Prontos en pedir perdón, remisos en el testimonio
Vamos por la vida de acomplejados. A la mínima, y por si acaso, lo primero que hacemos es pedir perdón, que es lo mismo que reconocernos siempre cupables de todo.
Me estoy acordando de la imagen de monseñor Martínez postrado en tierra para pedir perdón por los supuestos abusos de unos sacerdotes que posteriormente resultaron absueltos. Recuerden que hasta el santo padre llamó a los supuestos abusados. Nada de nada. Pero a pedir perdón. Antes del juicio y la sentencia.
Y qué me dicen de lo de los niños indígenas asesinados por los pérfidos católicos en internados canadienses. Nada de nada. Tan nada de nada que no se encuentra un solo cadáver. Pues anda que no hemos pedido perdón.