Literatura católica: el camino luminoso de la gracia

« The Harvest » Boris Vasilievich Bessonov (1862-1934)
                     «La cosecha». Obra de Boris Vasilievich Bessonov (1862-1934).

   

    

«Dios debe estar contento de que uno ame tanto su mundo».

Robert Browning


«Persecución sin prisa, imperturbable, majestuosa inminencia».

Francis Thompson. El lebrel del cielo

 

Ya he hablado (aquí y aquí) de la forma, a menudo brutal, con la que muchos literatos católicos han abordado el impulso de las musas, especialmente los contemporáneos. Una crudeza que golpea el alma, que encontramos abundantemente en escritores como Graham Greene, François Mauriac o Flannery O´Connor. También expresé mi añoranza por la escasez de belleza en sus obras, aún cuando esta haya de venir acompañada, las más de las veces, de una sana melancolía, la propia del exiliado que realmente somos. El cardenal Newman lo expresó así:

«Creen que añoran el pasado, pero en realidad su añoranza tiene que ver con el futuro».

Pero también lo católico es vida, asombro, vitalidad exuberante y deslumbrante belleza. Chesterton es su más entusiasta embajador y así nos empuja con un ímpetu casi sobrenatural. «Éste fue mi primer problema: inducir a los hombres a comprender la maravilla y el esplendor de la vida y de los seres que la pueblan», explica. «Porque», nos sigue diciendo, «todo pasará, sólo quedará el asombro y sobre todo el asombro ante las cosas cotidianas».

Flannery O´Connor, explicando la forma y maneras de su arte, señaló que «a menudo, la naturaleza de la gracia solo puede aclararse al describir su ausencia». Tomando esta frase como modelo, podríamos decir que, en ese otro camino de la alegría y del asombro, la naturaleza de la gracia también puede aclararse describiendo su presencia y los efectos de su presencia. Esto es lo que hizo Evelyn Waugh en su obra Retorno a Brideshead (1945). El escritor inglés la definió como «la influencia de la gracia divina sobre un grupo de personajes muy diferentes entre sí, aunque estrechamente relacionados».

La novela quizá no sea plenamente luminosa y deslumbrante, pero contiene en su interior las ráfagas cegadoras de la gracia actuando sobre la naturaleza humana. Y el resultado de esa acción sobrenatural opera en una transformación: la conversión del protagonista. De hecho, el tratamiento del tema es, en ocasiones, subliminal y escasamente expresivo. El propio Waugh, en carta a su agente literario A. D. Peters, señalaba: «Espero que la última conversación con Cordelia dé una pista teológica. Todo está impregnado de teología, pero empiezo a estar de acuerdo en que los teólogos no lo reconocerán».

Años atrás, el cardenal Newman trató de llevar a cabo algo similar. Como hijo de su tiempo, Newman recelaba de la literatura porque pensaba que la lectura de novelas podría conducir a una preponderancia del sentimiento moral a expensas de la acción moral, pero al final la utilizó y le rindió homenaje. Porque, el cardenal es probablemente ––corríjanme si me equivoco––, el primer santo novelista. Escribió dos, Perder y ganar (1848), parcialmente autobiográfica, y Calixta (1855), de las que les hablé más extensamente aquí. Ambas obras tienen la misma temática, la experiencia de una conversión, aunque en diversos escenarios y tiempos: el Oxford de su época, la primera, y el Imperio romano de mediados del siglo III bajo las persecuciones del emperador Decio, la segunda. Y estas novelas fueron escritas por una razón. A través de estos relatos, el religioso inglés trató de hacer algo que no podía lograr con sus sermones, y menos con sus tratados teológicos y filosóficos. Sus novelas tienen el poder de mover a los lectores, independientemente de su fe, a sentir simpatía por los protagonistas conversos luminosos y positivos, e incluso a identificarse con ellos. Newman esperaba que esta simpatía eliminara los obstáculos emocionales a la conversión potencial del propio lector, que él conocía bien por haberlos sufrido.

                                    Portadas de alguno de los libros aquí comentados.

He señalado que Chesterton es uno de los adalides de este estilo de hacer literatura católica. Y, cómo no, él no se detuvo en un simple elogio o en una mera apología, sino que predicó con el ejemplo y nos legó novelas en las cuales la gracia se pasea entre la alegría y el asombro. Una de ellas es Un hombre vivo (1912), un libro del que hablo más extensamente aquí, y que descansa en la siguiente idea, expresada en su Autobiografía (1936):

«Me inventé una teoría mística rudimentaria y provisional. Se podía resumir en que la mera existencia, reducida a sus límites más primarios, era lo bastante extraordinaria como para ser emocionante. Cualquier cosa era magnífica comparada con la nada (…). Era como si en el fondo del cerebro, por decirlo de alguna manera, se alentara una olvidada llamita o estallido de asombro ante la propia existencia. El objetivo de la vida artística y espiritual era excavar hasta encontrar aquel enterrado amanecer de asombro; de esa forma, un hombre sentado en una silla podía de repente ser consciente de que estaba vivo y ser feliz».

Siguiendo esta estela, un autor norteamericano poco conocido, Myles Connolly, escribió unos quince años después una historia de estas características titulada Mr. Blue (1928), de la que también hablé en una entrada anterior. Connolly nos presenta a un protagonista similar a san Francisco en medio de la urbe moderna, de una magnética personalidad y de un contagioso entusiasmo por el mundo.

Volviendo a la novela de Waugh, algo que llama poderosamente la atención en ella es la forma en que trata la cuestión de la gracia, una manera que podríamos calificar, al igual que su buena amiga Nancy Mitford, como «sutil e inteligente». Esta sutileza y sagacidad encuentra su máxima expresión en cómo la acción de la gracia se refleja en una sola frase de la novela, cuando, en sus últimas páginas, el escéptico capitán Ryder, tras entrar en la vieja capilla de la mansión de Brideshead, se dirige al lector diciendo: «Recé una oración, una fórmula de palabras antiguas, recién aprendida».

La explicación a esta forma de narrar podría descansar no solo en que la sutileza es una de las formas de operar de la gracia ––lo cual sería razón suficiente––, sino también en el tipo de audiencia a la que estaba dirigida la novela. Si atendemos al perfil cada vez menos religioso de los lectores de la época, muy probablemente un enfoque sentimental o didáctico no habría funcionado, aunque hubiera sido llevado a cabo con sutilidad o cuidado. El sentimentalismo habría abaratado la historia, y dejarse llevar por él hubiera sido ser infiel a la trascendencia del tema, mientras que el didactismo habría repelido a unos lectores a los que ya no se podía sermonear. Lo mismo podría decirse para el mundo de hoy de otras obras –escasas, cierto–– de las que hace reseña Joseph Pearce en este artículo titulado La mejor ficción cristiana contemporánea, y entre las cuales alguna guarda ciertas similitudes con Retorno a Brideshead.

En esta última obra el personaje central sobre el que pivota todo el relato (el capitán Charles Ryder) es un agnóstico, lo que facilita la inmersión en la historia del lector secular de nuestros tiempos. El mismo efecto tiene el suave desarrollo de la conversión a través de un largo y casi imperceptible proceso. Waugh, a través de un tratamiento delicado y gradual, consigue hacer que este acontecimiento, a pesar de ser el asunto de la novela, planee de fondo durante toda su lectura y que solo se revele, veladamente, en el final, como «una sorpresa sensacional», que diría Chesterton. Una conversión alejada de convulsos sucesos de naturaleza emocional, abrupta e impetuosa, como la de san Pablo, o mucho más recientemente, y en orden, la de Paul Claudel, André Frossard o la de nuestro Manuel García Morente, y más próxima a las de Chesterton, Newman o el poeta Manley Hopkins (la «convicción silenciosa», como la bautizó este último). Todo ello hace que el acontecimiento de la conversión sea más comprensible para el lector contemporáneo.

También hay quien ha visto una relación entre el objeto de la novela de Waugh (la forma de operar de la gracia) y un pasaje de Chesterton, en el que el escritor inglés parece lanzar un desafío a sus colegas de oficio:

«La historia ideal de detectives… no tiene por qué ser superficial. En teoría, aunque no comúnmente en la práctica, es posible escribir una novela sutil y creativa, de filosofía profunda y psicología delicada y, sin embargo, presentarlo en la forma de una sorpresa sensacional».

Quizá la sutileza de la que he hablado haga difícil ver como novela detectivesca, al menos a simple vista, a Retorno a Brideshead, pero no sería la primera vez que se identifica la acción salvadora divina como la de un misterioso detective que persigue a los pecadores para salvarlos. El maravilloso poema de Francis Thompson, El lebrel del cielo, perfectamente conocido por Waugh, es su ejemplo más notorio.

Sin embargo, esta forma de proceder tiene un precio. Su coste es que el mensaje cristiano pase desapercibido para muchos. Así ha ocurrido con estas obras, que a menudo han sido objeto de lecturas seculares, encomiables, pero ajenas a la trascendencia y profundidad de la acción de la gracia que palpita entre sus páginas. Pero, al mismo tiempo, nos muestran que hay otro camino para la literatura católica. Un camino luminoso, esperanzador y bello del que he tratado de hacer un esbozo. Y en este mundo tan sombrío y hostil, creo estamos obligados a mostrárselo a nuestros chicos.

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La mejor ficción cristiana contemporánea.

23 comentarios

  
Ecclesiam
"La fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo"
Romanos 10, 17

"Pues la palabra de Dios es viva y eficaz y más aguda que espada de dos filos; ella penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y es capaz de juzgar los sentimientos y los pensamientos."
Hebreos 4, 12

"Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié."
Isaías 55, 10-11

"Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino: Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas [μύθους; mitos; sinónimos: fábulas, cuentos, leyendas, ficciones]."
II Timoteo 4, 1-4
20/01/22 7:35 AM
  
Javidaba
¿Será que hay autores que aciertan a abrir la "magnanimidad" (ánima grande) a la que está llamada el alma del lector?
20/01/22 7:59 AM
  
Jose
Un artículo estupendo, gracias.
20/01/22 12:45 PM
  
Juan Clímaco
Ecclesiam
-¿Cómo predicaba Cristo si no era con parábolas, historietas, símiles, metáforas, cuentos y poemas?
-¿Qué es la famosa historia de la Viña de Isaías, los sueños de José y de Daniel, las comparaciones de los Salmos (montes que saltan, rios que aplauden, etc.), y el resto de los profetas?
-¿Cómo está escrito el propio Apocalipsis?
-Por cierto Mythós significa también:palabra, discursos, razón, dicho, relato, noticia,deliberación, consejo. Procede de mytheomai: hablar conversar. S. Pablo se refiere más a discursos sofísticos que a las fábulas literarias o a los cuentos y leyendas (que cita el propio Apostol: Menandro, Arato, Epiménides).
20/01/22 7:41 PM
  
Gris Funcionario
Gracias por el artículo.
En su día disfruté mucho de Retorno a Brideshead y casi más de la serie de televisión.

Es verdad que tiene mucho que ver con una historia de detectives. Si el lector desavisado se sorprende de que el desenlace sea la conversión de Ryder tendrá que repasar todas las pistas que el autor iba sembrando por la historia.

Como en la novelita del Padre Brown que expresamente aparece citada en uno de los diálogos hacia la mitad del libro, Ryder mordió el anzuelo invisible y el pescador le da carrete para que nade con su hilo invisible hasta hacerlo volver con un tirón.

En las novelas de detectives los detalles insustanciales dan la clave para desvelar el final. Durante el verano fabuloso que Ryder pasa con Sebastian en el palacio un criado les enseña la bodega de vinos exquisitos y se queja de que el vino se está acabando. Durante ese verano Ryder saborea el vino de la juventud, la amistad, la belleza y el arte. Pero ese vino se acaba y en los años siguientes presencia la decadencia de la casa y su propio desencanto. Unos gamberros pintarrajearon sus pinturas, los vehículos del ejército estropearon irremediablemente el césped y unas heladas secaron los árboles monumentales del jardín, Sin embargo cuando le vemos feliz saliendo de aquella fea capilla en plena guerra vemos que Dios reservó para él el mejor vino para el final.

Si no es muy experto en tramas de detectives al lector le pasará desapercibida la gran ambición que tiene Ryder de apoderarse de Brideshead durante la agonía del viejo marqués. La resistencia del viejo a convertirse hace que desherede al primogénito y haga beneficiaria a Julia, que es una descarriada como su padre. Solo después se explica que era el miedo a que el marqués se vuelva atrás lo que hace que Ryder se ponga en el bando de los que no quieren ni conversión ni presencia del cura. Al final ocurre lo que teme: el viejo se convierte, Julia se convierte y él se queda sin Julia y sin castillo, pero a cambio gana la fe.

Ryder se queda con lo mejor de Brideshead y que era lo único que antes no le gustaba: la lamparilla pasada de moda del sagrario en la capilla.

Moraleja: todo lo del mundo es caduco y por hermoso que sea está destinado "a se acabar e consumir", pero la fe nos hace dueños de la eternidad.
21/01/22 4:51 PM
  
Scintilla
Juan Clímaco: es mutheomai que viene de muthos (que no es un participio ni nada parecido), no a la inversa. Como en castellano mitificar viene de mito, un cultismo tardío. Convertir en mito.
El uso en las pastorales paulinas de mito (a la ya citada: muthos kai genealogia aperantos: 1 Tim 1,4; bebelos kai graodes muthos: 1 Tim 4,7; ioudaikos muthos kai entole anthropos Tit 1,14) se adhiere a la concepción negativa del mismo, que ya está en Píndaro o en Platón y tiene siempre que ver con la narración. No es simplemente palabra o razón, sino palabra dicha de memoria, recuerdo, que si en Homero todavía no se opone a 'verdad', alethés (eran otros tiempos, otros griegos), sí lo hace con posterioridad (o, al menos, tiene, como también en las pastorales, la alethés como referencia). Son fábulas en tanto que son falsas, son engañabobos, que se puede traducir, en sus diversas recurrencias en dichas epístolas, como "cuentos de viejas", "historias paganas", "relatos judaicos" -y sus genealogías, contra las que tronaba san Ignacio de Antioquía.
A Epiménides y a Menando no los cita san Pablo o el autor de Tito para criticarlos como a los mitos, sino que se apropia de sus palabras. A Arato no lo cita él, sino el autor de Hechos.
Por último, no compare las parábolas de Cristo con los mitos que critica el autor de las pastorales paulinas: es ofender a la fe y faltar a la verdad. La parábola pertenece al reino de la literatura alegórica y metafórica (y, por tanto, el territorio más propiamente divino de la palabra). Parabolé implica en griego, de hecho, comparar, poner juntos para que se vean semejanzas y diferencias.
Todo lo cual no implica que no haya lugar para la literatura cristiana, cosa de la que ya he tratado por extenso al amparo de don Miguel, y creo que también con Ecclesiam como punto de contradicción. Posición que resumiría diciendo que es cristiana en tanto que sopla en ella el Espíritu, que le lleva a seguir navegando por los mares de la comparación y la parábola, prolongando las verdades evangélicas, desplegándolas, actualizándolas, desde la concordia con las enseñanzas de la Iglesia y sus santos.
23/01/22 11:39 AM
  
Juan Clímaco
Scintilla,
1) no he consultado diccionarios sobre la etimología de mytheomai (verbo deponente) pero nunca he dicho que sea un participio. Por cierto, existe la derivación regresiva en lingüística (en castellano con los posverbales en o, a ó e). Quizás la clave está en esa "e" delante de -omai (debería ser mythó-omai, no mythe-omai según las reglas de derivación).
2) Los significados que he puesto es del Pavón y en su orden. Ni eran otros griegos ni otros tiempos. Ya que habla de Platón, gran inventor de mitos, la palabra sofista era negativa como hoy. En el sg. II d. C. era prestigiosísima como puede ver en Filóstrato.
3) Yo he dicho que S. Pablo se refería a "discursos sofísticos". Se le olvida que era una sociedad analfabeta en gran parte usaba los medios de literatura oral para exponer doctrinas al pueblo (los gnósticos, v.g.) a través de relatos ideológicos, muy diferentes a las técnicas actuales. Las genealogías judías otorgaban derechos y funciones importantes hasta hoy (ser Cohen, o no, importa mucho con privilegios monetarios inclusive). No eran meras fábulas (muy verdaderas son las de Esopo) o cuentos de viejas o los viejos mitos paganos en los que nadie creía a los que se refiere el apóstol.
N.B. aleethés es adjetivo, verdad es aleetheia.
4) Este punto me indica que no ha leído bien mi intervención. No he comparado los mythoi paulinos con las parábolas de Cristo que, por cierto, no son alegorías ni metáforas en las grandes (son sui generis, un únicum), sino con la gran literatura cristiana y los recursos de la literatura oral que Ecclesiam ataca.al decir que es lo mismo que los mythoi.
5) El discurso de Atenas es de S.Pablo. No dudo del testimonio de S. Lucas ni de la Tradición sobre la carta a Tito. Citar a los poetas era formar parte de la paideia helenística, no era nada baladí y S. Pablo lo sabía como S. Juan cuando habla del Logos. No era nada inocente ni casual.
6) La literatura no es meras parábolas, metáforas o comparaciones sino una forma de conocimiento, la más baja, pero conocimiento por lo que es más amplia y profunda.
7) Último.Toda la Edad Media y después usó la mitología pagana y sus poetas hasta límites inauditos hoy. Desde interpretaciones evemeheristas a las de alegorías morales. Es el "accesus ad autores" que expone maravillosamente Jean Leclercq. Hasta en el Credo aparece su huella, yo no la despreciaría.
27/01/22 12:30 AM
  
Juan Clímaco
N.B.1 El punto 2 está mal explicado. Que la palabra sofista fuera negativa para Platón y su escuela NO significa que lo fuera para el resto de sus contemporáneos y la posteridad (llamar sofista a un filósofo era un insulto, a un retor u orador un gran elogio) puesto que tenía muchos significados: desde diestro en un arte hasta filósofo. Es al acogerla en nuestra lengua cuando adquiere en su totalidad el matiz platónico.
NB2: El apóstol se refiere en el contesto a las doctrinas falsas a las que desprecia contraponiéndola a la verdadera (kalees didaskalias). Viene a decir: esos discursos/relatos (mythoi) de doctrinas sagradas/puras/arcanas revelados por sabios son meros cuentos (mythoi) de viejas (graoodeis) y profanos/públicos/impuros (bebeloi).
Contraposiciones: lo que creen los apostatas/ lo que son
discursos/cuentos (mythoi)
de sabios/ de viejas (graoodees)
sagrados/profanos (bebeeloi)
puros/impuros (bebeeloi)
arcanos/públicos (bebeeloi)
De hecho todo el pasaje ataca directamente al gnosticismo y pone la guinda con esa frase que es un dechado de economía del lenguaje. Y por cierto, el pasaje es: Tous de bebeelous kai graoodeis mythous paraitou.
27/01/22 2:09 AM
  
Scintilla
No he dicho que para usted fuera un participio. Simplemente señalaba la naturalidad de la procedencia del verbo del nombre (salvo en los cuando se trata de participios, en cuyo caso se invierte la regla, que se cumple tan bien en castellano como en griego o en latín). Es lo que sucede en los verbos denominativos, como parece evidentemente este. No hace falta consultar un diccionario etimológico para llegar a esa conclusión.
El diccionario de Pabón, el de Vox que hemos usado todos de jóvenes, no es un diccionario con autoridades como el viejo Liddell inglés, por lo que su sucesión de significados no te indica necesariamente la evolución temporal o diferencia de uso entre autores. Con lo de otros griegos y otros tiempos me refería a lo que mediaba entre Homero y Platón. Lamento haber sido tan poco claro.
No he hablado de sofistas. Pero me hace gracia que cite a Filóstrato para mostrar el prestigio de los sofistas, siendo él uno de ellos y familia de sofistas. Juez y parte…
Usted los llamará discursos sofísticos, pero el Apóstol se reía tanto de eso que llama mitos como de las genealogías judías, de los cuentos de viejas y de las genealogías judías (que no necesariamente implicaban derechos monetarios, pues llegaban a implicar incluso parentescos angélicos).
Tiene razón: verdad es aletheia. Tendría que haber puesto verdadero, que es alethés. Estaba pensando en lo que dice Diógenes Apolonio de Homero. Ya ve, me pirran los antisofistas.
Le cuento lo que yo había entendido: Ecclesiam pone en duda el valor para un cristiano de la ficción literaria echando mano del mito de la segunda a Timoteo, a lo que usted respondía “¿Cómo predicaba Cristo si no era con parábolas, historietas, símiles, metáforas, cuentos y poemas?”, a lo que yo entendía que usted, con un lenguaje despectivo, para salvar la literatura cristiana, sugiere que eso estaba ahí ya y que es de eso de lo que echaba mano Cristo. Lo cual me parece innecesario. Cristo no contaba historietas y sus parábolas no son comparables a los mitos de que habla la epístola canónica.
En cuanto a la precisión final, tiene razón en el griego. Pero no en la exclusiva fijación con los gnósticos. San Pablo mira también a los judíos, sus genealogías, cuentos de viejas. San Ignacio Magno, como le decía, también lo interpreta así, recogiendo los términos de la epístola católica.
28/01/22 10:12 PM
  
Ecclesiam
Hago notar que yo no he dicho ni comentado nada, sólo he citado textos de las Sagradas Escrituras y puesto algunas traducciones a una palabra de la misma. El que ataca o contradice es, pues, las Sagradas Escrituras.

«Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre. No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas»
Hebreos 13, 8-9
29/01/22 1:34 PM
  
África Marteache
Ecclesiam: Siempre me ha llamado la atención el uso y abuso que hace de las escrituras. Si los escritores católicos hubieran hecho lo mismo se acabó Chesterton, Belloc, Bloy, Tolkien (este es el peor porque le gustaban los mitos más que a un tonto una tiza), Vaugh y hasta este último que estoy leyendo que se llama Martin Mosebach y es el único que está vivo y es más joven que yo.
Me ha encantado el comentario de Gris Funcionario sobre "Retorno a Brideshead" y debo decir que la novela que estoy leyendo, "El príncipe de la niebla" del autor ya mencionado, es todavía menos explícita, pero un autor católico echa una mirada católica a los temas que trata y hasta en la Isla del Oso se pueden encontrar las ambiciones, los engaños, los trucos, las pompas y el sinsentido que llevó a Europa a la Guerra del 14, eso sí, con una mirada muy irónica y gran complicidad del lector porque si no se queda en nada. Pero lo mismo podría decirse de su contenido histórico ya que la aventurilla de Lerner en el Ártico solo está relacionada con esta guerra en la mente del lector, que puede o no encontrar un anticipo de lo que pasó en esa isla ignota con lo que pasó en Sarajevo años después. Sin embargo yo lo he encontrado y no debo ser la única porque, después de empezada su lectura, en la contraportada ponía que el jurado que le concedió el premio Georg Büchner le reconoció "conciencia humorística de la historia". Es decir una novela de ficción, que no pretende ser histórica en absoluto, indica que su autor tiene conciencia irónica de la historia. Pues, de la misma manera otras novelas de ficción, como las de Tolkien, pueden reflejar que el autor tiene conciencia cristiana.
Estar citando la Biblia continuamente no es Literatura, es Teología.
29/01/22 5:06 PM
  
Ecclesiam
"Siempre me ha llamado la atención el uso y abuso que hace de las escrituras".

Salvo que se demuestre en qué y cómo he abusado de las Sagradas Escrituras, esto no es más que una calumnia sin fundamento alguno.

Por otra parte, no sé en qué puedo estar abusando con sólo citar algún versículo y no dar ningún comentario ni explicación, sólo cito, sin más, ¿dónde está el abuso? Precisamente, no hago ningún comentario para que, los que pretenden atacar mi supuesta posición, estén atacando realmente a la doctrina de las Sagradas Escrituras, porque ahí sólo hay citas de la Escritura, no hay ni una sola jota o coma de mi propia boca. Y ahí es donde choca toda esta doctrina extraña del literalismo o librismo, que da la impresión de ser cierto gnosticismo, doctrina completamente extraña (en un mal sentido) a la Tradición, Escritura y Magisterio.
29/01/22 5:22 PM
  
Scintilla
Ecclesiam, Ecclesiam: Para no interpretar y no ser interpretado debería no existir, es decir, no hablar. Leer y callar. O ni siquiera leer. Desde luego que no es necesario leer para ser santo.
Pero no se engañe ni pretenda engañar: toda intervención es una interpretación. Sus citas, por muy desnudas que las presentase, ya lo serían: trae traducciones. De hecho, no las trae en griego o en hebreo. Ni siquiera en el latín recibido. Porque se dirige a otros y desea que eso se entienda por otros. Y es consciente de que las traducciones ya suponen interpretaciones, que no siempre se interpretan como uno cree que deberían, y por eso señala el sentido de muthos. Una cita es una intervención. Una intervención que en su caso es una interpretación de otro texto, el de don Miguel. O una propuesta de interpretación. Sincopada, si me permite la broma musical.
Yo a lo mejor no lo llamaría abuso, como doña África, sino un uso peculiar de la cita, un uso tajante y con pretensiones definitorias. Como usted mismo explica: son citas contra el contenido del blog. Pero no por utilizar usted citas se puede dejar de discutir cómo las usa usted, para qué las pone en acción. Porque usted las pone con un fin, no las cita para la erudición llana de los lectores que pasen por aquí: quieren que lean el texto y luego lo interpreten a la luz de las citas que usted les suministra. De ahí a sentirse ofendido por calumnia, no sé, me parece que hay un trecho. Calumnioso me parecería que le llamara hereje o algo parecido. Hay textos escolásticos que abusan de la cita bíblica y nadie los supone heréticos ni que decir eso supone calumniarlos.
Que es, por cierto, lo que usted hace con este post, que tilda de "cierto gnosticismo" (en tanto que con eso quisiera señalar conscientemente una herejía, o la constante tentación herética del cristianismo, tan presente hoy no sólo en las creencias del pueblo llano), lo que implicaría, a mi entender, que en él se defendiera algo así como que la salvación del alma procede de los libros y de las lecturas, que la lectura de éstos proporcionan el conocimiento necesario para salvarse, lo que no es el caso, sino que más bien se esfuerzan por defender el papel de la lectura en general para enriquecer nuestra mirada sobre el mundo, que la fe hace aguda y penetrante. San Juan de la Cruz utilizaba romancillos de ciego para montar sobre ellos su Cántico. Y había leído, y cuánto y cuán bien, a Garcilaso, poeta del amor erótico. Y sobre eso no sólo hay poiesis, sino sabiduría espiritual desarrollada en las glosas.
Debo decirle, finalmente, que me encanta leer sus intervenciones porque me hacen pensar a la contra del texto y me recuerdan que debo andar con la cuerda corta. Y que comparto con usted una escasa afición por la literatura que se aleja mucho de lo que podríamos llamar literatura estrictamente espiritual, Pero he tenido mis momentos literarios y reconozco que cuando algún motivo me obliga a leer fuera de esos terrenos también puedo disfrutar (si el texto es bueno y no ofende la fe, que era lo que se solía poner en las censuras de los libros cuando la literatura daba gloria a Dios en todas sus formas).
29/01/22 9:30 PM
  
Ecclesiam
No tiene que ver cómo me sienta, sino qué es objetivamente tal acto.
Y es calumnioso porque abusar de las Sagradas Escrituras es un pecado gravísimo.

Además, no he acusado a esta doctrina de gnosticismo, sino de 1. que da la impresión de 2. cierto gnosticismo.

Lo de la interpretación, etc no viene al caso. Hay cosas que son interpretables, hay otras que no, y de las que son interpretables, hay cosas que son menos y otras que son más, etc. Y esos textos de las Divinas Escrituras no dejan mucho margen para interpretar.
29/01/22 10:03 PM
  
Scintilla
Es evidente, querido Ecclesiam, que se siente ofendido. Otro sería su tono si no lo sintiera, si hablara de la supuesta calumnia como quien habla del punto de ebullición del agua.
Pero dejemos los sentimientos a un lado. Vamos a lo objetivo, como usted dice. Que no tiene por qué ser como usted dice. Ya le he dicho que no me parece que usted abuse de las Escrituras. De hecho, me parece que en estos tiempos acudimos a ellas demasiado poco, en la Iglesia y fuera de ella. Y por eso me gustan sus intervenciones. Ni creo que fuera por ahí doña África, sino más bien, no sé si la interpreto bien, porque usted viene por aquí no a tratar con otras personas, sino a cortar y a pegar fragmentos de la Biblia como si eso fuera lo que ésta nos tiene que decir y como nos tiene que decir, es decir, como si Dios, en este preciso momento nos ofreciera por mano de usted el recuerdo de esa palabra como sin con ella todo otro comentario holgara. Y eso es abusar. Así que, al hacérmelo pensar de nuevo, creo que tiene razón doña África: abusa usted de la Biblia, hace un uso desmesurado de ella, y en buena medida soberbio, que es un pecado capital, lo sé, y se lo digo conscientemente para que lo medite. Por ello creo que el comentario de doña África, bien entendido, podría servirle para aviso y enmienda, que no es necesario que nos citen la Biblia para que nos arrepintamos de un error o corrijamos una mala tendencia (aunque no sé si en su casa le citaban la Biblia para que supiera que le mandaban al cuarto de los ratones con toda razón).
Y esa soberbia se acusa también en cómo ve las acusaciones que le hacen muy graves y las que usted hace a los demás pellizco de monja. No sé que santos lee, pero los que tengo hojeados suelen hacerlo al revés: se acusan amargamente de lo poco que yerran y hacen la vista gorda con el vecino que les incordia. No hay en la Tradición elegancia moral más constante: de David a santa Teresa, de san Pablo a Merry del Val. Le cito yo ahora, no sé si impertinentemente a su juicio, la epístola de hoy: "Si conociere todos los misterios... y no tuviera caridad, nada sería... la caridad es sufrida, benigna... no tiene celos, no se pavonea, no se infla, no traspasa el decoro, no busca lo suyo, no se exaspera, no tiene cuenta del mal, no se goza con la injusticia, antes se goza con la verdad"
Sin llegar a esas alturas espirituales, si no despreciara otro tipo de literatura o hubiera tenido buenos ejemplos podría haber aprendido a no traer cuenta muy particularmente, ya que lo supongo varón, de los deslices de las damas. Sobre todo cuando van en nuestra contra. Así distinguimos a los caballeros cuando todavía no han llegado a santos (que no dejan de hacerlo cuando llegan, como nos recuerda Cervantes en su Quijote). Y nos hacemos más bellos.
Finalmente: pues no han dado lugar a interpretaciones no ya esos (de los que usted trae, particularmente el de Hebreos), sino todos los versículos de la Biblia. Y me hace gracia de nuevo su argumento final: lo que me dice de la interpretación no hace al caso... pero yo te digo lo que es interpretable y lo que no. Y cómo: como yo digo. Pero, en definitiva, sin decirlo, para no romper la magia de la impoluta apariencia de verdad de lo que dice, que no es más que reproducción de la BIblia y, en su cabeza, lo que habría de hacerse una vez leído ese fragmento por usted revelado. Sólo permanece inatacable si se esconde detrás de la desnuda literalidad bíblica, cosa que no ha hecho, que yo sepa, ningún santo. Y gracias a eso tenemos la Tradición que todos veneramos. Porque el cristiano se expone, arriesga, contando con la gracia, encomendándose a Dios, no escondiéndose detrás, como el que guardó el talento debajo de tierra.
30/01/22 8:43 AM
  
Ecclesiam
Bueno, como aquí hay algún argumento, vamos a ello.

"sino a cortar y a pegar fragmentos de la Biblia como si eso fuera lo que ésta nos tiene que decir y como nos tiene que decir, es decir, como si Dios, en este preciso momento nos ofreciera por mano de usted el recuerdo de esa palabra como sin con ella todo otro comentario holgara. Y eso es abusar."

Esto no es abuso. Para entenderlo, hay que saber que, exponer una doctrina de la Escritura, en este caso, citando textos de la misma, hace que, efectivamente, todo otro comentario huelga. Sin embargo, yo asumo que expongo una doctrina de las Sagradas Escrituras, la cuestión no está en que, reconocer que una doctrina es de la Divinas Escrituras hace que todo comentario huelgue, sino en que si es verdad o no que tal doctrina expuesta es la doctrina de la Escritura. Por ejemplo, si alguien habláse de la veneración de las imágenes, y alguno viniese a citar aquél famoso pasaje de Éxodo como refutación a la doctrina de la veneración, el que expone esta doctrina (de la veneración a las imágenes) debe llanamente demostrar con las mismas Escrituras u otra autoridad que sea aceptada por su contrincante que, tal doctrina o supuesta exposición doctrinal de las Santas Escrituras, no es realmente tal, o que, lo que aparentemente se ve tan claro como una refutación a la veneración, no es realmente una refutación a esa doctrina de la veneración.

Entonces, lo que queda es demostrar con la autoridad que todo católico debe aceptar (Escritura, Tradición y Magisterio) que los textos que yo he citado, o no expresan con claridad la doctrina de las Sagradas Escrituras, o no están atacando realmente a la doctrina expresada por el autor. Algo que, en todas las intervenciones que he hecho en este blog en particular, no he visto que nadie haya sido capaz hasta el momento. Al fin y al cabo, como ya dije, toda esta doctrina del "literalismo" o "librisimo" (o quizá por ser su autor fundacional el "seniorismo") es completamente extraña (en un mal sentido) a la Tradición, Escritura y Magisterio, y creo que está haciendo mucho daño. Además, yo no veo ningún fundamento en las fuentes de la revelación y en el Magisterio de esta doctrina (y sí veo contradicción con ellos), luego no puedo aceptarlo.
01/02/22 3:03 PM
  
Ecclesiam
Respecto de la calumnia, esto es objetivo y no tiene que ver cómo uno se sienta, cito al Catecismo de la Iglesia Católica:

2477 El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (cf CIC can. 220). Se hace culpable:

— de juicio temerario el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo;

— de maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran (cf Si 21, 28);

— de calumnia el que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos.

2478 Para evitar el juicio temerario, cada uno debe interpretar, en cuanto sea posible, en un sentido favorable los pensamientos, palabras y acciones de su prójimo:

«Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve» (San Ignacio de Loyola, Exercitia spiritualia, 22).

2479 La maledicencia y la calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo. Ahora bien, el honor es el testimonio social dado a la dignidad humana y cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto. Así, la maledicencia y la calumnia lesionan las virtudes de la justicia y de la caridad.


El que uno deba no deba defender su buena fama es loable cuando es prudente hacerlo. En este caso, atacar mi buena fama considero que implica atacar a la doctrina que expongo, que es la de las Sagradas Escrituras, porque se me acusa de abusar de las mismas, lo que haría falsa la doctrina que expongo que, por cómo se ve, es claramente la doctrina de las Escrituras. Y es calumnia porque no se sustenta en la verdad, pues no es verdad que abuso de ellas, como se ha quedado demostrado.

Pero esto no es la cuestión del post, sólo me permito apuntalar esto en orden a la exposición doctrinal que he hecho, y con esto acabo aquí mi intervención.
01/02/22 3:12 PM
  
Scintilla
Maese Ecclesiam:
Aquí, las únicas personas que pueden sufrir calumnias e injurias son quienes firman con su nombre y apellidos.
Un luterano o un puritano no habrían defendido mejor que usted la tesis de la sola Scriptura. Enhorabuena.
02/02/22 9:33 AM
  
Ecclesiam
Aunque sea un prójimo anónimo, aún soy un prójimo, y eso no me impide tener o no buena fama. De hecho, en los primeros siglos del catolicismo hubieron no pocos autores anónimos de escritos doctrinales y espirituales, cuya autoridad gozó de buena fama entre los buenos cristianos, hasta el punto que en el Oficio de Lecturas se leen algunos de sus escritos en las primeras lecturas. Por lo demás, es claro que, aún con un apodo, no quita que, si mi fama es de quién abusa de las Escrituras, por mucho que sea anónimo, quién vea mi apodo me considerará un abusador de la Santísima Palabra de Dios.

Por otra parte, es extraño que allí sea un gran defensor de la Sola Escritura, cuando yo cito ahí precisamente a las tres autoridades que todo católico debe aceptar, y lo digo explícitamente, en mi mensaje del 01/02/22 3:03 PM, me cito:
Entonces, lo que queda es demostrar con la autoridad que todo católico debe aceptar (Escritura, Tradición y Magisterio)

Y además, rechazo esta doctrina expuesta en el post por no ser concordante con esta triple autoridad doctrinal, cito de mi mismo mensaje:
toda esta doctrina del "literalismo" o "librisimo" (o quizá por ser su autor fundacional el "seniorismo") es completamente extraña (en un mal sentido) a la Tradición, Escritura y Magisterio, y creo que está haciendo mucho daño. Además, yo no veo ningún fundamento en las fuentes de la revelación y en el Magisterio de esta doctrina (y sí veo contradicción con ellos), luego no puedo aceptarlo.

¿Será que un puritano o protestante hubiese escrito esto? Si ellos aceptan la autoridad del Magisterio, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura, entonces sí, sin ninguna duda, te doy la razón.

Además, es un hecho que nada hay tan tradicional como fundamentar en las Sagradas Escrituras la doctrina que se ha de mantener, así fue la práctica común de los grandes santos padres y doctores de la Iglesia, y así confiesa el Magisterio por medio del Papa León XIII en la Providentissimus Deus #35:
Es muy de desear y necesario que el uso de la divina Escritura influya en toda la teología y sea como su alma; tal ha sido en todos los tiempos la doctrina y la práctica de todos los Padres y de los teólogos más notables. Ellos se esforzaban por establecer y afirmar sobre los libros santos las verdades que son objeto de la fe y las que de éste se derivan; y de los libros sagrados y de la tradición divina se sirvieron para refutar las novedades inventadas por los herejes y para encontrar la razón de ser, la explicación y la relación que existe entre los dogmas católicos. Nada tiene esto de sorprendente para el que reflexione sobre el lugar tan importante que corresponde a los libros divinos entre las fuentes de la revelación, hasta el punto de que sin su estudio y uso diario no podría la teología ser tratada con el honor y dignidad que le son propios. Porque, aunque deban los jóvenes ejercitarse en las universidades y seminarios de manera que adquieran la inteligencia y la ciencia de los dogmas deduciendo de los artículos de la fe unas verdades de otras, según las reglas de una filosofía experimentada y sólida, no obstante, el teólogo profundo e instruido no puede descuidar la demostración de los dogmas basada en la autoridad de la Biblia. «Porque la teología no toma sus argumentos de las demás ciencias, sino inmediatamente de Dios por la revelación. Por lo tanto, nada recibe de esas ciencias como si le fueran superiores, sino que las emplea como a sus inferiores y seguidoras». Este método de enseñanza de la ciencia sagrada está indicado y recomendado por el príncipe de los teólogos, Santo Tomás de Aquino[44], el cual, además, como perfecto conocedor de este peculiar carácter de la teología cristiana, enseña de qué manera el teólogo puede defender estos principios si alguien los ataca: «Argumentando, si el adversario concede algunas de las verdades que tenemos por revelación; y en este sentido disputamos contra los herejes aduciendo las autoridades de la Escritura o empleando un artículo de la fe contra los que niegan otro. Por el contrario, si el adversario no cree en nada revelado, no nos queda recurso para probar los artículos de la fe con razones, sino sólo para deshacer las que él proponga contra la fe»[45].
06/02/22 2:08 AM
  
Scintilla
Providentísimo Dios, 9: Conviene aquí traer a San Agustín donde advierte (sermón 179) que «Será un inane predicador de boquilla de la palabra de Dios aquel que no le presta oído en su interior», que es lo mismo que enseña San Gregorio (en su Regla Pastoral) a los predicadores sagrados, que «antes de sermonear con la palabra de Dios a los otros se examinen a sí mismos, no vaya a ser que buscando las buenas acciones de los demás abandonen las suyas propias».
Como verá, le propongo una traducción distinta a la oficial que trata de ser más respetuosa con la franqueza y contundencia de los Santos padres allí citados, la que admite nuestra lengua. No sé qué relamido latinista metió ahí mano.
Seguramente podría ser su padre, así que no me trate usted de tú, que tampoco es mi hijo.
06/02/22 9:01 AM
  
Ecclesiam
En el texto que he citado de la Providentissimus Deus el Papa sólo hace referencia a la obra de santo Tomás de Aquino.
06/02/22 2:50 PM
  
Scintilla
Pues léala en su conjunto, donde no sólo se cita, ni mucho menos, al Aquinate. De hecho, la autoridad más citada en el texto, como no podía ser de otra manera, es san Agustín. En ese sentido (y quizá en algún otro), creo haber sido más fiel al espíritu de una encíclica dirigida esencialmente, no se olvide, a los eclesiásticos y especialistas, a los profesionales de la predicación y sus auxiliares. Cuando llegue a lo que el traductor castellano distingue como parágrafo nono, encontrará lo que le cito y su fundamentación exegética.
Para los que no somos predicadores, aunque gozamos de la lectura, estudio y meditación de las Escrituras a través de lo que nos ofrecen esos sabios, séanos permitido seguir atendiendo aquellas palabras del Apóstol: "No extingáis el Espíritu: revisadlo todo, quedaos lo bueno y rechazad todo lo que pinte vicioso". Si a usted le parece vicioso este blog, con no volver a leerlo, después de haber dejado claro que todos los que venimos por aquí nos vamos a condenar con su autor por herejes de librismo y reos de la tendencia a la calumnia y difamación de quien es la Ecclesia encarnada, creo que ha cumplido con la misión evangelizadora que siente tener impuesta.
Dios le bendiga y le cuide en sus caminos para que un día llegue a verLe.
06/02/22 7:28 PM
  
Ecclesiam
Lo que dice el Papa León XIII ahí es suficientemente claro; leerla en su conjunto no cambiará lo que allí expone, en todo caso, lo reforzará, como justo después lo hace el Papa en el numeral 37.

Y si esta doctrina extraña se sigue extendiendo, los buenos católicos, con la ayuda de la gracia, tendrán que combatirla con más fuerza y ahínco, no basta con ignorar y hacer como que no existe. A este respecto conviene leer la entrada 671 del padre Iraburu aquí en InfoCatólica.

Por lo demás, visto que no hay nada más qué replicar, me despido.
06/02/22 8:17 PM

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