El día que Panikkar pidió perdón (y volvió a su casa)
¿No sabes quién es Panikkar? No importa, esta historia también te interesa porque:
- muestra las maravillas del Señor,
- pone de manifiesto el poder la Gracia y de la verdadera amistad, esa que procura lo mejor para sus amigos: que se salven; amigos como los del paralítico de Cafarnaún (Mc, 2, 4-5)
- es un buen resumen del caos postconciliar, muchas veces bienintencionado.
Y porque este año, en noviembre, se cumplen cien años del nacimiento de Raimundo Panikkar, y probablemente nadie te cuente cómo acaba la historia de este icono del progresismo, hijo de hindú y española, filósofo y teólogo sincretista, sacerdote suspendido, ex del Opus Dei, miembro del CSIC y profesor de Harvard y de la Universidad de California Santa Bárbara. Un final en la línea de la versionada letrilla del Siglo de Oro:
Cuando murió en 2010, prácticamente sólo escribieron ditirambos los de siempre. Por los títulos y los autores nos podemos hacer una idea (no pongo enlaces): Antoni Bassas, («Raimon Panikkar, entre la ley y la conciencia»); Francesc Arroyo, («Raimon Panikkar, teólogo de la disidencia»); Masiá, («Icono de Unidad, Raimon Panikkar»); Vidal, («Panikkar, pensador único e irrepetible»); Pikaza, («Raimon Panikkar, in memoriam (1918-2010»); Tamayo, («Raimon Panikkar: diálogo e interculturalidad»); Victorino Pérez Prieto, («Todo está integrado, asumido, transfigurado») o Jesús Aguado, («Raimon Panikkar»), por poner algunos ejemplos.La ciencia más acabada
es que el hombre en gracia acabe,
pues al fin de la jornada,
aquél que se salva, sabe,
y el que no, no sabe nada.
Por eso me he llevado una alegría inmensa cuando leí el artículo del 7 de enero en La Vanguardia: «El día que Panikkar pidió perdón», en el que cuentan sus últimos años y sobre los que se había especulado.
Panikkar se ordenó sacerdote en 1946, fue uno de los primeros sacerdotes del Opus Dei, institución a la que pertenecía desde 1939. Antes estudió Química e impulsó la revista Arbor desde el CSIC y la colección de libros Patmos.
En 1955 viaja por primera vez a la India, y entra en contacto con las doctrinas espiritualistas ecuménicas. Se doctora en Química con una tesis poco «química», ‘Ontonomía de la ciencia. Sobre el sentido de la ciencia y sus relaciones con la Filosofía’, y poco después en Teología con “The Unknown Christ of Hinduism” en el que ya están las bases de su pensamiento sincrético, por elegir un término poco específico, sobre la dialéctica naturaleza y sobrenaturaleza. Todo muy propio de él, hombre de ciencias-letras, occidente-oriente. Un hombre también de su época…, desgraciadamente.
Tras un proceso canónico abandona el Opus Dei en 1966, y se marcha a Harvard primero y a la Universidad de California Santa Clara después, donde fue catedrático de estudios religiosos, alternando estancias en la India y USA. Se retira en España.
Para los últimos años tomo parte del relato de Ramón Balmes, en La Vanguardia, que recoge testimonios y datos de un estudio de Sarayana sobre Panikkar.
Su compleja vida sacerdotal e intelectual se completó en la etapa final de su vida, con su retiro activo en Tavertet. Fijó su residencia en la bella y remota localidad del Collsacabra en 1987. El 6 de diciembre de 1984 contrajo matrimonio civil. Josep María Guix, obispo de Vic, lo suspendió a divinis y le recordó que no podía ejercer las órdenes sagradas.
Pese a sus turbulentas relaciones con el Opus Dei, mosén Ferran Blasi (Barcelona, 1929) recuerda que “jamás desmintió ninguna convicción”. “La comunión de los santos es una realidad. Me acuerdo de todos vosotros. Que Dios te bendiga e ilumine en tu delicada tarea”, escribía el filósofo, cariñoso y nostálgico, al prelado Javier Echevarría en el 2005, en una carta que recoge Saranyana.
Durante sus últimos años se sucedieron las visitas de amigos, discípulos y familiares. Entre ellos, las de Ferran Blasi y Juan Antonio González Lobato, sacerdotes de la Obra, y la del médico Iván Antón Rodrigo. El reencuentro dejó claro que no había antagonismo entre él y la institución. “Manifestó su cariño a nuestro padre”, escribe González Lobato tras una visita en el 2006. En algunas ocasiones Panikkar se emocionaba. “Y todo, con la confianza y familiaridad que teníamos hace 56 años”. En su interior ardía la llama de la ordenación sacerdotal, vista por él como el hecho más importante de su vida.
Panikkar seguía en situación canónica irregular, pero hacía tiempo que estaba en conversaciones para una solución, especialmente desde el 20 de septiembre del 2003, cuando Romà Casanova tomó posesión de la diócesis de Vic. La Santa Sede, con Benedicto XVI, seguía con mucha atención el caso Panikkar.
El paso decisivo lo dio el 15 de febrero del 2008. El autor de «Invitación a la sabiduría» escribió una declaración pública en la que se arrepentía de haber escandalizado con su conducta. “Quiero pedir públicamente perdón por el mal ejemplo que haya podido dar al no obedecer la ley eclesiástica sobre el celibato… Me arrepiento sinceramente y acepto y reitero humildemente mi obediencia a la Iglesia. Deshago todos los lazos que tengo como resultado del matrimonio contraído”.
Tras la rectificación, el obispo de Vic levantó la suspensión el 3 de abril del 2008. La tarde del 26 de agosto del 2010 Panikkar falleció en Tavertet, plenamente reconciliado con la Iglesia. “Me siento sacerdote de la Iglesia. Y quiero mantener la comunión con ella hasta el final”. Era el colofón a su fecunda vida. El último acto de misericordia y caridad cristiana. “Fue un hombre y un intelectual con sus equivocaciones y genialidades, pero fiel en sus sentimientos hacia la Iglesia”, recuerda Ferran Blasi.
Me da la impresión de que a muchos de sus aduladores no les gustará este final. A sus amigos, sí. Un buen testimonio de que la Gracia todo lo puede, que no te engañen con buenismos mediocres.
35 comentarios
Desde luego, ese arrepentimiento final, y su vuelta al orden de la gracia, interesaría poco a los heterodoxos.
Y como tu eres más sabio que el mismísimo Dios, pues eso, nada de perdones, ¡que se habrá creido este tipo!
No creo que sólo fuese eso, en cualquier caso el temor de Dios también es un don del Espíritu Santo.
Antón, susi
Ojalá hubiese tenido tiempo de deshacer algunas cosas más, pero sí, es una alegría.
Pablo
Los caminos del Señor son inescrutables. Es la responsabilidad que tienen los sacerdotes, y los obispos y el Papa... y los papás y mamás. También hizo mucho bien hasta que se torció.
Supongo que habrá querido decir otra cosa. Si no, es el como el hermano mayor de la parábola. A esos suelo recomendarle la lectura del Condenado por desconfiado, que nuestro Siglo de Oro sigue siendo una mina por explotar.
En cualquier caso, una alegría.
El post es alimento para el Alma.
“Mucho cuesta a los ojos del señor la muerte de sus hijos”
Puede que no hayamos resultado tan pertinaces o afectado a tanta gente, pero por misericordia de Dios. Si nos suelta de su mano ni imaginamos lo que haríamos.
Me alegra, porque fue un escritor, que aportó mucha confusión, en los
tiempos postconciliares, alineándose con teorías, como la de Rahner, de los "cristianos anónimos" o la de tantos, que sostenían que todo el mundo se salva, arrinconando completamente el mandato misionero de Cristo.
Recuerdo que Panikkar también dio que hablar, a propósito de la
"Dominus Jesus".
Pero, "Ende gut, alles gut", como dicen los germanos (=Fin bueno, todo bueno).
Gracias, Juanjo, por esta noticia y tu sabroso comentario.
En vez de tocar narices, digo...
Creo que ignoras que Prudencia es algo más que el femenino de tu nombre.
Con tu comentario has dado en el blanco del todo. De acuerdo totalmente contigo.
Somos muy amigos de etiquetar, clasificar, juzgar, opinar de todo y de todos........lo de la viga y la paja en el ojo.
Un fuerte abrazo
También en su tiempo me alegré por la conversión de Jacques Maritain (que después se aclaró que tenía errores filosóficos), por la de Lustiger ( que parece haber impedido la canonización de Isabel la Católica) y por la de Edith Stein (que opinaba que a ella no le incomodaría que hubiera mujeres sacerdotisas).
Pero siempre hay gran alegría en el cielo por quienes se arrepienten.
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