plena ortodoxia en un blogger mejor que no digas nada.
Un caso en el que se ve eso meridianamente claro es "La Flauta Mágica" de Mozart, cuyo libretista fue un masón de alto grado.
También hay gnósticos cristianos, como podía ser el caso de Joaquin de Fiore, .pero éste creó escuela porque, como ya he dicho, un gnóstico nunca camina solo.
Un poeta es vertical, lleva el espíritu, como hace la música, hacia la trascendencia, pero no busca ninguna Gnosis.
Yo suelo tener elevaciones del espíritu provocadas por la contemplación de la naturaleza, la música, la poesía y la oración cosa muy común en todo aquel que no sea materialista y, naturalmente, los poetas no lo son. De ahí la confusión de los términos. Si uno se pone purista todo ser espiritual es un gnóstico.
Está llamando gnóstico no solo al blogger sino al mismo Cardenal Newman, que es santo.
Los dones los reparte el Espíritu Santo y, por lo tanto, tenemos que admitir que todos no tenemos los mismos. Eso no es una gnosis sino un don porque el que lo posee no sabe por qué lo tiene o no se lo puede explicar, mientras que un gnóstico alcanza ese don por si mismo.
Santa Teresa de Jesús fue mística, que es algo a lo que yo no puedo llegar porque no poseo ese don: Mozart fue un músico genial, cosa que a mi también me ha sido negada. Mis dones son pequeños pero no pretendo alcanzarlos por mis propios medios, soy una Papagena pero a Papagena, a la que se le negó la iluminación en la Masonería, no se le niega la llegada al Reino de Dios en el Cristianismo y con eso me conformo. Si no puedo crear al menos puedo admirar a los que sí pueden hacerlo.
A los poetas les ha sido dado un don mediante el cual expresan la verdad por medio de la belleza de la palabra, mientras que yo apenas balbuceo.
¿La norma de cortesía debería tener límites? Estoy de acuerdo porque, si las tuviera, le borrarían todos los comentarios.
Dice que el blogger no es herético voluntariamente pero dice herejías sin darse cuenta, lo que le coloca en la posición del que no sabe lo que dice; dice que el post está cargado de barbaridades aunque el blogger sea un caballero. A ver si se aclara usted. Usted no es sutil así que no trate de insultar sin hacerlo porque eso es imposible.
El que no sabe lo que dice es tonto; el que dice barbaridades no es un caballero. Enfrente usted sus "verdades".
Bruno le echó y viene a soltar aquí su bilis. Esta página era un remanso de paz hasta que vino aquí con sus resentimientos.
Como saben los lectores habituales de este blog, no suelo hacer comentarios ni contestar a los que se aportan al blog. Me gusta que, en la medida de lo posible, la sección de comentarios se controle a sí misma. Primero, porque, en interés de una discusión libre, y a riesgo de equivocarme, creo que es mejor dejar los comentarios y que los propios lectores decidan a qué vale la pena responder. Y también es verdad que en muchas ocasiones simplemente no tengo tiempo para siquiera regular las discusiones. Sin embargo, acabo de constatar con gran disgusto cómo en las últimas horas, y a caballo de la última de las entradas publicadas, se han vertido opiniones que considero erráticas y confusas en su contenido e inaceptables en su forma. La falta de educación, bajo nivel y mínimo respeto que muestran algunos de los comentarios me llevan, como autor del blog y responsable de su contenido, a tomar la decisión de no tolerar de ahora en adelante comentarios de este tipo en el blog, que no aportan nada a la discusión, entorpecen el diálogo y buscan únicamente la provocación.
a) Que nadie diga nada, pero, asqueados por sus "opiniones", se inhiban de comentar dejándolos triunfantes (al menos en su idea de las cosas).
b) Que alguien les conteste y entonces se van radicalizando más y más hasta quitarse totalmente la careta.
De cualquiera de las dos formas han conseguido lo que se proponían: que una agradable tertulia se convierta en la Plaza de Tiananmén.
Como no tienen barreras, ni sentido del ridículo, son capaces de explicarle a D. Ramón Menéndez Pidal por qué la lectura del "Poema del Mío Cid" va contra los artículos del Credo.
A mí antes me mandaba a leer el Catecismo y en otro post le dio por meterse con la fábula de la cigarra y la hormiga y consiguió que otros comentaristas se dividieran entre los que defendían la fábula y los que la consideraban altamente nociva como lectura infantil. Imagínese.
Como ahora le da por atacar a la Literatura en general no me ha extrañado verlo asomar por aquí. Tenga cuidado porque aparecerá más veces siempre en contra de cualquier cosa que diga.
La Iglesia ha sido una insuperable promotora de la capacidad psicagógica del arte. Usted lo confirma con sus magníficos artículos sobre literatura infantil.
Lo he mencionado otras veces, pero le sugiero la obra El Misterio de la Poesía del RP Osvaldo Lira Pérez, 3 Tomos. Una joya que, sin duda, le aportará mucho.
Ese "como deben ser", también significa “como están llamados a ser”, “como se espera que lleguen a ser” sugiere en lo vulgar, contingente, profano... el plano a la belleza potencial que cada acto u objeto posee en sí, esa belleza que cada acto u objeto puede “dar de sí”.
Ejemplos de esto escribe constantemente Miguel de Cervantes en El Quijote recogiendo la tradición pagana que exalta el deber de la piedad filial hacia los padres ancianos en el piadoso Eneas (¿cap. XXV de la I parte?) hermoso ejemplo de piedad filial...
A cada paso D. Quijote mira y "exige" con ojos de poeta como diciendo: Tú, ventero de pacotilla, elévate sobre lo que vives y te crees que eres, y conviértete en el Castellano a que estás llamado a ser, que te mira un caballero que quiere ver tu pobre ventorro convertido en Castillo, y de ti, sólo de ti depende.
Tú, que bajas del debido señorío que en ti hay, para reducirte a apariencia de una vulgar y hasta putilla Maritornes, álzate en el deber que te tienes a tí misma, que mis ojos te contemplan como estás llamada a ser, noble señora.
Vosotros, viles rebaños incapaces de elevaros sobre vosotros mismos a disciplinados ejércitos en campaña, mirad cómo soy en batalla contra vosotros para que igualados a mí, os restituyáis de vuestra servidumbre animal.
Y vosotros, gigantes Briareos que os conformáis con menear los brazos, ¿qué hacéis parados inánimes?. Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que es sólo un caballero quién vos acomete.
Y vos, rico Aldudo, que por vuestra palabra veo que resarciréis cumplidamente a este pobre niño que, siendo vuestro pastor, habéis maltratado injustamente, quedad en el honor que os debéis a vuestra persona y alteza.
Y vosotros pobres malhechores galeotes, redimíos en la simple penitencia de ofrendar vuestra cadena opresora a mi señora Dulcinea.
Y Sus Altezas, mis señores Duque y Duquesa, elevaos sobre vuestro alto estado, no vaya a ser que por reíros de un pobre loco, caigáis en la ruindad, bajeza y tontura de capirote, y vuestros palacios en ventorril trasunto.
Sí, cada cosa, cada acontecimiento, cada persona, tiene “capacidad de trascendencia” según el “ser” que ha recibido del Creador Providente.
La visión del poeta (no sólo la visión del poeta) permite descubrir esa “vocación” desde la cual sobreponerse a lo vulgar o indigno de una situación.
La Poesía enseña a “mirar” con “magna animidad”, con magnanimidad todo lo que somos, acontece, o nos rodea, como ocasión de lo que “debemos ser”, de lo que “debemos juzgar” y lo que “debemos agradecer” y “dar de sí”.
Begoña Abad, ama de casa con alma poética transmite la grandeza colmada de sim-patía de lo sencillo y cotidiano, en su poema “La medida de mi madre”:
No sé si te lo he dicho:
mi madre es pequeña
y tiene que ponerse de puntillas
para besarme.
Hace años yo me empinaba,
supongo, para robarle un beso.
Nos hemos pasado la vida
estirándonos y agachándonos
para buscar la medida exacta
donde poder querernos.
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