¿Y... qué hay de los bebés?
La canción de cuna de los ángeles, de William-Adolphe Bouguereau (1825-1905).
«Las nanas son las reverendas madres de todos los cantares y los cantares de todas las madres».
Rodrigo Caro (1543-1647)
Los estudiosos han venido reconociendo que los primeros años de vida son una etapa crucial en el desarrollo de un niño, y que a menudo es el momento en que se comienza a definir el compromiso y el entusiasmo de los pequeños por la actividad lectora (Finnegan 2016; Goswami 2015; Knickmeyer et al. 2008, Byrnes y Wasik 2009).
La verdad es que, en términos generales, estos estudios no nos están diciendo nada nuevo. Los jesuitas ya nos habían informado de ello con unos cuantos siglos de adelanto, con aquello de «déjenme un niño hasta los siete años que yo les daré un hombre» (proverbio este al paracer falsamente atribuido a San Ignacio de Loyola).
No obstante, no está de más echar un vistazo a estas nuevas investigaciones, de las que se desprende que el desarrollo de la lectura, de manera significativa desde el nacimiento, ayudará a que los niños continúen cultivando adecuadamente este hábito mas adelante. Y destaco que estos trabajos se están refiriendo a niños menores de tres años.
Ya les hablé en su momento de la importancia de estas costumbres tempranas y de la conveniencia de cantar rimas, recitar poemas o contar historias aún antes de nacer: Primeras rimas y canciones; Construyendo un hábito (i): la lectura en voz alta; Relatos a los pies de la cama; La importancia de los álbumes ilustrados y la lectura temprana; Elogio de la repetición y Tres pequeños libros para niños pequeños. Sabemos que los bebés pueden oírnos desde aproximadamente las 18 semanas, y si les cantamos y les hablamos, reconocerán nuestra voz cuando nazcan.
Y una vez hayan nacido hay que continuar. Sigamos compartiendo con ellos historias, canciones y rimas. Les encantará escuchar nuestra voz, sentir nuestro interés y entusiasmo, mirar los dibujos y, en su momento, ovillados entre nuestros brazos, los veremos disfrutar sosteniendo los libros, pasando las hojas, levantando las solapas… Leer libros, escuchar cómo los leemos, hablar de las ilustraciones y de lo que nos cuentan y acurrucarse junto a nosotros ayudará a construir una relación fuerte y amorosa entre padres e hijos, y dejará en ellos una huella. Así que deberemos convertirnos en sus juglares domésticos. ¡Cantemos y recitemos en alta voz y no paremos de hacerlo!
Al final del día, de William Sergeant Kendall (1869-1938) y Madre e hija leyendo, de Frederick Warren Freer (1849-1908).
Y es que es importante esforzarse. Tratar de recobrar ese arte perdido de leer en voz alta: la entonación, el ritmo, las pausas… para así crear un vínculo fascinador entre el adulto y el niño que descubra a este el poder de la lectura que aquel posee y le invite a volver una y otra vez a ese mundo mágico de signos e imágenes, de música y voces. Al leer el libro repetidamente, acurrucado en el colo del adulto y envuelto por la voz paterna, el pequeño irá poco a poco aprendiendo a situar las palabras en la página y en la cabeza ayudado por su memoria visual y auditiva, y así irá creciendo en remembrazas y recuerdos.
Voy a referirme preferentemente al folclore popular infantil, tan rico en nuestra lengua y tan abandonado hoy. Comenzando con las nanas, que mecen el sueño infantil en la cuna y, según médico y ensayista Juan Rof Carballo, prolongan la “urdimbre primigenia” entre la madre y el bebé, pasando por las coplillas en las que se aprende a nombrar partes del cuerpo y se proporciona a los pequeños conciencia de sí mismos, y acabando con las enumeraciones contenidas en las retahílas, que ofrecen a los niños la posibilidad de inventariar y distinguir. Tampoco hemos de dejar de lado las aleluyas, los villancicos y las oraciones, que uniendo la imagen, la palabra, el ritmo y la melodía, les dan las primeras nociones religiosas, o los refranes y adivinanzas, que transmiten retazos de sabiduría y tradición, y mucho menos los juegos de palabras y trabalenguas, que afinan entendimientos e inteligencias y adiestran fonética y pronunciación. Y para terminar, los juegos mímicos y las canciones escenificadas, las cuales dotan al niño de coordinación motora y de un sentido dramático del mundo, sin olvidar tampoco a las canciones de los juegos, corros, ruedas y combas, que suponen un verdadero entrenamiento en pequeñito para empezar a adentrarse en el mundo de los adultos y preparase para el reto de crecer.
Canción de cuna. Ilustración de Marie Fischerová-Kvěchová (1892-1984).
Esta literatura popular infantil, anónima y siempre presente, heredada, renovada y fielmente guardada en el seno de una tradición todavía viva, debe ser conservada, y aunque no sepamos de dónde viene ni a dónde va, lo que sí sabemos es que viajará en el corazón de nuestros hijos allá donde vayan.
Más de una vez me han preguntado por los libros manejamos en casa cuando mis hijas eran pequeñas, algunos de los cuales ya están comentados en el blog. He hecho una relación de esos titulos y he añadido algunos otros tambien interesantes, muchos de los cuales se encuentran hoy injustamene olvidados. Quiero romper una lanza en favor de una erudita y estudiosa de la literatura infantil, postergada en nuestros días por las editoriales; me refiero a Carmen Bravo-Villasante (1918-1994), filóloga, folclorista, biográfa, traductora y pionera en el estudio universitario de la literatura infantil. Ella sola ha dejado un reguero de libros hermosos y cuidados, tanto en la forma como en fondo, rescatadores de tradiciones muy nuestras que no deben perderse.
Alguno de los libros publicados por Carmen Bravo-Villasante.
Una lista de recomendaciones lectoras hasta los 3 años
- Al corro de la patata, de Carmen Bravo-Villasante.
- Pito, pito, colorito: folclore infantil, de Carmen Bravo-Villasante.
- Colorín, colorete, rimas y canciones infantiles tradicionales recopiladas por Carmen Bravo-Villasante.
- Adivina, adivinanza, de Carmen Bravo-Villasante.
- Arre moto piti poto, arre moto piti pa, de Carmen Bravo-Villasante.
- China, china, capuchina, de Carmen Bravo-Villasante.
- El libro de las adivinanzas, de Carmen Bravo-Villasante.
- El libro de las fábulas, de Carmen Bravo-Villasante.
- El libro de los trabalenguas, de Carmen Bravo-Villasante.
- Libro de los 500 refranes, de Carmen Bravo-Villasante.
- Trabalenguas y otras rimas infantiles, de Carmen Bravo-Villasante.
- Una, dola, tela, catola, de Carmen Bravo-Villasante.
- Pinto, pinto, gorgorito (retahílas, juegos, canciones y cuentos infantiles antiguos recopilados por la autora en el seno de su propia familia), de Raquel Calvo Cantero e ilustrado por Raquel Pérez Fariñas.
- Gira, girasol (una reproducción de un antiguo y encantador libro editado en su día por Ernest Nister con canciones infantiles españolas; por Montena, que ha publicado también otros libros curiosos de Nister).
- Canciones infantiles, de Elena Fortún y María Rodrigo (La escritora Elena Fortún y la pianista y compositora María Rodrigo escriben al alimón este libro en 1934, bellamente ilustrado por Gori Muñoz. Recuperado recientemente por la editorial Renacimiento).
- Cuentos de Beatrix Potter (solo por sus bellas imágenes estaría justificada su lectura).
- Al pie de mi ventana y En el jardín (corros, canciones y poemas acompañados de hermosas ilustraciones), de Kate Greenaway.
- Las más bellas historias y Los niños de las raíces (como en el caso de los cuentos de Beatrix Potter, solo por las ilustraciones vale la pena tenerlos), de Sibylle van Olfers.
- Los niños del bosque, El huevo del sol y Las aventuras de bellota, avellanita y castañita (como en el caso de Potter, las ilustraciones tienen valor por si solas), de Elsa Beskow.
- Buenas noches, gorila, de Peggy Rathmann.
- ¿De quién es este rabo?, de Barberis.
- Buenos días y Buenas noches, de Jan Ormerod.
- Diez angelitos, de Else Wenz-Viëtor.
- Buenas noches, luna y El conejito andarín, de Margaret Wise Brown.
- La semilla de zanahoria, de Ruth Krauss.
- Harold y el lápiz color morado, de Crockett Johnson.
- Un día de nieve, de Erza Jack Keats.
- Cuentos, de Ida Bohatta.
- Querido Zoo, de Rod Campbell y ¿Dónde está Spot?, de Eric Hill (libritos de tapas duras y solapas).
1 comentario
Querido D. Miguel:
Me ha parecido muy importante su artículo, por lo muy bien que describe usted el despertar del niño a través de unos padres que saben leerle libros en voz alta, dándole a esa lectura la entonación y cercanía adecuadas, las que brotan de un amor solícito y vivo hacia el pequeño o los pequeños de casa.
Pero me pregunto, querido D. Miguel, si una educación tan hermosa y enriquecedora no les parecerá a muchos padres un lujo poco menos que inaccesible y al que ellos no pueden aspirar.
Lo digo porque, por motivos diversos, hay padres que nunca han sido especialmente sensibles hacia este tipo de educación de los niños y también porque hoy día muchos de ellos viven tan aceleradamente que les falta la dedicación y el esmero que requiere el ponerse a vivir la vida familiar con solicitud y sosiego.
Quisiera equivocarme, D. Miguel, pero algo de esto intuyo, aunque no lo sé con certeza.
De todas maneras, introducir así a los niños, ya desde antes de nacer, en el mundo que aparece en los libros y canciones infantiles, es, si no me engaño, el verdadero y único futuro frente al casi arrasamiento de la vida familiar que se observa en tantos hogares.
¡Vivan los juglares domésticos! Porque “lo que sí sabemos es que (esta literatura popular infantil) viajará en el corazón de nuestros hijos allá donde vayan”.
Muchas gracias por su excelente artículo, D. Miguel.
Un fuerte abrazo:
José Mari, franciscano
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