Cinco viejas advertencias sobre las nuevas tecnologías
«Niña pelirroja leyendo». Lilla Cabot Perry (1848-1933). |
«No ai más dicha ni más desdicha que prudencia o imprudencia».
Baltasar Gracián. Oráculo manual y arte de prudencia
Hace casi 25 años, a finales de los años 90 del pasado siglo, el discípulo aventajado de Marshall Macluhan, Neil Postman, puso sobre la mesa cinco advertencias al respecto del cambio tecnológico digital que comenzaba entonces su desarrollo y que hoy impera sobre nosotros. Postman lo hizo en el curso de una charla que dictó en un Congreso Internacional sobre Nuevas Tecnologías y Persona Humana, celebrado en Denver en 1998, pero no pudo comprobar si sus premoniciones eran acertadas, pues murió en los albores de este siglo, en el año 2003. Y si bien creo que no estuvo desacertado, probablemente se quedó corto.
Partiendo de tal precedente, me he permitido la licencia de adaptar tales advertencias, sorprendentemente lúcidas, al tema de la infancia y al de la dictadura tecnológica y digital que, con nuestro inconsciente consentimiento, tiene sometida a aquella.
Primera Advertencia. Postman la define del siguiente modo: «Todo cambio tecnológico implica un compromiso. (…). La tecnología da y la tecnología quita». No podemos reparar solo en aquello que la tecnología parece dar a nuestros hijos, en esa deslumbrante magia que nos asombra tanto a nosotros como a ellos. Porque, a cambio, se nos pasará al cobro –si no está pasándose ya– el correspondiente precio. Y este precio adquiere la forma de problemas de concentración, destrucción de la imaginación y muerte de la poética, y por si esto fuera poco, también de alejamiento de la realidad. Hagan pues un balance de perdidas y ganancias, y decidan en consecuencia. Porque, como concluye Postman, «la cultura paga un precio por la tecnología que incorpora».
Segunda Advertencia. Neil Postman escribió que debemos ser conscientes de que la tecnología favorece a algunos y perjudica a otros. Por tanto, que siempre habrá vencedores y vencidos en los cambios tecnológicos. Así, en esta era de la información en la que han nacido y están creciendo nuestros hijos, los padres deberemos preguntarnos a qué grupo pertenecen los pequeños, si al de los que sacan provecho o al de los que sufren daños. Yo no albergo dudas al respecto: sin cuidado y supervisión, abandonados a su suerte, al albur de aquello que reciban sin barreras ni controles a través de sus teléfonos, ordenadores y demás artefactos, los niños –y su inocencia––, llevan siempre las de perder.
Tercera Advertencia. Marshall McLuhan, el maestro de Postman, nos dejó una famosa y enigmática frase: «El medio es el mensaje». De acuerdo con esta idea, nuestro autor afirma que «toda tecnología incorpora una filosofía que es expresión de cómo ella nos hace usar nuestra mente, de en qué medida nos hace usar nuestros cuerpos, de cómo codifica nuestro mundo, de cuáles de nuestros sentidos amplifica, y de cuáles de nuestras emociones y tendencias intelectuales desatiende». No hace falta mucho discernimiento ni estudio para apercibirse de, a qué cosas atiende este nuevo mundo cibernético y digital (lo aparente, lo superficial, lo sentimental, lo histriónico, lo virtual), y qué cosas arrincona (lo racional, lo profundo, lo tradicional, lo bello, lo real).
Cuarta Advertencia. Postman dice: «Hemos de saber que el cambio tecnológico no es aditivo, es ecológico. (…). Un nuevo medio no añade algo, lo cambia todo». Esta observación nos empuja a ser cautos y a averiguar qué transformaciones trae consigo cualquier novedad antes de abrazarla incondicionalmente. Y más tratándose de niños, cuya inocencia y bienestar están bajo nuestro cuidado. «Las consecuencias del cambio tecnológico siempre son amplias, a menudo impredecibles y en su mayor parte irreversibles», nos dice Postman, y en este caso, algunos de sus efectos son ya notorios, pero otros solo estamos empezando a vislumbrarlos, y lo que vamos sabiendo no es alentador.
Quinta y última advertencia. El sociólogo norteamericano nos termina advirtiendo que habremos de mitigar nuestro entusiasmo por la tecnología, pues este fácilmente podría volverse una forma de idolatría. La tecnología no es parte de un plan divino sino el producto de la creatividad humana, y por lo tanto no deberemos bajar nunca la guardia, pues la amenaza que nace de nuestro orgullo y de nuestra capacidad para el mal, estará ahí, latente o presente, pero estará ahí, incrustada en el uso dado a esa tecnología.
Visto todo ello, algunos de entre ustedes pensarán para sus adentros: «todas las advertencias que nos muestra usted sobre las tecnologías digitales parecen razonables, pero son igualmente aplicables a la tecnología que tanto defiende, pues también en su día sufrimos un cambio revolucionario de mano de la imprenta. ¿Hay acaso alguna diferencia entre una y otra?». La respuesta ante tan buena pregunta es que sin duda existe una diferencia. Una diferencia que radica no solo en la disparidad ontológica que hay entre la imagen y la palabra, centros neurálgicos de una y otra tecnología, sino, a mayores, de la tiranía que la primera –la imagen– ejerce sobre nuestras vidas a través del mal uso que estamos haciendo de las nuevas tecnologías, y del desprecio que estamos dando a los beneficios que la segunda –la palabra–, nos sigue ofreciendo a través de los libros.
De las razones de esta diferencia hablé en esta entrada, a la que les remito:
«De la imagen y la palabra».
De los efectos perniciosos de ese mal uso traté en estas tres entradas, a las que les remito también:
«El mundo digital y nuestros niños».
«El mundo digital y nuestros niños II (la atención perdida)».
«A nuestros adolescentes leer ya no les “mola"».
Finalmente, los beneficios que nos siguen ofreciendo hoy los libros y la necesidad de mantenerlos con nosotros son el tema de estas dos últimas entradas a las que les re-dirijo igualmente:
«De por qué los buenos y grandes libros son hoy tan necesarios».
«¿Podemos realmente prescindir de los libros?».
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Pero el recuerdo de tener entre mis manos un libro, apartado de la ferocidad del recreo, me es grato. Yo sabía que tenía un tesoro que estaba vedado para los demás. Papel impreso con palabras que fue tan condicionante en mi vida,:una salvación, un regazo y una vocación.
2. Vamos con las advertencias: «Todo cambio tecnológico implica un compromiso. (…). La tecnología da y la tecnología quita». ¿Qué quitó la tecnología cuando se inventó la rueda, el tenedor, el tractor, el automóvil, la calculadora, la computadora, ...?
3. ...la tecnología favorece a algunos y perjudica a otros. Al bien común nunca lo perjudica, entonces ¿cómo es que hay vencedores y vencidos si en la cultura permanece lo que quiere todo el mundo?
4. ...El medio es el mensaje». De acuerdo con esta idea, nuestro autor afirma que «toda tecnología incorpora una filosofía que es expresión de cómo ella nos hace usar nuestra mente, de en qué medida nos hace usar nuestros cuerpos, de cómo codifica nuestro mundo, de cuáles de nuestros sentidos amplifica, y de cuáles de nuestras emociones y tendencias intelectuales desatiende». Cuando se inventó la rueda o la mesa y la silla fue porque ya la "mente" y los "cuerpos" veían que caminar cargados cientos de kilómetros no favorecía a nadie o que una máquina de quirófano no codifica nada sino que facilita la labor de salvar vidas. El pecado es el que hace el mal uso de la tecnología.
5. ...Hemos de saber que el cambio tecnológico no es aditivo, es ecológico. (…). Un nuevo medio no añade algo, lo cambia todo». En definitiva es el juego marxista de la suma cero. Toda tecnología aceptada por el bien común da valor añadido a la cultura de un pueblo en el terreno que sea.
6. ...El sociólogo norteamericano nos termina advirtiendo que habremos de mitigar nuestro entusiasmo por la tecnología, pues este fácilmente podría volverse una forma de idolatría. La tecnología no entiende del pecado, es humano hacer la bomba atómica mediante la técnica derivada de la ciencia. Pero, idolatrar una bomba atómica es en esencia el mismo pecado que idolatrar una estatua de mármol de un dios en la que también se empleó la técnica o tecnología. Y todo lo permite Dios.
Dicho esto la semana pasada descubrí que mi hijo de 6 años aprendió a desinstalar la app de control de aplicaciones y que busco en Google súper Mario (el juego que quiere que le compremos, claro que no lo haremos) y descargo videos del asunto en youtube, ese mismo día se acabaron las pantallas, solo las usa dos horas al día para estudiar conmigo, pero después me llevo conmigo hasta el mando del televisor que también tiene acceso a Internet, porque un niño que sabe leer y escribir bien con Internet es un peligro.
No entiendo como hay padres que dejan a su hijo de 8 o 10 años ir solo a la escuela con un móvil, me parece la peor convinacion.
El tema de la tecnología hay que verlo desde un punto de vista más amplio. No es un tema particular de los menores o de la educación.
Hay algunas reflexiones de Castellani muy interesantes al respecto. Yo lo veo como una gran paradoja. "Dominad la tierra", y ese dominio nos acerca a nuestro final.
Cada avance tecnológico soluciona un problema inmediato y crea uno mayor a futuro. Como consecuencia del pecado original el hombre no solo busca el dominio, busca la creación del Paraíso que perdió. Y como Sísifo está constantemente "subiendo" nueva tecnología con la esperanza de conseguirlo. A diferencia del mito, con cada avance tecnológico conseguido se pone más lejos de alcanzar ese Paraíso, y la nueva piedra que tiene que subir es mayor que la anterior.
Visto en perspectiva, probablemente sea uno de los puntos clave antes de la Parusía. El hombre no puede estar evolucionando tecnológicamente indefinidamente sin que la propia humanidad se vea aplastada totalmente por sus consecuencias en algún momento.
A propósito en el cole muchas veces no me dejaban usar calculadora para que aprendiera a hacer las operaciones intermedias y desarrollará capacidad de cálculo que l calculadora me quitaba aunque me daba velocidad y precisión... Por tanto da y quita.
La rueda aporta velocidad, capacidad de carga que también daba un caballo o un buey pero sí que ciertamente aumentaba los posibilidades... Aunque nada como una mula para ir por medio del campo sin asfaltar con el arado pero que bien va la rueda por carretera lisa. Sí la rueda aporta pero también quita, no olvide cuántas vidas se han perdido en la carretera por un deslizamiento de la rueda, rotura d una rueda o exceso de velocidad. Da y quita... De todas formas creo que se hablaba aquí de la tecnología digital que empezaba a finales de los 90.
Tenemos tecnología que nos promete tenerlo todo y la felicidad pero no somos capaces de conectar con el de al lado. Mientras nos promete comunicarnos con todos cada vez estamos más aislados y nos comunicamos peor con los cercanos cara a cara...
Personalmente en mi trabajo me gusta la tecnología que me hace más eficiente. En mi vida personal me gusta la libertad de no depender de tecnologías que me da tiempo e independencia. Poder decir que no me hace libre. Hay veces que se puede usar para bien en lo personal pero muchas otras para mal. A la uno que se convirtió buscando información por internet que no encontraba en los libros que tenía a su alcance y que es difícil ver un UEN libro católico en una librería famosa.
Específicamente luchó contra las llamadas redes sociales, no contra un ordenador que solo hace lo que tú le mandas cuando tú le mandas. Cuando quiero entro a ver digitalmente información como en infocatolica o el correo... Para quien sepa tener frenado el mundo y estar encendido espiritualmente a toda velocidad... Pues bien pero en mi caso como me afecta a mi vida espiritual lo tengo apartado.
Cada cual recoja lo que siembre pues somos libres
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