Gareth Gore y los 285 monjes albinos del Opus Dei

Los monjes albinos de Gareth Gore

Muchos sois muy jóvenes y no recordáis que hace algo más de 20 años se publicó la novela de Dan Brown «El Código Da Vinci». Fue un best seller en su día y la película tuvo cierto éxito. Ni libro ni película resisten el paso del tiempo y hacen buena la crítica que escribió Casavella en El País a principios de 2004.

Copio un trozo:

Primero fue Katherine Neville y El ocho. Ahora le toca a El código Da Vinci: Da Vinci no es que tienda al grado cero de escritura. Ni que sea aburrido, prolijo donde no debiera, torpe en las descripciones y en la introducción de datos sobre ese interesantísimo y originalísimo misterio en torno al Santo Grial, Leonardo y el Opus. Tampoco es un problema que repita esos datos en páginas contiguas para que hasta un hipotético «lector muy tonto» llegue a asimilarlos. Ni que escamotee ciertos fundamentos de la trama del modo más grosero hasta que resulten útiles y entonces se les haga aparecer del modo más burdo. Ni importa que las frases sean bobas, y bobas sean también las deducciones de unos protagonistas de quienes se nos comunica, pero no se nos describe su inmensa inteligencia. Ni que su autor carezca de la mínima «astucia narrativa», y no lo comparo ahora con Chesterton, sino con una anciana a la que han timado en la pescadería e intenta atraer nuestra atención con cierto suspense en el relato. Tampoco importa que los diálogos carezcan de toda naturalidad, sino que cometan la aberrante indecencia de que ni se finjan comunicación entre personas, que se dialogue con el único objeto de que el lector sepa lo instruido que es el autor. También se puede pasar por alto que el autor no sea, al fin y al cabo, instruido. Se puede perdonar todo, lo que no se puede perdonar es que esta novela se promocione, y no sólo por los canales publicitarios convencionales, como un producto de cierto valor. Para entendernos, Dan Brown y su código tienen que ver con la novela popular lo que Ed Wood con el cine. Es completamente legítimo, aunque no siempre sea idóneo, que una editorial se preocupe por la comercialidad de sus productos y todos nos alegramos de un éxito, pero no se puede insultar a una tradición de grandes artistas y de artesanos competentes con algo tan miserable. Y no puedo dejar de felicitar a las editoriales de todo el mundo que en su día rechazaron la publicación de esta infamia y ahora no se arrepienten. Es la demostración de un resto de dignidad, no sólo en el mundo editorial, sino en el sistema mercantil.

Casavella murió cuatro años más tarde, pero estoy seguro en que se corregiría así mismo hoy respecto a que era «el bodrio más grande que este lector ha tenido entre manos desde las novelas de quiosco de los años setenta». Creo que cambiando Dan Brown por Gareth Gore y «Código Da Vinci» por «Opus» el resto de analogías también son válidas, y el juicio de Casavella sobre el libro de Gore sería peor.

En aquella primer década de los 2000 se dio el curioso fenómeno de que personas a los que no les caía muy bien el Opus te citaban El Código Da Vinci. Más bien te citaban cosas que aparecían en la película, porque seamos serios, no se lee mucho en general.

Era suficiente para reconectar al interlocutor con la realidad una frase del tipo «pero tío, que el malo, Silas, es un monje numerario albino». Casi de inmediato venía un descenso de la mirada y un pudoroso cambio de tema. Si ya era malo como libro/peli como fuente no se podía aducir siquiera el «pues a mí me gusta»

Solo uno de cada diecisiete mil personas tiene algún tipo de albinismo, unos 3.000 en España. Que alguno sea numerario del Opus Dei es probable. Lo que es metafísica y canónicamente imposible es que sea monje. Y el ridículo tiene límites, por muy mal que te caiga el Opus o tu experiencia, objetiva o subjetiva haya sido pésima o dolorosa. Quien más, quien menos conoce un numerario.

Hace unos días el Opus Dei ha publicado un prontuario sobre el libro Opus: «Algunas aclaraciones adicionales sobre el libro Opus de Gareth Gore». Un libro definido como «un ejemplo de narrativa desinformadora, que construye verosimilitud a partir de esa variedad de elementos: hechos tergiversados, medias verdades, declaraciones de valor desigual, errores y mentiras, hipótesis infundadas a partir de fuentes sesgadas o mal interpretadas, interpretaciones fantasiosas».

Y plaff, lo demuestra. Un pdf de unas 100 páginas con 285 desmentidos. Que para un libro de 473 páginas no está mal, la verdad. ¡¡285 albinos!! Sin anestesia. Y todos de temas distintos. Por cada página y tres cuartos hay un desmentido por citar mal, descontextualizar, manipular, … todo con sus referencias fácilmente comprobables. Y dice que son «algunos ejemplos».

Cuando por motivos profesionales tuve que leer el libro, no conseguí terminarlo. Puedo entender cierto interés fuera de España, pero no es más que un refrito de cosas de hace décadas. Tampoco preveía que el Opus Dei respondiese, pues no había mucha novedad, pero creo que está bien tener todo junto en un único sitio.

El «periodista» Gore presenta el libro como «la historia jamás contada del Opus Dei», y ahí, a la vista del documento de la Prelatura, hay que darle toda la razón. Es más creíble el monje albino de Dan Brown.

Bastantes correcciones al libro dan mucha vergüenza ajena, no tanto por Gareth Gore. Más bien por quienes lo toman como «fuente». He llegado oir decir a un youtuber: «qué cojan el libro de Gareth Gore, ahí está todo documentado». Es difícil, aunque haya que esforzarse, respetar a una persona que se respeta tan poco a sí misma.

Algunas anotaciones pueden parecer triviales, como las que agrupan en este albino:

Págs. 11-365: En las páginas precedentes se ha procurado tratar sobre algunos de los asuntos más relevantes. Pero a lo largo del libro se detectan otros muchos errores fácticos sobre asuntos menores que, sin embargo, reflejan descuido a la hora de verificar nombres, lugares, situaciones, marcos, etc. Mencionamos algunos ejemplos:

  • Gore señala que el Opus De trabaja en 66 naciones (p. 18), pero son 72 países.
  • Escribe sobre alguien que «empezó a recibir orientación espiritual del padre Patricio Mata, un sacerdote numerario español que prefiere hacerse llamar padre Lucas» (p. 327); pero lo cierto es que Mata se hace llamar Lucas o Luke porque es su nombre, nunca se ha llamado Patricio.
  • Habla de una casa de retiros que «el fundador la había bautizado Molinoviejo en honor a un antiguo molino de viento que había en los terrenos» (p. 91), pero en realidad no hubo ningún molino de viento, sino que debe su nombre a un molino de agua. De otra casa llamada Wynnview dice que es «un chalet de esquí en Vermont» (p. 130), cuando se trata de una antigua granja reconvertida para albergar literas.
  • Afirma que san Josemaría empezó a trabajar en el Patronato de Enfermos en el mes de julio (p. 53), aunque está documentado que se había incorporado ya el 1 de junio.
  • Se refiere a la profesora Reyes Calderón como «diácona del departamento de Economía de la Universidad de Navarra» (p. 351), cuando en realidad era la «decana», etc.

En un artículo o en un blog podrían tener un pase, son errores muy cutres, pero tendrían un pase. Pero en este libro supone poco manejo con las fuentes y menos cercanía con los contextos y ambientes. Lo que permite prejuzgar el resto de afirmaciones.

Otros albinos también muestran la presunción de contar con documentación confidencial y es más bien todo lo contrario. Sinceramente, no entiendo estas cosas más allá de que suponen un desprecio intencionado por la inteligencia del lector. Aunque probablemente conozca a su público. Por ejemplo:

Pág. 238: Gore afirma que «la revista interna del Opus Dei, Romana, estaba llena de relatos enviados por socios ordinarios que contaban las muchas almas atraídas a la Obra». Romana no es la revista interna de la prelatura, sino su boletín oficial, al que se puede acceder libremente desde a través de la web: https://romana.org/es/

Cuando es tan obvio, y es suficiente un clic, la sensación de que no te puedes fiar de nada de lo que cuente Gore es muy desasosegante.

Otras veces directamente inventa directamente:

Por ejemplo, se afirma falsamente que la Madre Teresa de Calcuta asistió a la beatificación de san Josemaría (pág. 186). También que Juan Pablo II participó en el funeral de Álvaro del Portillo (pág. 201). O decir que san Josemaría falleció poco antes de las 12 de la noche y que «se ordenó que despertaran a las numerarias auxiliares del edificio contiguo para que acudieran directamente a la capilla» (pág. 141) aunque es de sobra conocido que falleció a mediodía del 26 de junio y que, por tanto, nadie despertó a nadie. O que en Villa Tevere [sede central del Opus Dei] «cada mañana se conmemora la vida de Escrivá en una solemne ceremonia a las doce (pág. 23): nada de esto ha sucedido en la realidad, aunque una nota falsa o tergiversada lo respalde.

Quien tenga interés y tiempo puede leerse el documento puede elegir sus albinos favoritos para las conversaciones con cuñados.

Creo que pasado el hipe ocurrirá como con El Código Da Vinci, con la ventaja de que gracias a Dios no nos darán la turra con una película. Es imposible clonar 285 veces a Paul Bettany.

 

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