Bicentenario de la Restauración de la Compañía de Jesús
Una conmemoración histórica importante no sólo para la historia de la Iglesia, también para la ciencia y la cultura. Quizá la supresión de los Jesuitas por Clemente XIV (ningún Papa ha vuelto a llamarse Clemente) suponga el mayor hachazo al progreso científico de la historia, tanto por la labor científica truncada como por todos los alumnos que no existieron esos años y los observatorios y centros científicos, más de 800 colegios y universidades por todo el mundo en el momento de la supresión. Sin hablar del desarme intelectual de la Iglesia, que en mi opinión fue la causa del triunfo de la Ilustración en su vertiente más anticatólica, no podían convencer, tuvieron que eliminar la resistencia.
Sobre la supresión de los jesuitas y sus consecuencias se ha escrito mucho, hoy no es el día, es día de alegría. El folleto oficial lo resume sobriamente.
A mí, que la imaginación se me desboca, se me pone la piel de gallina imaginándome la escena. Recogidos por dos potencias no católicas (Prusia y Rusia) y algunos desperdigados por Estados Unidos (p.e. uno de los grupos de jesuitas huidos fundan la Universidad de Georgetown) y alguno en el Reino de las Dos Sicilias, vuelven a recomenzar y a ponerse al servicio de las almas, de la Iglesia y también de la cultura y la ciencia.Era el 7 de agosto de 1814. Ese día el papa Pío VII, acompañado de una solemne comitiva, se dirigió a la iglesia del Gesù, en cuyo altar mayor, dedicado a san Ignacio, celebró la eucaristía. Poco después, y tras un breve desayuno, pasó a una capilla interior del colegio, donde mandó leer la bula Sollicitudo omnium Ecclesiarum por la que se restauraba la Compañía de Jesús en todo el mundo. En aquel acto estaban presentes unos 150 jesuitas, todos ellos mayores y procedentes de diversos países europeos. Entre ellos figuraba el famoso P. Manuel Luengo, quien en su monumental Diario de la expulsión de los jesuitas nos dejó una crónica exhaustiva de la vida y padecimientos de los expulsos hasta aquel preciso momento. Desde la abolición de la Compañía, el 21 de julio de 1773 por el papa Clemente XIV hasta ese día, habían pasado 41 años y 17 días.
El 7 de agosto de 1814 había en el mundo unos 600 jesuitas (incluyendo los que dejaron de serlo y volvieron). Seis años después, en primera Congregación General de la Compañía restaurada, más del doble 1.308. Fidelidad al Señor, fidelidad al carisma fundacional.
Sólo quería aprovechar la ocasión para felicitar todos los miembros de la Compañía y animar a todos a que recemos por ellos, para que siempre recomiencen, como hace doscientos años, con fidelidad al carisma fundacional que evidentemente se ha perdido en algunos casos hoy en día: ¡la restauración os sienta tan bien!
14 comentarios
Y, por cierto, aquellos jesuitas que continuaron con su actividad religiosa después de la abolición de la Compañía desobedecieron abiertamente al Papa. Hoy muchos habrían puesto el grito en el Cielo y los habrían tachado de cismáticos; sin embargo, andando el tiempo, alguno de ellos como San José Pignatelli, fue incluso canonizado.
Ciertamente, Dios escribe derecho con renglones torcidos.
20 Y 21 DE NOVIEMBRE DE 2014, quien coordina la actividad es la Dra. Elena Calderón de Cuervo, más información en: ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?rubrique11
Los jesuitas deberían recordar lo que sufrieron y no hacer lo mismo a los demás.
En 1817 no se celebraba la "eucaristía", sino la Santa Misa.
LF:
Todo el mundo sabe que la Eucaristía es una cosa y la Santa Misa otra. Faltaría más.
Lástima que en los primeros siglos no se celebrara ninguna "Santa Misa". La llamaban siempre Eucaristía. Lo de Santa Misa debió ser un invento posterior.
¿Veis como yo también sé decir cosas peculiares?
Respecto a la situación de la Compañía hoy, ¿qué no diremos que no hayamos dicho ya?
En breve tendrán otro Prepósito General que será elegido por los mismos que han llevado a la orden a la situación actual. O sea, es humanamente imposible que cambie algo. Pero solo Dios sabe lo que tiene dispuesto para el futuro.
Para Rosmini la supresión estuvo justificada porque el racionalismo había contaminado a la CJ.
En mi estante de scribd he dejado una versión traducida del Breve del papa Ganganelli. Vale la pena leer la exposición de motivos.
Saludos.
JR, gracias, le devolví su número al Papa.
Había racionalismo, pero los motivos fueron más "humanos": borbones, regalismo, jansenismo, masonería, regalismo, absolutismo.....
Si alguno quiere tachar a Rosmini, recordando las 40 tesis, le sugiero que se informe mejor porque se trata de proposiciones que no pertenecen a Rosmini y que se llegó al punto de falsificar pasajes de uno de sus escritos cuando estaban en prueba de galeras para que no lo hicieran cardenal y lo condenaran. Los estudios de Gianinni han explicado estos aspectos poco conocidos y en la Argentina han sido divulgados por Caturelli y su esposa.
Saludos.
JR, es la "explicación" habitual de los historiadores anti-jesuitas. Los que escriben ucronías están muy bien para la literatura, pero la historia es otra cosa. Ni Pombal, ni Carlos III, ni...., argumentaron racionalismo y el Papa cede a sus presiones, eso es historia. Que debió ser, o que a lo mejor, está muy bien para la literatura.
Racionalismo es toda la baja escolástica y parte de la neoescolástica, desgraciadamente. La que no lo es es maravillosa... y tú bien lo sabes.
En los primeros siglos del cristianismo, la Iglesia no había profundizado tanto en la Teología de la Misa y del sacramento de la Eucaristía como profundizó luego. Por ejemplo, la reserva eucarística se destinaba sólo al viático de los enfermos; no existía la adoración al Santísimo.
Igual para la Compañía: ya no se la expulsa, sino que se la vuelve irreconocible.
La claudicación del gobierno de la Iglesia en la cuestión jesuítica, hecha ante reyes que eran católicos sólo de nombre pues habían claudicado a su vez ante el Liberalismo, fue un nefasto antecedente y a mi modesto juicio, causa lejana de la actual crisis que padecemos. Con la Supresión el Papado no sólo perdió a su más arrojado heraldo, sino también parte de su inmenso prestigio moral.
La restauración de Pío VII no fue un cambio de rumbos sino más de lo mismo, pues fue hecha bajo el poderoso viento de cola de la Santa Alianza.
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