El llanto de un bebé, el ruido más insoportable del mundo
Hace unos años un grupo de investigadores liderados por Rosemarie Sokol Chang y Nicholas Thompson, sometieron a personas a pruebas matemáticas, mientras eran sorprendidos con ruidos como conversaciones, golpes, estruendos y llantos de bebés.
Los resultados fueron publicados en The Journal of Social, Evolutionary and Cultural Psychology. Concluyeron que el hombre es capaz de soportar de mejor forma el sonido del paso de un avión en vuelo rasante o el golpeteo de un martillo neumático, que el de los balbuceos, los gritos y, sobre todo, el llanto de los niños, que provocaba que los participantes de la investigación cometiesen más errores .
Los investigadores apuntan a una ventaja evolutiva, «nuestra especie ha sido diseñada para que no solo sea la madre quien cuide a las crías; por eso todos respondemos a su llanto».
Pensaba que menuda pérdida de tiempo de estudio, es parte de la experiencia común de la maternidad, la paternidad, la fraternidad e incluso de la vecindad. Tengo varios hijos y sueño profundo, doy fe. He buscado pero no encontré lo que me interesaba: cuándo ese llanto deja de ser tan «perturbador», cuándo se pierde ese tono o frecuencia que le hace tan especial.
Me hizo especial gracia la comparativa con un «martillo neumático». Me recordaba al Señor dormido en la barca en medio de una tremenda tormenta (Mt 8, 25). «Acercándose ellos le despertaron diciendo: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!’» Desconozco si recurrieron a las manos o recuperaron repentinamente el timbre capaz de despertarLe. Siempre he imaginado lo segundo.
Porque a veces puede ser eso lo que nos falta en nuestra oración, el tono o las disposiciones. Un dicho castellano antiguo dice «quieres aprender a orar, échate al mar». ¿Rezamos así?
Creo que ya nadie pone en duda que los momentos que estamos viviendo son «tremendos», y que «la barca» zozobra. Solo un malvado o un descerebrado puede ahora hablar de primaveras, efectos, liderazgos o como quieran decirlo. Y sin embargo Jesús no deja de insistirnos en que oremos. Conocemos el resto del relato evangélico.
Lo que está por venir, en la Iglesia y en Mundo, humanamente, no pinta nada bien. Os puedo asegurar que las noticias que recibimos muchos días son para tirar la toalla. Quizá la primera reacción sea, equivocadamente, la de ‘algo tengo que hacer, algo tengo que decir‘. De ahí la esterilidad y, en bastantes casos, la falta de caridad (y de Fe y de Esperanza) y visión sobrenatural en hechos y dichos. Sinceramente, no creo que «podamos hacer nada», lo que es muy esperanzador.
Me gusta recordar lo que Benedicto XVI comentaba en su catequesis sobre la oración en los Hechos, sobre la actitud de los apóstoles esperando «Pentecostés»:
[…] notamos una actitud básica importante: ante el peligro, la dificultad, la amenaza, la primera comunidad cristiana no trata de hacer un análisis sobre cómo reaccionar, encontrar estrategias de cómo defenderse a sí mismos, o qué medidas tomar, sino que ante la prueba empiezan a rezar, se ponen en contacto con Dios.
Si uno piensa aun así, «que sí, de acuerdo, pero, ¿y después qué hacemos?», es que todavía necesita pegarse más al Señor. Recuperar el ‘timbre’ de nuestra oración para que sea eso: oración. Supongo que si no se tiene, empezar por pedirseLo, ya es un buen comienzo.
El resto lo hará el Señor. Con los instrumentos que sean, que seamos y dejemos. Porque de esta no «Salimos más fuertes», pero saldremos más santos con la gracia de Dios. El resto es un poco secundario.
A rezar como un bebé se ha dicho.
24 comentarios
Actualizo enlace a https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2012/documents/hf_ben-xvi_aud_20120418.html
Y sí: yo a veces me disfrazo de bebé para intentar sobornar a Dios con mi impotencia y debilidad, pero Ël es muy listo y no le engaño.
Espero que al menos le haga reír.
Isaías 66, 12-13
“son JUEGO DE NIÑOS, y asimismo la verdad de las cosas”.
La verdad y el bien son muy simples y están donde siempre han estado: estar en estado de caridad y orar.
¡Qué no hará, pues, ante nuestro llanto, la más amorosa Madre de todas las madres, la Santísima Virgen María! Imploremos siempre su ayuda y su maternal protección, ya sea con la devocion de las tres Avemarías diarias ya sea con su oración preferida, el Santísimo Rosario: "el arma de estos últimos tiempos", según grandes santos contemporáneos.
La oración es la clave. Satanás nos ha herido en el calcañar, porque pertenecemos a la estirpe real de María, somos Sus hijos. Pero Ella ya le ha pisado su infernal cabeza. Para siempre.
Un español en 1939 sería incapaz de imaginarse que 3-4 años después las iglesias estarían en plena reconstrucción, los seminarios y noviciados llenos, las sedes con obispos....
«Quizá la primera reacción sea, equivocadamente, la de ‘algo tengo que hacer, algo tengo que decir‘. De ahí la esterilidad y, en bastantes casos, la falta de caridad (y de Fe y de Esperanza) y visión sobrenatural en hechos y dichos. Sinceramente, no creo que «podamos hacer nada», lo que es muy esperanzador.»
Francamente los acontecimientos del 2020 me han causado gran ansiedad, para mi sorpresa, y la ansiedad me ha llevado a caer en una horrible acedia, en la que me siento espiritualmente hundido y sin fuerzas. Me llena de alegría que nos recuerdos que esa situación, en vez de desesperante, puede ser esperanzadora, y me llena de luz que nos muestres el camino para que esa esperanza no quede defraudada: recuperar el timbre de nuestra oración. Hoy mismo comenzaré a tomar disposiciones personales para retomar mi oración y que el Espíritu Santo me la ponga en el timbre adecuado con sus "gemidos inefables", como dice San Pablo.
Y es que todas las enseñanzas de Jesús sobre la oración no tratan de otra cosa sino de pedir nuestro Padre del Cielo, las 7 peticiones del Padrenuestro en una ocasión, en otras nos exhorta a pedir el Espíritu Santo. Y también de calibrar el timbre de nuestra petición: no explicarle a Dios lo que necesitamos, ni lo mal que estamos, porque el ya los sabe antes que se lo pidamos, sino como los niños, simplemente pedírselo, molesta e insistentemente. Y pedirle los bienes del Reino y su justicia (el propio don de la oración y las virtudes para poder hacer su voluntad), que lo demás, aún en la situación en la que nos estamos adentrando, no es más que la simple añadidura. Finalmente, no hacer lo que hizo el publicano que no volvió justificado después de orar: no tenernos por justos, no despreciar a los demás, y que nuestra oración siempre sea petición, porque el que agradece a Dios y no pide, en realidad no está reconociendo a Dios como la fuente de aquello por lo que agradece, sino que en el fondo se está alabando a sí mismo.
Gracias de nuevo Juanjo, creo que el consejo espiritual que has dado en este artículo es el que más estaba necesitando.
Cuando lloro y suplico a Dios y a Maria, siempre encuentro consuelo.
En estos tiempos, lo hago a menudo.
- Niech Twój Duch...i odnowi oblicze ziemi -
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El resto lo hará el Señor. Con los instrumentos que sean, que seamos y dejemos. Porque de esta no «Salimos más fuertes», pero saldremos más santos con la gracia de Dios. El resto es un poco secundario.Claro que hay que hacer y decir. Es buena idea comenzar por el principio, por la oración, por saber qué es lo que quiere Dios. Si ustedes creen que eso es secundario, no les arriendo la ganancia. Mucha suerte, yo desconozco crisis de las que no nos hayan sacado los santos, ya sea un San Atanasio o una Santa Teresita.
A los demás muchas gracias por los mensajes. Feri, te responderé por email.
Usted sí que ha escrito: " Sinceramente, no creo que «podamos hacer nada», lo que es muy esperanzador". Aunque luego añada: "El resto lo hará el Señor. Con los instrumentos que sean, que seamos y dejemos. Porque de esta no «Salimos más fuertes», pero saldremos más santos con la gracia de Dios. El resto es un poco secundario."
No me gusta su artículo porque defiende una cosa y la contraria como si fuese un político.
No en vano la regla benedictina reza "ora et labora" y no "labora et ora". Digo esto porque estoy convencida de que el orden de los factores aquí sí que altera el producto: primero rezar y luego, con el auxilio y con la fuerza del espíritu Santo, actuar. Porque es Él quien recluta, quien instruye, quien acrisola y quien luego da una concreta misión a cada uno de sus soldados (siervos).
No sé, cada vez veo con más nitidez que estamos inmersos en una durísima guerra, a muerte (está en juego nuestra alma y la de tantísimas personas), pero es una guerra espiritual que se libra en unas instancias o en una dimensión absolutamente desconocida (e inabarcable) para nosotros. Vivimos en tinieblas y estas cada vez son más espesas. Sólo Dios puede saber en qué posición podemos hacer mayor o mejor servicio a su Reino, por más insignificante que este pueda parecer. Por eso, el primer paso, incluso después de tener una idea o un impulso de acometer algo realmente importante (y aparentemente bueno) siempre ha de ser orar. Porque el enemigo también se disfraza de bien, de ángel de luz, para engañarnos y distraernos del verdadero objetivo y así desanimarnos, agotarnos...y finalmente, eliminarnos.
Desde luego que no es descartable que la respuesta frente al mal que nos asola haya de ser colectiva y martirial. Pero si eso es así, ya hará el Señor camino y aunará los corazones para que esto se produzca en el momento preciso, con las gracias necesarias y los debidos auxilios espirituales. Lo que está claro es que sin Él, no podemos hacer nada (Jn. 15-5). Entretanto, abramos bien los ojos y los oídos; es increíble comprobar todos los servicios que el Señor nos puede llegar a asignar desde nuestra realidad cotidiana, cuando abrimos bien los ojos y los oídos del corazón. Y para eso es imprescindible la oración.
Y si de orar se trata, en primer lugar, qué mejor que pedir la intercesión de super san Pablo, cuya fulminante conversión celebra hoy la Iglesia, y que nos muestra claramente qué fue lo que él hizo:
«Yo le pregunté: '¿Qué debo hacer, Señor?'. El Señor me dijo: 'Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer'».
Si Dios está contra nosotros, ¿quién contra nosotros? (Rom. 8, 31)
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