Pero... ¿qué están leyendo nuestros hijos?
Fe, óleo de Eugene Iverd (1893–1936).
“Solo lo más raro de lo mejor puede ser lo suficientemente bueno para un niño”.
Walter de la Mare
Hoy no voy a recomendar libros. Voy a hacer todo lo contrario: desaconsejar la lectura de algunos (quizá bastantes) de ellos.
Al comenzar este blog no me planteé hablar de aquellos libros que pienso que no deben ser leídos. Consideraba que era suficiente hablar de aquellos otros que vale la pena leer. Sin embargo, he cambiado de idea dada la dimensión que están alcanzando las lecturas que no considero recomendables, prácticamente la mayor parte de la oferta editorial.
Les anuncio que no me referiré a la calidad artística o estética de los libros, sino a los contenidos. Aclaro también que no me detendré en los álbumes infantiles, ya que muchas veces su título o sus pocas páginas permiten descubrir cual es su tema o su enfoque (no obstante, ya me he ocupado de ello en esta entrada: La importancia de los álbumes ilustrados y la lectura temprana).
La problemática que plantea esta nueva literatura juvenil se asienta sobre dos grandes temáticas y tiene como telón de fondo los fundamentos mismos de una modernidad esquizofrénica, que por un lado proclama el materialismo como única explicación de la realidad, pero por otro se refugia en un espiritualismo emotivo y relativista que niega la materialidad de la que parecía partir. Estas dos temas son, de un lado, la moral sexual y todas sus derivadas (las grandes cuestiones personales, como son la familia, el matrimonio y la educación de los hijos y que afecta finalmente al concepto mismo de hombre), y de otro, el sentido de la vida, el sentir religioso y la respuesta a las grandes preguntas: ¿qué es el hombre? ¿qué sentido tiene la existencia? ¿qué podemos esperar de ella? ¿qué actitud debemos adoptar frente a ella?
Si acudimos a cualquier librería de cualquier ciudad observaremos una misma oferta editorial en todas ellas, con una nutrida batería de libros de los cuales muy probablemente ninguno sea siquiera implícitamente cristiano y en la que destacará la casi total ausencia de clásicos.
Si seguimos mirando, apreciaremos que la mayoría de los títulos se dirigen a las chicas (las mayores lectoras con diferencia) y tocan temas en apariencia románticos. Sin embargo, si uno comienza a hojear los libros se encontrará con un concepto del sexo materialista y deshumanizado, privado de su sentido natural y sobrenatural, y con una odiosa insistencia en promover su práctica desinhibida y promiscua fuera del ámbito matrimonial. Esta tendencia, que comenzó con Judy Blume y su Forever (1975), puede verse hoy en muchas novelas juveniles accesibles a los adolescentes, como la serie After (2014) de Anna Todd, Gossip girl (2002-2009) de Cecily von Ziegesar, algunos libros de Blue Jeans o los libros de John Green.
En otros estantes podemos encontrar obras que tratan problemas escolares o de relación familiar en situaciones “especiales”, supuestos de abusos y malos tratos, con protagonistas desgarrados, mal integrados, llenos de inseguridades, miedos o disfunciones, y, por supuesto, con diferencias que es preciso integrar. Se trata de una ficción narcisista que parece encaminada principalmente a crear reflejos de una sociedad enferma en lugar de plantear preguntas críticas sobre ella. Cito algunos ejemplos: sobre abusos, Palabras envenenadas (2010), de Maite Carranza y La valla (2000), de Ricardo Chávez Castañeda; sobre el uso de las drogas, Campos de fresas (1997), de Jordi Sierra i Fabra; sobre la depresión y el suicidio, Corazón de mariposa (2014), de Andrea Tomé y Por trece razones (2011), de Jay Asher y sobre la violencia, la serie Divergente (2011), de Veronica Roth o Valkiria: Game Over (2016), de David Lozano Garbala.
Hora de estudio, óleo de John George Brown (1831–1913).
Aunque las biografías de grandes personajes, hagiografías de santos o relatos de hazañas de exploradores y deportistas, hace años que desaparecieron del mercado editorial, el feminismo militante ha propiciado una vuelta a este tipo de literatura con la presentación de biografías de mujeres ––sean o no merecedoras de tal distinción, sea o no ejemplar o meritoria su vida––, la mayor parte de ellas falseadas y manipuladas en pro de la causa, con la intención de aleccionar las mentes infantiles y adolescentes. Un buen ejemplo es el pequeño best seller Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes (2017), una buena idea que se extravía por su carga ideológica y su búsqueda incesante de un feminismo incluso allí donde no lo hay. En sus páginas hay demasiadas activistas, revolucionarias y antisistema presentadas como heroicas y emulables, en mezcla desconsiderada con mujeres verdaderamente admirables.
En lo que atañe a la fantasía, un gran número de libros tratan de temas esotéricos y de terror, especialmente de vampiros y otras criaturas monstruosas y demoníacas con claros tintes sexuales y materialistas (un buen ejemplo es la conocida saga Crepúsculo (2005-2008), de Stephenie Meyer, o la de Cazadores de sombras (2007-2019), de Cassandra Clare). De las historias de fantasía tradicionales solo se mantienen, con gran vigor, Tolkien y Lewis, aunque a su vera pululan varios sucedáneos. Respecto a alguno de ellos trataré en un próximo post.
Las excusas no se hacen esperar. Los que defienden esta cultura adulterada, preñada de una adultez prematura metida con calzador, sostienen que se trata de libros que describen de alguna manera la “vida real”. Y por supuesto… ¿cómo se va a alejar a los chicos de la “vida real”? Ocurre que esa “vida real” es en gran medida el oscuro agujero de un desagüe. Y por supuesto, ¿quién en su sano juicio quiere que sus hijos desaparezcan por el agujero de un desagüe?
También se arguye que si queremos preparar a nuestros hijos para enfrentar esas cuestiones de modo adecuado habrá que mostrárselas, y que algunos de esos libros (no muchos, ciertamente), tratan de incorporar una moraleja. Incluso alguien tan poco sospechoso de moralista como Rousseau señalaba si prestamos atención a aquello que los niños aprenden en los cuentos, comprobaremos “que cuando están en condiciones de aplicar las lecciones enseñadas, casi siempre lo hacen de una manera opuesta a la intención del autor”. Además, ¿creen ustedes que exponer a los chicos a situaciones de alta intensidad emocional y crudeza les ayudará en algo o más bien les acercará a conductas o costumbres de las que, por el momento, no tendrían porque tener noticia, al menos, tan detallada? Yo soy de esta segunda opinión.
Por último, otros argumentan (de hecho, muchos lo hacen hoy), que el supuesto contenido inadecuado de estos libros es secundario y casi irrelevante, que el grave problema es la falta de lectura. Por ejemplo, sostienen que los libros para adolescentes siguen la regla de Sturgeon del 90% (ya saben, que el 90% de lo que se hace es basura de baja o bajísima calidad) y aunque reconocen que “muchos de estos libros son una perezosa papilla o un popurrí de letras desalentador, centrado en falsos problemas, en soluciones falsas, en romance idealizado, en fantasía de segunda clase, en distopías cansadas”, para ellos no es un problema porque “lo que es fácil de leer es fácil de olvidar” (Anthony McGowan). Con todo el respeto, no creo que esto sea así. Por muy mala que sea la calidad literaria (lo que es un argumento, y no de poco peso, para su descarte), hay temas que una vez vistos no se olvidan, sino que dejan huella. La promiscuidad sexual es uno de ellos, al igual que la violencia, el abuso, las familias rotas o el adoctrinamiento de género,que pretende acostumbrar a las mentes de los jóvenes a la “normalidad” de un nuevo y subversivo modo de vida.
Por tanto, hemos de estar muy atentos y vigilantes ante esta marea cultural que se abalanza sobre nuestros hijos y pretende venderles libros apelando a lo peor de su naturaleza: al resentimiento, al autocompasión, al narcisismo, al ira, a la falta de esperanza o a la desazón, olvidando realizar una llamada, presente en otras obras, a su amor por algo mejor, más grande y más heroico.
Clara Peggotty aleccionando a David Copperfield sobre la lectura, ilustración de Jessie Willcox Smith (1863-1935).
Que olviden nuestros chicos esos malos libros y que lean las historias de Odiseo o Eneas, que admiren a Frodo o a Aragorn, al Rey Arturo y al Cid campeador, que sufran con Robinson Crusoe o con Oliver Twist, que se deleiten con las hermanas March o con las hermanas Bennet, que sigan con tensión las peripecias de Phileas Fogg o de Jim Hawkins, que se entretengan con los hermanos Bastable o con los hermanos Pevensie, que se diviertan con las travesuras de Guillermo Brown o de Tom Sawyer, que sigan con atención los misterios de Holmes o de los chicos de Blyton, que admiren las vidas de Edith Stein, Isabel la Católica o Hildegarda de Bingen en lugar de las de Frida Khalo, Margaret Mead o Simone de Bouvoir; que se sorprendan con San Francisco, Don Juan de Austria o el rey Luis IX de Francia y no con Bill Gates, Charles Darwin o Sigmund Freud. Pues esos libros son, como dice Cervantes en su maravilloso Don Quijote, un lugar donde ellos pueden encontrarse con “las astucias de Ulises, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialio, la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de Trajano, la fidelidad de Zópiro, la prudencia de Catón, y, finalmente, todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto a un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora dividiéndolas en muchos; y siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lazos tejida, que, después de acabada, tal perfección y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho”.
En suma, que lean, pero no cualquier cosa, sino buenos y grandes libros, que atiendan, como recomienda el Apóstol, a “todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, a todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio” en estos libros, y que aparten a un rincón oscuro esa nueva literatura deprimente y corrosiva que hoy se les ofrece; ayúdenles ustedes a que esto sea así. Se lo agradecerán algún día, estoy seguro.
14 comentarios
Eso mismo le pasó a la Ilustración y a la masonería del siglo XVIII. Del hiperracionalismo racionalista ilustrado del "sólo somos atomos", hasta el esoterismo ocultista y espiritista de otras ramas, pasando por la politización revolucionaria o el grupo de poder secreto, que es una forma de idolatría.
El mismo Marx, tiene producción literaria de invocación y adoración al demonio, según Richard Wurmbrand en "Marx y Satan".
No es nada raro que, sólo en Occidente, un ambiente ateo, materialista y racionalista extremista, genere y conviva en extraña armonía con el esoterismo ocultista y mistérico, o con la Nueva Era, los extraterrestres, el orientalismo, los superpoderes de héroes de cómic...
Esto acaecía incluso en la URSS comunista: oficialmente ateos, pero volcados en el espiritismo.
Parece que ésta es la venganza del homo religiosus: su represión genera monstruos de la fe alternativa...
Nadie, por otro lado, puede resistir un ambiente comunista o ilustrado ateo, materialista, empirista y racionalista, que niega todo lo sobrenatural y preternatural, y existe una rebelión del espíritu que hace que el alma busque la idolatría si la religión es reprimida.
Creo que dijo Chesterton que si no se cree en Dios, entonces se cree en cualquier cosa por absurda que sea: el Estado, partido, raza, ancestros, el pueblo, los gurus, las fuerzas cuánticas, el poder del subconsciente, el poder de hacer Milagros con energías, la ecología de Gaia, el animalismo...
¡Y después nos extrañamos de que aumente de manera desproporcionada la violencia entre los jóvenes y en las parejas! ¡Y gastamos millones en cursos de igualdad y no sé qué más zarandajas! ¡Pero si les estamos llenando el cerebro de basura!
Gracias por esta serie de artículos que nos ayudan a comprender que no estamos solos en esta batalla.
Futbolísimos: Mi hijo de ocho años, 6-7 tendría entonces me cuenta que en el libro que se acababa de leer un jugador del equipo se enfadaba con otro, y le echaba en cara que jugaba porque el entrenador del equipo se había hecho novio de su madre... => última vez que entró esa colección en mi casa.
Libros de iniciación a la lectura (4-5 años) sobre lo bueno que es el tio Miguel y su marido Juan (libro que nunca volvió a la biblioteca pública...), etc.
Esta joyitas hacen que ir a la biblioteca con mis hijos tenga más peligro que soltarlos en medio de la jungla de Vientam.
De literatura juvenil de EEUU son recomendables los ganadores o finalistas de la medalla Newbery (aunque los más reciente no los he leído). Algunos estaban traducidos al castellano: el precioso cuento "Una rueda en la escuela" de Meindert DeJong lo publicó Bruguera , la serie de "La casa de la pradera" de Laura Ingalls fue finalista y lo publicó en español Noguer (otra editorial desaparecida).
De libros españoles para niños, a mi hijo le están gustando "Veva" de Carmen Kurtz (y le quiero leer "Fanfamús"), "Fray Perico y su borrico", que presenta con humor episodios de las florecillas de San Francisco, "Mariquilla la Pelá", unos bonitos cuentos en alguno de los cuales aparece el niño Jesús y convierte al personaje "malo". Los ganadores del Premio Lazarillo son también buenos, recuerdo "Rastro de Dios" de Montserrat del Amo, o "El rubí del Ganges" de Manuel Alfonseca.
Y otro muy bueno, norteamericano, este sí con una buena traducción al español, la saga de "Ana de Tejas Verdes". Para regalar a los adolescentes. Y si no les gusta, lo disfrutarán los padres
La Medalla John Newbery... , es un premio literario otorgado por la Asociación para el Servicio de Bibliotecas para Niños (ALSC), una división de la Asociación de Bibliotecas de los Estados Unidos (ALA), al autor de "la contribución más distinguida a los estadounidenses", Literatura para niños...
MEDALLA CALDECOTT
La Medalla Randolph Caldecott reconoce anualmente el " libro de imágenes para niños más distinguido de Estados Unidos".. Es otorgado al ilustrador por la Association for Library Service to Children (ALSC), una división de la American Library Association (ALA). Las Medallas Caldecott y Newbery son los premios de libros infantiles más prestigiosos de Estados Unidos .
...
En España, debería de existir un premio, sello o lista de libros e ilustraciones infantiles conformes a la moral católica, y libres y liberados de ideología demoníaca lgbti, feminismo, brujería, progresismo...
Sería un servicio público para todos los hombres de buena voluntad, pues sacaría de las zarpas a los niños de lo políticamente correcto, de los partidos, de las escuelas ideologizadas y del Estado, para ayudar al derecho y libertad constitucional de los padres para educar a sus hijos...
Por otro lado la Ilíada o la Vida de los doce Césares están plagadas de violencia y sexo, pero supongo que se recomiendan porque forman parte de nuestra cultura.
En realidad Odiseo/Ulises es un personaje bastante desagradable, un rencoroso que quiso librarse de ir a la guerra de Troya fingiéndose loco hasta que Palamedes descubrió el engaño, y forzado a ir a la guerra acabó vengándose de Palamedes haciéndolo pasar por agente de los troyanos mediante una carta falsificada del rey Príamo y "encontrando" oro, para que fuera ejecutado por los griegos.
Pero esas lecturas como digo son la base de nuestra cultura.
Pues aunque no guste Darwin también es parte de nuestra cultura.
Y si no les gusta el concepto de evolución pues lo siento.
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