22.12.22

Soledades y soledades

María lleva años en una residencia. Vivía sola y a partir de aquella maldita rotura de cadera se hizo imposible continuar en su casita de toda la vida. Lo comprende: “no tengo familia, era hija única, me debe quedar algún primo lejano tan mayor como yo. Contenta de poder estar aqui bien atendida".

En la misma residencia está Juan. También solo: “cuando murió mi mujer los chicos me trajeron aquí para que estuviera mejor atendido. Hace tiempo que no los veo, ni a los hijos ni a los nietos. ¿Sabe? Es que trabajan mucho y no tienen tiempo, pero son buenos.”

Rufina sigue en su casita, en el pueblo. Soltera, sola. Algún hermano le vive y tiene varios sobrinos: “me quieren mucho, de hecho a unos cuantos sobrinos los crié yo, porque sus padres trabajaban". ¿Y vienen por aquí? “No tienen tiempo, ya sabe cómo son los jóvenes, siempre tienen muchas cosas que hacer. Alguno me llama para mi santo".

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19.12.22

Lo que no interesa no interesa. Ni a los suyos

Y dentro de lo que no interesa mucho me temo que no queda más remedio que colocar la figura del papa Francisco. Yo no digo si es buen pastor o malo, que cada cual tendrá su versión. Tampoco me meto si las pretendidas reformas son un acierto o dejan de serlo o si mejor hubiera ido nombrando otros cardenales. Son cuestiones del todo opinables y nada hay que decir. Dicho esto, sí hay datos objetivos que uno está en su derecho de comentar. 

Dato uno. Me pueden maquillar las fotos, buscar encuadres, hacer virguerías con las retransmisiones y dar audiencia a todo bicho viviente, con perdón por lo de bicho, que aquí hay mucha gente susceptible, excepto a gente como los cardenales Burke o Zen. Hay que reconocer que los técnicos de imagen se están ganado el sueldo. El asunto es que no hay forma de tapar el sol con un dedo y hoy, encima, cualquiera tiene una cámara y sube fotos a las redes sociales. El caso es que a las audiencias y celebraciones del santo padre cada vez acude menos gente. 

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15.12.22

El papa ha escrito un libro

Me temo que la vamos a liar, pero tampoco es que me importe mucho. El libro no es un conjunto de definiciones ex catedra y por tanto no afecta a cuestiones fundamentales de fe. Lo acojo con respeto aunque he de reconocer que con muchas reticencias.

La primera, la de su presentación en la iglesia de san Antón de Madrid de ayer mismo. Evidentemente yo puedo organizar una presentación en Braojos, La Serna o Piñuécar o en la bodega de mi amigo Jacinto, pero me ha sorpendido que la archidiócesis de Madrid no tuviera prevista una presentación oficial en la universidad de san Dámaso, la catedral o la oficina de prensa del arzobispado. Tal vez la archidiócesis pensó que tendría más eco lo de san Antón. El caso es que en la oficina de información de la archidiócesis, en su página web, ni aparece citado ese libro del papa. Simplemente curioso. 

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14.12.22

El cortijo del señor cura

Ayer hemos tenido visita “oficial” en La Serna y Piñuécar. Acudió doña Marta Rivera de la Cruz, consejera de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid y, entre otras cosas, quiso conocer los templos parroquiales que, en el caso de La Serna, pude mostrarle personalmente.

Y ahí surgió, una vez más, la posibilidad de la declaración de Bienes de Interés Cultural (BIC) de algunos de nuestros templos. La consejera avisaba de las restricciones que supone para los templos, ya que cualquier actuación debe contar con los preceptivos informes de la Comunidad de Madrid. Le dije: por eso me parece fundamental la declaración, porque conozco a mis colegas y lo mismo te encuentras sacerdotes cuidadosos y respetuosos con sus templos que curas terroristas que se piensan que el templo es su cortijo y hacen y deshacen sin más ley que su capricho ni más criterios que el de sus personales manías.

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12.12.22

Misa para dos

La señora Juana, de La Serna, es especial. Cuando llegué a estos pueblos le pregunté por la asistencia a misa:

- Pues mire usted, dos o tres no le han de faltar.

- No, si digo los domingos.

- Pues eso, que los domingos dos o tres no le han de faltar. 

Algunos domingos no llegamos. 

Ayer amaneció nevando y con mucho frío, como se pueden imaginar. Mi costumbre es abrir la iglesia con mucho tiempo, así puedo preparar las cosas con tranquilidad y rezar un poco. Tres o cuatro minutos antes de la hora, ahí que te viene Juana, con sus ochenta y ocho recién cumplidos, bien abrigada, ayudada por su bastón y una sonrisa que ilumina el día. 

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