Carta abierta a don Alejandro
Estimado don Alejandro, los pocos que me conocen —y usted no está entre ellos— saben que este no es un tema que me guste, todo reino contra sí dividido será desolado. Pero los seis párrafos que escribió en la revista Vida Nueva son de una indecencia nauseabunda, tanto por lo que dice, como por quien lo dice: el Presidente de la Confederación Española de Religiosos, ya que como tal firma. Creo que no es la opinión mayoritaria de los religiosos en España, pero no conozco a los 64.000 religiosos españoles, sólo a algunos. Esta carta abierta no va dirigida a ellos, va humildemente dirigida a Vd.
Es probable que tenga motivos para el hartazgo, no lo dudo. Es probable que haya cuestiones personales y destinatarios del artículo que por prudencia o cobardía no quiera explicitar; tampoco lo dudo, no estoy juzgando ni su persona ni sus intenciones. Yo seré el primero en amparar el derecho que tiene, no sólo de defenderse, si no también de hacer propuestas positivas. Aunque en alguna ocasión opine que no son las mejores. Tampoco soy quien para criticarle el tonillo de pellizco de monja, cada uno con sus cadaunadas; eso sí ningún laico podía pertenecer a los tribunales de la Inquisición, tenga cuidado con el lenguaje que asume.
Sí me ha causado perplejidad el fondo del artículo, que denota un profundo desprecio a los laicos y su encaje en el mundo actual y en la Iglesia, y el desfasado diagnóstico sesentayochista de la realidad, aunque estemos a las puertas de su aniversario.
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