Cardenal Biffi, in memoriam. El Quinto Evangelio sobre los adúlteros
Acaba de morir el Cardenal Biffi, arzobispo de Bolonia casi dos décadas. Un padrazo, divertido, enamorado del Señor y por eso de todos. Uno de los rasgos más destacables de su labor fue su amor a la Verdad, que exponía con valentía y con buen humor.
Una oración por su eterno descanso y como homenaje me permito recomendaros dos de sus libros que ya han aparecido en este blog. Primero «La Bella, la Bestia y el Caballero: Ensayo de teología inactual» (1984) una certera disección del hombre y la sociedad, en el que podremos encontrar eruditas citas y socarronas evidencias como por ejemplo cuando critica la cronolatría:
El segundo libro es «El quinto evangelio» (1969). No me extraña que no se haya vuelto a editar, el número de eclesiásticos que se ven reflejados en él, probablemente «lo aconseje», en especial hoy en día. El libro caricaturiza «la modernidad». Biffi dice que ha encontrado «el quinto evangelio», el verdadero, el que nos cuenta de una vez por todas el mensaje de Cristo, el que tiene las claves para entender los pasajes más difíciles de los cuatro evangelios.Del mismo modo, se nos exhorta con frecuencia a rezar por los «hombres de nuestro tiempo», como si acaso alguien hubiera tenido la tentación de recordar en sus oraciones a los asirio-babilonios; o a vivir en el «mundo de hoy», contra el peligro de caer inadvertidamente en la época carolingia; o a comprometerse a «ser modernos», que es un poco como si una vaca se empeñase en tener rabo.
De ese modo Jn 15, 18-19 se transformaba en: «Si el mundo os odia, es señal de que no lo sabéis entender. Identificaos con el mundo, y el mundo os salvará». El comentario «que explicaba» es tronchante. Como homenaje y porque estoy seguro que algún padre sinodal lo ha leído y no pilló la ironía reproduzco dos pasajes más de «El Quinto Evangelio»:
Mt 5, 27-28
Habéis oído que se dijo: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha adulterado con ella en su corazón.
Según el Quinto Evangelio en «realidad» dice:
Se os había dicho: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha adulterado con ella en su corazón. Pero ahora yo os digo: No hay que exagerar. La mujer se ha hecho para el hombre y el hombre para la mujer. Lo importante es que todo se haga por amor.
A lo que el inventado comentarista dice: Es éste el único fragmento del quinto evangelio que, refiriéndose explícitamente a un logion recogido por los evangelios tradicionales, lo supera para desembocar en una visión más alta y tranquilizante.
Es una fortuna incalculable que se haya descubierto. El sermón del monte en su forma hasta ahora conocida podía proponerse a una sociedad prefreudiana, no a la nuestra, que ha adquirido por fin ideas claras sobre el hombre y la mujer: ahora ya sabemos que el sexo es una realidad tan simple e inocente, que no merece la atención obsesiva que siempre le ha dedicado la moral común; y que a la vez es una fuerza tan potente y fundamental en el hombre, que debe invenciblemente absorber y marcar cada uno de sus pensamientos, de sus impulsos, de los instantes de su vida.
Con divina inteligencia Jesús en este texto no ataca desde fuera el impulso sexual para restringirlo con normas objetivas, sino que busca transformarlo desde dentro haciéndolo en su misma esencia y entraña una expresión de amor, y, por tanto, un encuentro personal, donde poco importan la naturaleza de lo que se realiza, porque todo se valora por la capacidad de comunión inherente en la atracción recíproca y en la recíproca donación.
De este modo se llega a la perfecta libertad interior, que todo lo consiente, excepto la hipocresía o la insinceridad de sentirse coaccionado por intereses, por vínculos, por consideraciones ajenas al impulso del amor.
Una libertad en la que toda timidez debe ser sustituida por una audacia auténticamente evangélica. Por tanto, si tu ojo derecho no ve bien, mira con el izquierdo, y si tu mano derecha es demasiado cauta, utiliza la izquierda.
Sin embargo, nota agudamente el maestro: «No hay que exagerar». Esta exhortación se dirige a los puritanos e inhibidos. Pero nosotros, con el equilibrio que nos caracteriza, lo extendemos también al lado opuesto: para una sana actividad sexual no lastrada de moralismos inútiles, es saludable una conveniente moderación.
Mc 10, 11-12
El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, adultera con ésta: la que se ha divorciado de su marido y se casa con otro, adultera ().
En el Quinto Evangelio se transforma en:
El que se divorcia de su mujer y se case con otra, adultera con ésta; a no ser que la primera se haya afeado a sus ojos. El que después se casa con la divorciada hace una verdadera obra de caridad.
Con el siguiente comentario: Tenemos algunas dudas sobre la autenticidad de este fragmento. En todo el quinto evangelio Jesús aparece como un hombre de extraordinaria amplitud de ideas; pero todo tiene un límite. Aquí se defiende no sólo el divorcio, sino incluso el amor libre. Aun la apelación de la reina de las virtudes, la caridad, resulta sorprendente en este contexto.
Parece, por tanto, legítima la sospecha —aunque no hay ninguna razón a la luz de la crítica textual que ofrezca argumentos válidos para sus- tentarla— que estas líneas hayan sido interpoladas por algún copista malévolo con el fin de desacreditar todo nuestro precioso manuscrito. Sin embargo este breve fragmento, sea o no obra de un falsario, tiene por lo menos el mérito innegable de la claridad en lo concerniente al divorcio.
Según nuestra opinión, sobre este punto las posiciones verdaderamente lógicas son sólo dos:
La primera es aceptar que la unión matrimonial crea entre los contrayentes una unidad vital, que afecta a las raíces profundas del ser y subyace intacta a todas las vicisitudes que sobrevengan a lo largo de la vida: «un solo cuerpo», como dice la Escritura; y en este supuesto, es del todo inútil andar a la busca y captura de casos dolorosos o dramáticos, que justificarían la división; como no se puede suprimir un nuevo ser al que se le ha dado existencia, así este «único cuerpo» queda más allá del alcance de las voluntades que lo han dado origen.
La segunda es negar que exista este nuevo ser; y entonces es bastante hipócrita establecer el elenco de las situaciones que legitimarían el divorcio: no existe ninguna más grave que la falta de amor. Si hay amor, aun la cárcel o el manicomio de uno de los cónyuges no son razones suficientes; si no hay amor, la cárcel y el manicomio no conseguirán hacer el vínculo más insoportable de lo que ya es de por sí.
En conclusión: si se rechaza la idea prenapoleónica de la indisolubi- lidad y se decide dar fe a este quinto evangelio, el amor libre quedaría como la única solución sincera, coherente, total.
No me cansaré de recordar que con estos textos el Cardenal Biffi quería ridicularizar lo que dirían los «teólogos modernos». Y sin embargo esta nota es necesaria porque desgraciadamente se lo estamos escuchando «en serio» a algunos eclesiásticos estos días.
8 comentarios
Saludos cordiales.
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Lo importante es saber qué tipo de amor es el que hay que tener; Sea: El que es pasión temporal que pronto se pasa; o el que es amor espacial que nunca pasa.
Y aquí el conocer la relación existente de entre lo que como oscuridad y muerte es es tiempo que pasa; y de lo que como luz y vida es espacio que no pasa.
www.serviciocatolico.com/.../Biffi-Giacomo---El-Quinto-Evangelio_we74k...
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Que Dios le haya otorgado el merecido premio por su admirable labor por el bien espiritual de los católicos.
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