Tiempo de Navidad, infancia y poesía
La adoración de los Reyes Magos. Tapiz de Edward Burne-Jones (1833-1898).
«Como perfecto maestro de niños, se hizo niño entre los niños para enseñar a los simples la prudencia».
San Cirilo de Jerusalén
Aunque la encarnación (y la redención que trajo consigo) es el mensaje central, glorioso y sublime de la Navidad, en los detalles de su plasmación y expresión humana, es decir, en su lenguaje ––palabras, gestos o imágenes––, y en los recuerdos y memorias que evoca, la Navidad es también una celebración de la infancia. Cierto es que donde debemos centrarnos es en el increíble hecho de que Dios mismo se hizo hombre («Y el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros —y nosotros vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre— lleno de gracia y de verdad», Juan 1,14), pero no podemos olvidar que Él también fue niño como todos nosotros («hallaréis un niño envuelto en pañales, y acostado en un pesebre», Lucas, 2, 12). El padre Pío decía: «la Navidad posee una ternura, una dulzura infantil, que me atrapa todo el corazón».
Esto me lleva a detenerme unos momentos y pensar que esta época del año es un buen momento para hacer una suerte de examen de conciencia. De esta forma, ante el mundo sombrío que nos ha tocado en suerte vivir, deberíamos reflexionar sobre esa infancia que nos rodea y nuestra actitud hacia ella. Y si somos sinceros, constataremos con angustia que la infancia está amenazada. Es urgente redoblar esfuerzos para encontrar la mejor manera de proteger la infancia de nuestros hijos. Y no solo para defenderla de un mundo intrusivo y alienante, que por supuesto, sino también para protegerla de nuestras propias inclinaciones a la sobreprotección y a empujar a los niños a convertirse en adultos demasiado pronto.
«La marea oscurecida por la sangre está desatada,
Y en todas partes la ceremonia de la inocencia es ahogada
Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores
Están llenos de apasionada intensidad».
W. B. Yeats
Este tiempo de esperanza nos da la oportunidad de ver, una vez más, en qué mundo hermoso y extraordinario vivimos cuando es percibido a través de los ojos de los más pequeños. Al volver a ser niños, en nuestros recuerdos podemos sentir de nuevo esa inocencia y ese asombro, antiguo y tierno, familiar y cálido, y de esta manera saborear la importancia capital y la incalculable riqueza de ese estado de inocencia original. Rezo para que, sea cual sea nuestra edad, podamos verlo de esta manera, mejor siempre, pero particularmente en esta época del año, y para que, regocijándonos en esos atributos que hacen a los niños tan especiales, los protejamos y, a un tiempo, nos protejamos todos.
«Gloria a Dios por las cosas de color mezclado.
Por los cielos con manchas de ternero tordo;
Por los lunares de rosa que granean sobre las truchas a nado;
Los raudales de castañas como brasas frescas;
Las alas del pinzón;
El paisaje partido y parcelado — aprisco, barbecho y labranza;
Y todos los oficios, sus aperos y avíos y atavíos.
Todas las cosas contrarias, originales, escasas, extrañas;
Cuanto es veleidoso, veteado (¿quién sabe cómo?)
De rápido, lento; dulce, amargo; vívido, opaco;
Engendra Aquel cuya belleza no conoce mudanza:
Alabadlo».
Gerald Manley Hopkins
Adoración de Cristo niño. Óleo de Carl von Marr (1858-1936).
Una manera de volver a ese estado de inocencia primera, y de hacerlo en compañía de los niños, es, aprovechando estos días, recitar y cantar en familia villancicos y poemas navideños (Poemas para Epifanía y Reyes), asi como leer en voz alta cuentos o relatos propios de este tiempo (Seis pequeños cuentos para Navidad y Epifanía). En casa es una hermosa y entrañable tradición y no puedo de dejar de compartir con ustedes la pequeña selección de cuentos, poesías y villancicos que todos los años recolecto para distribuir entre los míos. Espero que les sea de provecho.
¡Les deseo una muy feliz Epifanía!
4 comentarios
Queridísimo D. Miguel:
Muchísimas gracias, antes que nada.
Para mí (y creo que también para todos o muchísimos de sus lectores) es usted un verdadero amigo de Cristo y un amadísimo mago de Occidente que nos reparte a manos llenas todo ese maravilloso oro, incienso y mirra que usted, con buenísimo ojo, sabe encontrar y desenterrar a lo largo y ancho de este mundo y de sus distintos siglos.
Es la primera vez que le escribo, pero creo que he leído todos los artículos que ha escrito usted en Infocatolica.
No he leído casi nada de los muchísimos libros que usted ha leído y saboreado, pero me alegro muchísimo de que usted llegue a tanto, y a la vez comunique esos tesoros a sus hijas y amigos.
Por mi parte, este año pediré a los Reyes el librito de Cristina M. Borges que usted nos recomienda (lo pediré en francés, porque no entiendo el inglés).
Viendo lo que usted comenta de este libro, y habiendo tenido la fortuna de haber leído hace varios años la preciosa novela de Natalia Sanmartín Fenollera (gracias a la recomendación que hacía el excelente Guillermo Urbizu), me quedo con que hay al menos una o dos distintas familias Sanmartin Fenollera, una o dos familias que, ambas, me han enseñado y alegrado mucho.
En este campo de las lecturas, también me quedé fascinado hace un par de años al leer el librito “Lectures et voyages. Compléments aux Mémoires”, de Louis Bouyer.
Ya sabía que este teólogo tenía una cultura vastísima, pero no conocía (con el detalle con que lo describe él mismo en esa obrita) cómo había sido su asombrosa asimilación de tantísimos libros y autores.
Para jóvenes y adolescentes (¿para sus hijas?), este mismo teólogo tiene una obrita maravillosa titulada “Venez, car tout est prêt”.
Gracias por todo, D. Miguel.
¡Felicísima y santa fiesta de Epifanía también para usted y los suyos!
Un fuerte abrazo:
José Mari, franciscano
Posdata: Saludos muy cariñosos y muy feliz Epifanía también para JOSE ANGEL y Palas Atenea, sus comentaristas.
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