El inimitable Wodehouse: un día soleado y alegre

Ilustración de Herbert Fell Sharp (1880-1972), que bien podría representar una reunión del “Club de los zánganos".

  

  

“Voy a hablaros del caso de mi criado Jeeves. Mucha gente cree que estoy esclavizado por él. Mi tía Agatha ha llegado a decir que es mi carcelero. Bien; a todo esto respondo: ¿por qué no? Jeeves es un genio; un ser único.”

P. G. Wodehouse. Adelante, Jeeves.

 



“Para el Sr. Wodehouse no ha habido ninguna caída del hombre; ningún pecado original. Sus personajes nunca han probado el fruto prohibido. Todavía están en el Edén. Los jardines del Castillo de Blandings son ese jardín original del que todos estamos exiliados”.

Evelyn Waugh

  

  

Hoy voy a hablarles de nuevo de humor. De un humor más maduro que el de la última entrada, sin duda, aunque no menos inocente. De un humor del que me resultaría muy difícil prescindir y del que, además, no tengo intención de privarme. Hoy voy a hablarles de Wodehouse. Pelham Grenville Wodehouse (1881-1975), conocido como “Plum” por su familia y amigos, fue uno de los más prolíficos y longevos escritores del siglo pasado (escribió su primer relato a los 19 años y continuó escribiendo hasta el mismo día de su muerte, a los 93). Pero sobre todo, es el escritor con el que más y mejor me he reído… a veces, incluso a plena carcajada.

Mi acercamiento a Wodehouse es parte de la herencia familiar. Parte de las costumbres de lecturas que, desde la mas tierna infancia, se adhieren a la piel de uno y a las que uno vuelve una y otra vez. Mi padre fue ––y es todavía–– lector de Wodehouse, al igual que sus hermanos, y el entusiasmo casi infantil que dejan entrever sus paginas hilarantes y jocosas nos contagió también a mí, a mis hermanos y a mis primos. Lo mismo ha pasado con mis hijas y mis sobrinos, que devoran sus historias con fruición. 

Puede que algún lector de este blog califique sus libros como chuches. Yo no lo creo. Oigan sino a John Le Carre, cuando le preguntaron por aquellos libros que más amaba y consideraba: “Ninguna biblioteca, por humilde que sea, está completa sin un ejemplar de “De acuerdo, Jeeves”, de P.G. Wodehouse, con la inmortal escena de Gussie Fink-Nottle, borracho hasta los tuétanos, entregando premios a los encantados eruditos de la Escuela Secundaria Market Snodsbury, construida alrededor de 1416. A partir de ahí, amplíe el cupo a las dos grandes obras maestras del golf de Wodehouse: “El corazón de un tonto” y “El éxito de Cuthbert”. Eso es sólo para recordarte a ti mismo lo divertida que es la lectura”.

Y es que Wodehouse puede que sea diversión y evasión, pero como dijo alguien “encontró con sus escritos un algo que vale más que lo que las palabras pueden decir: una pequeña isla de felicidad que se mantenía brillante en un mundo que parecía oscurecerse a su alrededor”. Así que su obra no es solo trivialidad, también es, y en mayor medida, felicidad. Algunos de sus colegas más renombrados así lo reconocieron, como Evelyn Waugh, cuando en un programa de la BBC observó que “el mundo idílico del Sr. Wodehouse nunca puede estar pasado de moda. Él continuará liberando a las generaciones futuras de una cautividad que puede ser más fastidiosa que la que padecemos hoy. Ha creado un mundo propio para que vivamos y nos deleitemos en él”. Y no crean que Waugh está en esto solo: también fueron sus admiradores, Hilaire Belloc, Rudyard Kipling, Arnold Bennett, A. E. Housman, Aldous Huxley, Ludwig Wittgenstein, Sinclair Lewis, Edgar Wallace, Martin Amis, John Updike o Agatha Christie (que dijo de él que sus libros e historias le habían iluminado la vida durante muchos años). 

Y no pensemos equivocadamente que se trata de un autor clasista y retrógrado. No voy a negar que hay sesudos eruditos que dicen que sus novelas solo se ocupan de las clases ociosas e ignoran los problemas de los pobres, los desamparados y los desempleados. Pero… ¿Por qué estropear una cosa buena? Después de todo, Wodehouse opinaba que la escritura debía disfrutarse, no analizarse, y a lo largo de su vida de escritor dedicó todo su esfuerzo a arrancar cuantas sonrisas pudiera. No es un Dickens o un Dostoievski. No, Wodehouse es simplemente divertido. Y eso es suficiente. Ya lo creo que sí.

Jeeves y Bertie rodeados de algunos otros entrañables conocidos: Psmith, Bingo, Ukridge, tía Agatha y Lord Emsworth (dibujos de Arthur Wallis Mills  (1878-1940), T. D. Skidmore (1884-1956), Alfred Leete (1882–1933) y May Wilson Preston (1873 – 1949)).

 

Una característica de sus historias es que son intemporales, y no solo por la curiosa perdurabilidad del interés que despierta generación tras generación, sino también porque sus libros no conocen el paso del tiempo, con tramas reunidas alrededor de un período de unos treinta años (que se corresponde aproximadamente con el reinado de Eduardo VII, pero que en realidad se prolonga a través de los años 20 o incluso los 30) y con personajes que tampoco envejecen en absoluto. En palabras de Kingsley Adams, “los libros de Wodehouse persisten en su camino único, invulnerables al paso del tiempo”. Y Evelyn Waugh de nuevo se pronuncia con palabras elogiosas: “Lo primero que hay que destacar del arte de Wodehouse es su universalidad, única en este siglo. A excepción de las palabrerías políticas, pocas formas de escritura son tan efímeras como la comedia. Tres generaciones enteras se han deleitado con él. Cuando era joven, alivió las preocupaciones del Primer Ministro Asquith, después las mías y ahora veo a mis hijos convulsionados de risa por los mismos libros. Satisface el gusto más sofisticado y el más simple. Belloc, para consternación de Hugh Walpole, lo declaró abiertamente el mejor escritor de prosa de la época; Ronald Knox, el más meticuloso de los eruditos y estilistas, se regocijó con él. Al mismo tiempo sus traducciones son enormemente populares entre los noruegos…”. Poco más puede decirse. 

Además, está la importante cuestión de cómo aborda el humor. Estamos demasiado acostumbrados a que la risa esté asociada a la malicia, a la grosería irredenta y a la distancia intelectual. En el caso de Wodehouse no es así: sus ficciones son resultado y forma de un espíritu de bondad y sus personajes son deliciosamente frágiles y difícilmente separables de eso que llamamos compasión y gentileza, cualidades a las que permanecen pegados casi como con un engrudo.

Y para acabar, una advertencia: es opinión muy extendida la que tiene al mundo wodehousiano por una droga muy potente que genera dependencia, pero no teman, se trata solo de un bálsamo cuyos únicos efectos secundarios se reducen a una adicción benevolente. Como le digo siempre a mis hijas: “si tenéis un mal día, arregladlo con Wodehouse: os transportará a un mundo idílico donde todo es soleado y alegre, y tras la lectura os sentiréis renovadas y como nuevas; vuestro ánimo renacerá como un ave fénix”. Con sus hijos sucederá lo mismo, se lo aseguro. 

 

  

                          Algunas de las múltiples ediciones de Wodehouse en español.

   

P.D. El mundo de Wodehouse es, afortunadamente, inmenso (si solo contáramos las novelas, nos iríamos a la asombrosa cifra de 71 libros). Por ello resulta difícil destacar a algunos personajes de entre todos aquellos a los que dio vida, pero si me viera obligado a hacerlo, creo que elegiría, cómo no, la serie del incomparable ayuda de cámara Jeeves y su afortunado objeto de cuidados, Bertie Wooster (escoltado por los demás miembros del exclusivo y nada agotador Club de los zánganos: Freddy Widgeon, Bingo Little y Gussie Fink-Nottle). También añadiría las historias que se desarrolla en el castillo de Blandings, donde disfrutaremos del fantástico Psmith, del estrafalario tío Fred y su taciturno sobrino Pongo y del extravagante y distraído Lord Emsworth y su afición porcina. A continuación, paso a relatar una guía de lectura de ambas series (limitada a aquello que se encuentra traducido al español, que lamentablemente no es todo y sujeta a corrección por los wodehausianos, que sé que los hay y muchos).

 

 

Jeeves y Bertie Wooster. Lista de Lectura

 

El Inimitable Jeeves (1923) Anagrama, Lauro ediciones, José Janés, Plaza y Janés, Anagrama ––Ómnibus Jeeves I–– y Círculo de lectores.

 

Adelante, Jeeves (1925) Plaza y Janés, José Janés, Lauro ediciones, Anagrama ––Ómnibus Jeeves II––.

 

Muy bien, Jeeves (1930) Ediciones Versal, José Janés, Plaza y Janés, Lauro ediciones y Círculo de lectores.

 

De acuerdo, Jeeves (1934) Anagrama, Anagrama ––Ómnibus Jeeves II––, José Janés, Lauro ediciones y Círculo de lectores.

 

Gracias, Jeeves (1934) Ediciones Versal, Anagrama ––Ómnibus Jeeves I––, Plaza y Janés, José Janés, Lauro ediciones y Círculo de lectores.

 

El Código de los Woosters (1938) Ediciones Versal, Anagrama ––Ómnibus Jeeves I––, José Janés y Lauro ediciones.

 

Júbilo matinal (1946) Anagrama, José Janés, Anagrama ––Ómnibus Jeeves II––.

 

Llamen a Jeeves (1953), ––Jeeves sin Bertie Wooster–– Ediciones Versal.

 

Jeeves y el espíritu Feudal (1955) Anagrama y Ediciones Versal.

 

Ya viene Jeeves (1960) Ediciones Versal y Plaza y Janés ––como Jeeves está de vacaciones––.

 

Jeeves, tú eres mi hombre (recolección de varios relatos de Muy bien, Jeeves, Gracias, Jeeves, Adelante, Jeeves, De acuerdo, Jeeves, El inimitable Jeeves y El código de los Wooster). Editado por José Janés en 1947. 

     

 

Blandings. Lista de Lectura

 

Algo fresco (1915) José Janés y Plaza y Janés.

 

Dejádselo a Psmith (1923) Anagrama y José Janés.

 

Mal tiempo (1933) Anagrama, Bruguera y José Janés.

 

El Castillo de Blandings (1935) Ediciones Versal y Ánfora ediciones.

 

Ola de crímenes en el castillo de Blandings (1937) Anagrama.

 

Tío Fred en primavera (1939) Anagrama, Ediciones Versal, José Janés y Ánfora ediciones. 

 

Luna llena (1947) Anagramay José Janés.

  

7 comentarios

  
Luis I. Amorós
Muchas gracias, Miguel, por traernos a esta bitácora el maravilloso mundo de la literatura, que estimula la imaginación tanto como el espíritu (actualmente, los neurólogos aconsejan, para retrasar el envejecimiento, apagar la tele y leer más). En una sociedad invadida por el empobrecido lenguaje audiovisual, incluso la literatura actual se ha empapado de ese empobrecimiento. Es más necesario que nunca reivindicar la buena literatura que, por desgracia, es casi toda antigua.
07/06/19 9:23 AM
  
M.Angels
Totalmente de acuerdo. Leer a woodehose es como una tarde soleada. Alegría y bondad. Recomendable para todos.
07/06/19 3:46 PM
  
Palas Atenea
Wodehouse estaba en la biblioteca de mi padre cuando yo era pequeñita y he pasado muy buenos momentos leyéndolo. Lo que no sé es si hoy se entiende a un escritor como él, sería maravilloso que así fuera.
07/06/19 8:20 PM
  
José Ángel
Muchas gracias Miguel por su artículo. Procuraré leer a este autor al que todavía no tengo el placer de conocer. Un abrazo y espero sus próximas recomendaciones.
09/06/19 5:16 PM
  
María A
¡Gracias! ¡Qué buenos ratos he pasado con Wodehouse!

Los que influís algo podrías pedir que las nuevas traducciones fueran fieles al espíritu. Hace años conseguí nuevas traducciones y hay palabras malsonantes o vulgares que le quitan la gracia a las respuestas o sugerencias de Jeeves.


10/06/19 8:47 AM
  
Jesús María
Con 63 años,¡ ya era hora! he descubiero la lieratura de Wodehouse y me he leido siete de sus novelas. Me entusiasman. Otras tres tengo a la espera.
Es una lástima que algunas de sus obras estén agotadas en castellano. Las últimas que he adquirido son libros de segunda mano.
Alguna editorial debería reeditar sus libros.
29/01/21 11:51 AM
  
José María Iraburu
Muchas gracias por tu excelente blog.
En mi casa, cuando yo era adolescente, teníamos "todos los Wodehouse", y mis hermanos y hermanas, todos leíamos todos, de tal modo que sus personajes eran ya casi familia nuestra. En el humor de mi padre y en el de W. formamos todos nuestro sentido del humor.
Un cordial saludo + José María Iraburu
23/09/24 9:26 PM

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