La conversión de Gary Cooper, a los 50 años de su muerte
Algunos lectores habituales me han afeado que cuento demasiadas historias sobre conversiones de bellezas y mitos femeninos. La verdad, nunca son demasiadas, ni las conversiones, ni las bellezas. Iba a demostrar, con datos, que no tenían razón y…, resulta que algún motivo sí que tienen.
Así que, para ir equilibrando iba a aprovechar que el pasado viernes 13 de mayo se cumplían 60 años de la muerte de una de las grandes estrellas del cine, Gary Cooper, que se convirtió al catolicismo dos años antes de su muerte por cáncer. Cuando estaba en ello, leí que el profesor Alfonso Méndiz ya había escrito sobre el asunto, le pedí permiso para ‘fusilar‘ su artículo, y como es un tipo genial me lo dio. Supongo que si no me lo hubiese dado, seguiría siendo el tipo tan estupendo que es, y su blog, «Jesucristo en el cine», seguiría siendo un lugar en el que educar el gusto. Podéis comprobarlo vosotros mismos, no necesita mucha recomendación.
Os dejo con la conversión de Gary Cooper, en la que además de resaltar el papel de su familia, narra una anécdota de Thomas Merton que no conocía.
El 13 de mayo de 1961 fallecía Gary Cooper, uno de los grandes galanes de la historia del cine. Para recordarle, he querido reproducir un post que publiqué tiempo atrás: la historia de su conversión, en la que, junto a la insondable intervención divina, se dio también la mediación de un amigo: alguien que supo orientar, sin violencia, en el momento oportuno.
Frank James Cooper nació en Montana (Estados Unidos) el 7 de mayo de 1901. Era hijo de unos inmigrantes ingleses, que poseían de un inmenso rancho. El futuro actor aprendió allí a montar a caballo, habilidad que demostraría después en numerosos westerns.
Tras cursar estudios primarios en Inglaterra, regresó a Montana y trabajó como dibujante de tiras cómicas en diversas publicaciones. Después decidió probar fortuna en el cine, y en los años veinte logró pequeños papeles en películas del Oeste, en las que ya se acreditaba como Gary Cooper. A mitad de los treinta es una de las máximas estrellas de Hollywood: rueda grandes filmes como «Adios a las armas» (1932), «Tres lanceros bengalíes» (1935) o «Beau Geste» (1939). En 1941 logra su primer Óscar por «El sargento York», y en 1952, el segundo por «Sólo ante el peligro».
Precisamente en esos años es cuando tiene lugar su encuentro con el Papa Pío XII. Su esposa y su hija eran católicas, y él accedió a acompañarlas cuando consiguieron ser recibidas por el Santo Padre. En el libro que escribió sobre su padre, su hija Mary recordaba aquel momento:
«El entusiasmo nos embargó a todos a medida que se aproximaba la audiencia con el Papa. (…) Estábamos todos en una sala dorada del Vaticano con una veintena de invitados más. Habíamos comprado rosarios, anillos y medallas para que los bendijera Su Santidad, y papá tenía un buen puñado de esos objetos en sus manos. Cuando el Papa llegó a su lado, quiso arrodillarse para besarle la mano, y perdió un poco el equilibrio. Se le cayeron entonces todas las medallas, perlas y rosarios, que rodaron con estrépito por toda la habitación. Algunas quedaron bajo el manto del Pontífice, que supo sacar a mi padre de su monumental vergüenza con una sonrisa y un gesto de comprensión».
A mitad de los cincuenta –sigue recordado su hija– «comenzó a pensar en su posible conversión. No hablaba mucho de ello, simplemente nos acompañaba a Misa casi todos los domingos. La excusa que daba era que deseaba oír los fantásticos sermones del padre Harold Ford».
Este joven y celoso sacerdote correspondió al interés de Gary Cooper con una dedicación entusiasta:
«No le sermoneó con el azufre y el fuego del infierno –escribe Mary en su libro– sino que supo hacerse amigo suyo. (…). Mi madre le invitó un día a merendar para que pudiera charlar con mi padre. Y, nada más entrar en la sala de armas, se ganó a mi padre manifestando un gran deseo de practicar la caza y la pesca. En los meses siguientes fue su compañero inseparable en el buceo, la caza y todo tipo de excursiones».
Durante aquellas salidas, el padre Ford fue explicando a Gary Cooper la riqueza de la Fe católica. Y, cuando ya casi estaba decidido, le dio a leer «La montaña de los siete círculos», una autobiografía del monje Thomas Merton en el que narra su conversión. Aquello fue el empujón definitivo. El ya veterano actor se bautizó en la Iglesia católica en mayo de 1959, apadrinado por su amigo Shirley Burden, que era también converso.
A las pocas semanas de su conversión, empezaron a manifestarse los primeros síntomas del cáncer que le llevaría a la tumba. Luchó en silencio con su enfermedad, mientras rodaba sus últimas películas: «El árbol del ahorcado» (1959), «Misterio en el barco perdido» (1960) y «Sombras de sospecha» (1961). Con la salud ya deteriorada, en 1960 recibió un Óscar especial de la Academia «por su larga y extraordinaria carrera». Durante 35 años, había intervenido en más de cien películas, la mayoría como protagonista. Murió el 13 de mayo de 1961 y fue enterrado en el cementerio católico de Santa Mónica.
En octubre de ese año, Thomas Merton escribió una carta a su hija Mary en la que le decía:
«Como todo el mundo, yo también adoro las películas de Gary Cooper. Aunque sea monje, me encanta verlas. Incluso tuve la secreta esperanza de que, si algún día ‘La montaña de los siete círculos’ se llevaba a la pantalla, tu padre sería el protagonista del filme. Por muchos motivos, me hubiera gustado mucho que hiciera ese papel».
La influencia de su conversión fue enorme en el mundo de los artistas. Ernest Hemingway, que fue un gran amigo suyo, recuerda que pocas semanas antes de la muerte del actor hablaron largo y tendido sobre el catolicismo. Al final, con la voz muy seria, Gary Cooper le dijo: «Tú sabes que tomé la decisión correcta». Según reconoció después, Hemingway no olvidaría nunca aquella conversación. Aquel moribundo tumbado en la cama le había parecido la persona más feliz de la tierra.
11 comentarios
El padre H. Ford, además de buen predicador, era un excelente apóstol, que supo ganarse la persona, por la amistad, para, después, Dios mediante, ganarlo para Xto. y su Iglesia, seguro que fue a pescar más de una vez sin muchas ganas, solo por complacer a Cooper.
High Noon película que toda persona de buena voluntad debe ver. Jugarse por las convicciones, por la justicia, aunque quedes sólo. Requiere valentía. Es el paradigma del cristiano.
Gary Cooper encarnaba como nadie la bonhomía, casi la ingenuidad del hombre insobornable, del hombre con principios. Era y es mi actor preferido. Mi admiración no alcanza las dimensiones de la de Pilar Miró ("Gary Cooper que estás en los cielos"), pero la interpretación de aquel sheriff en "High Noon" es insuperable.
Ahora sé que la bondad que transparentaba Cooper en sus papeles no era mera interpretación.
Nuevamente, gracias Juanjo por compartirlo.
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[Y enhorabuena a los húngaros por su excelente ejemplo. Hay que agradecerles que nos indiquen cuál es la actitud y el camino que debe recorrer todo gran pueblo: no avergonzarse de sus raíces, defenderlas y consagrarlas en los fundamentos de su ordenamiento jurídico y de convivencia. A ver si aprendemos en España y en el resto de Europa].
Amistad de verdad, sobrenatural. Además la ayuda de un buen libro. Lo tiene todo.
Eduardo J, gracias a ti. A la larga estos ejemplos edifican más que muchos tratados, y más aún con los ingredientes que le contaba a Norberto. También estoy totalmente de acuerdo contigo, pero es una bonhomía más entera que la de James Stewart (aunque también me gusta)
MR, parece mentira, cómo Dios se las apaña para ponérsenos a huevo. Es una frase fantástica, y un acicate para que demos ejemplo, evangelicemos o hagamos apostolado, como queráis llamarlo con todo el mundo. Desde luego, si hay sustrato, esas virtudes humanas que señala Norberto, es más fácil que puedan corresponder en un momento dado a la Gracia.
Esta es la fuente: http://www.abc.es/20110516/sociedad/abci-juventud-homosexualidad-201105161616.html
Es una pregunta y un estudio del que no se puede extraer nada.
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