El vulgar es el que pasa junto a lo sublime y no se da cuenta
Dicen que decía Chesterton «que el vulgar es el que pasa junto a lo sublime y no se da cuenta» (no he encontrado la cita, pero no me extraña la autoría; agradecería que si alguien la encuentra me la haga llegar). Encontré esta nota en un cuaderno antiguo cuando estaba preparando otro artículo sobre el laicismo que viene en su forma más chusca pero eficaz: erradicar los símbolos religiosos (ya se sabe que cuando se habla de símbolos religiosos se quiere decir el crucifijo).
De repente me sentí vulgar cayendo en la cuenta de que sólo apreciamos las cosas cuando están en peligro. Como ese juguete en mitad del pasillo, que como nadie recoja a la primera, se mimetiza con el parqué, aunque sea fucsia.
Hay muchos actos cotidianos que hacemos con demasiada rutina, como tantos crucifijos que están ahí y no vemos: despedirnos con un adiós, llevar una medalla o un escapulario, dar gracias a Dios, hacer o hacerse la señal de la cruz… Quiero detenerme es este último, me trae recuerdos de infancia. Recuerdos de los primeros ejercicios de memoria: ¿os acordáis? ¿Cuál es la señal del cristiano?, ¿qué es santiguarse? (por favor decidme que os acordáis, si no me voy a sentir demasiado mayor). Recuerdos de mis primeros ejercicios de coordinación: de derecha a izquierda, de paciencia de mis padres por la noche.
Un acto sencillo y entrañable, pero profundamente teológico. Está de más decir que no es un conjuro, ni un rito mágico, es un sacramental, por sí mismo no hace nada, pero prepara para recibir la gracia y a cooperar con ella.
Un acto sencillo y entrañable, pero muy arraigado en la historia de la Iglesia y también muy litúrgico. Quizá el primer testimonio lo encontremos en Tertuliano († ca. 250) que nos relata lo cotidiano que era su uso: «En todos nuestros viajes y trayectos, en todas nuestras salidas y venidas, al ponerse las sandalias, en el baño, en la mesa, al encender las velas, al acostarse, al sentarse, sea lo que sea que estemos haciendo, marquemos nuestra frente con la señal de la cruz». (De Corona, III; perdonad que la traducción sea mía). A que es fácil imaginarnos a nosotros mismos haciendo lo mismo que el romanito medio; esto también es comunión de los santos. O cuando entraban los cristianos en el Coliseo, aunque con total seguridad ese simple gesto es muy distinto del que ejecutan los futbolistas entrando en su «coliseo».
También hay testimonios muy antiguos de cómo se incorpora a la liturgia y de ella vuelve a gestos corporales en todas las variantes que hoy conocemos: como una gran cruz de la frente al pecho y de un hombro a otro tocando con los dedos de la palma abierta; en los gestos del sacerdote al comienzo y al final de la Santa Misa; en las bendiciones de las personas —bautismo, confirmación, Miércoles de Ceniza— y las cosas, en especial los Evangelios ya no como una gran cruz si no una pequeñita con el pulgar. Por cierto, de estos actos viene, en el siglo XIII, la costumbre de besarse el pulgar propia de España y extendida a otros lugares, y que se solía corregir como espurio (ahora dudo si enmendárselo a uno de mis pequeños). Parece ser que tras hacer la señal de la cruz con el pulgar sobre el altar antes del Introito se besaba justo donde se había marcado. El pueblo, sabio pueblo, lo trasladó a su modo de santiguarse.
¿Cómo hay que hacerlo?, pues depende. Donde estuvieres haz lo que vieres. Cada modo de hacerlo tiene su historia y su justificación.
Si nos fijamos en el orden el trazo vertical es universal, de arriba abajo. El horizontal nuestros hermanos ortodoxos y orientales lo hacen de derecha a izquierda. Los latinos al revés. Probablemente en origen fuese de izquierda a derecha, pero el pueblo repetía el gesto del clérigo o monje cuando les bendecía (santiguar viene de santificare), y claro quedaba como en un espejo. Conozco a varias madres que con gran naturalidad se santiguan al derecha-izquierda sólo delante de sus hijos para que al imitarla lo hagan «bien»; yo terminaría disléxico, debe formar parte de mis limitaciones.
Ya en el siglo XIII el papa Inocencio III evidenciaba la coexistencia de los dos modos, indicaba que la alternativa en el rito latino era «de arriba abajo, y de izquierda a derecha, porque Cristo descendió de los cielos a la tierra, y de los judíos (derecha) Él pasó a los gentiles (izquierda)» y en cambio «[…] otros, hacen la cruz del hombro derecho al izquierdo, porque debemos cruzar de la miseria (izquierda) a la gloria (derecha), como Cristo cruzó de la muerte a la vida, de los Infiernos al Paraíso».
¿Pulgar, mano abierta o dedos? De las tres formas. Las dos primeras parecen más naturales, la tercera tiene algo de historia detrás: dedos índice y medio desplegados y los otros tres recogidos en la palma (como suelen bendecir los obispos y sacerdotes). Procede de la reacción a la herejía monofisita, que negaba las dos naturalezas de Cristo. Los tres dedos recogidos simbolizan la Santísima Trinidad —en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo—, los dos dedos rectos la doble naturaleza en una persona de Jesús. Por lo visto, casi nada de lo que hacemos es porque sí.
Reconozco que este artículo no levantará las pasiones de los anteriores, pocos irán más allá del segundo párrafo. Pero quería sentirme un poquito menos vulgar, al menos hasta mañana cuando ya no lo recuerde, y vuelva a convertirse en un gesto rutinario. Me gustaría apreciar este «sencillo gesto» desde ahora y no cuando me vayan a prohibir hacerlo públicamente.
11 comentarios
Si no tienes el libro me dices y te la envio, me parece que es buenisima, y habla sobre la famosa EpC
Cosas grandes, ¿verdad? Pero, al mismo tiempo, tan pequeñas....
Como dice una canción de Maldita Nerea : “Con trocitos, de lo verde del jardín/hace enteras las mitades/y las pega para mi... /en montones de esperanza/en pedacitos de canción/si los coges me compones,…..
Con trocitos de las cosas que le di /hizo pequeños los mares/y los alejó de mi.”
La cita:” La mediocridad , posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta” Chesterton.
Cosas pequeñas, ¡qué gran verdad!. Tendría que haberlo titulado así.
Aqui va:
Es un crítico superficial el que no puede ver la eterno rebelde en el corazón de un conservador --- de Varied Types
En el mismo tono Sir Winston Churchill (otro chancho capitalista que seguramente ni hablaba catalán) dijo:
El que a los veinte años no es socialista, no tiene corazón. El que a los cincuenta no es conservador, no tiene cerebro.
Hombre de poca fe (yo claro, no vosotros) , lo que interesa, interesa. Contesto por partes:
- JLLM, gracias por el envío (es que me ha enviado la otra cita, un correo precioso, del que seguro nos vamos a beneficiar todos).
- Francisco Rodriguez, sobre esto se ha escrito mucho, aunque ahora se publique poco. He de reconocer que yo el Astete no lo pillé, pero sí el de 2º grado. Es increíble que todavía me lo sepa de memoria, es como la tabla de multiplicar. Con los años he ido profundizando en la explicación y el contenido de cada punto, pero todavía es el crisol en el contrasto todo lo que leo (y hay mucha porquería en lo que tengo que leer).
- Unitas, no me provoques que soy muy primario. Te vas a tener que aguantar un poco, pero terminaré escribiendo sobre el tema...provocadora (o provocador, no sé), je, je.
- Carlos Caso-Rosendi, sí está editado (no sé si en español se tradujo por Alarmas y Disgresiones, lo comprobaré). Yo tengo las obras completas de Chesterton de Plaza y Janés, está descatalogada (bueno me falta el tomo III, fundamentalmente las del Padre Brown, pero están en otra edición). Lo curioso es la actualidad del genio. Poco a poco se están volviendo a editar. El libro que recomendaba JLLM creo que no es un libro como tal, si no una agrupación de ensayos de GKC sobre el tema. Gracias por la cita, es buena. Por cierto lo de "soberbio, petulante, pedante, orgulloso y mal avenido" sí me ha hecho sonreir, quien te ha visto y quien te ve, es una especie de definición en negativo de Carlos C-R.
Sobre la petulancia de este tonto católico que confía en la roca del Magisterio y en las palabras de Cristo (en todas!) voy a tratar de traducir un resumen del Cap. 8 libro 3 de C.S. Lewis sobre el orgullo. Creo que vendría bien en estos dias. A GKC lo acusaban de estar "inflado" y "lleno de si mismo". El gordito se reía de ellos y los reflejaba. En eso soy parecido a Chesterton: soy gordito.
:o)
No creas que no he sido capaz de leer todo tu artículo sino, al contrario, que lo leído más de una vez.
Yo soy de las personas (quizá pocas) que se hace la señal de la cruz cuando salgo de casa y cuando voy a conducir.
Me ha parecido muy interesante conocer la opinión de Tertuliano y el parecer de Inocencio III sobre la señal de la cruz porque, sobre todo, me ha hecho ver, una vez más, la ignorancia oceánica que tengo en temas tan especiales como éste.
Ahora bien, creo que ya sabes lo que pienso sobre la situación de lo religioso en España y de que, efectivamente, llegará el día en que nos prohíban hacer la señal de la cruz en público. Sin embargo, mantener, ahora mismo, tal gesto (sobre todo si es apreciado y visto por otras personas) no deja de ser, ya, un gesto heroico, muy propio de mártires, por testigos, del siglo XXI.
Pero, a pesar de todo, bien debemos seguir aquel consejo que dio San Josemaría en Camino (378) y que dice "No seas pesimista -¿No sabes que todo cuando sucede o puede suceder es para bien? -Tu optimismo será necesaria consecuencia de tu Fe.
Por eso, precisamente por eso, no hay que dejar de hacer lo que nos corresponde aunque nos vaya la vida en ello.
!Cuánto me alegra que personas de tu categoría moral y humana puedan comunicar lo que piensan de estas, podríamos decir, "insignificantes", para muchas personas, realidades espirituales¡
Seguramente puede parecer que es algo pueril pero para quien lo crea ha de saber que ponerse en manos de Dios en esas dos ocasiones (y siempre, claro) no deja de ser importante para quien se siente y se sabe hijo del Creador.
Y es que, volviendo a Chesterton (En "El hombre eterno") "Hay gente que dice desear que el cristianismo permanezca como un espíritu. En el fondo, lo que quieren decir, casi literalmente, es que su deseo es que permaneciera como un fantasma" (del capítulo "Las cinco muertes de la Fe")
Y ante esto no soy capaz de decir nada más.
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