30.10.22

Libertad de expresión, prudencia y comunión eclesial

Hace unos días me hacía eco del silencio impuesto a D. José Luis Aberasturi. Me duele y me preocupa, pero solo hasta cierto punto. Es un sacerdote con años y con la fortaleza de la experiencia y una dilatada vida sacerdotal. Más me duelen los silencios impuestos a otros sacerdotes, en ocasiones muy jóvenes, porque están mucho más indefensos.  Las razones que se esgrimen para los silencios impuestos o recomendados, algo sé, son razones de prudencia y de comunión eclesial.  

Nadie va a estar en contra de tales recomendaciones. La prudencia es virtud reconocida y la comunión eclesial a todos nos preocupa. Dicho esto, tendrán que reconocerme que cuanto más arriba esté uno en el estamento eclesial, más debe cuidar estos dos puntos. Vamos a un ejemplo.

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28.10.22

Yo llevé el palio a Franco

Pues sí. En la foto estoy. Llevando el palio, el segundo por la izquierda. Con gafas y buen pelo. Y no lo cuento ni como mérito ni como demérito. Franco acudía al monasterio del Escorial todos los 28 de febrero al solemnísimo funeral por los reyes de España. Además, cada dos años años, en mayo, al capítulo de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. El generalísimo tenía el privilegio de entrar bajo palio y alguien tenía que llevarlo. Sin mayor problema. Solíamos ser los más jóvenes y si bien es verdad que pudiera haber alguna reticencia muy llevadera, no recuerdo especial oposición. Se hacía y punto. Era cosa de saber estar.

Murió Franco. El funeral por los reyes de España se celebró aún algunos años en la capilla del palacio real de Madrid y recuerdo la presencia de su majestad el rey Juan Carlos en algún acto en el monasterio del Escorial. Siempre acompañado por la comunidad con la que, recuerdo, comió en alguna ocasión siendo aún príncipe de España. Curiosidades. Pidió que la comida transcurriese como era normal en el monasterio y, en consecuencia, hubo un rato de lectura espiritual al principio, como era costumbre, que le tocó hacer, por cierto, a este servidor de ustedes.

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26.10.22

Váyanse todos a hacer puñetas

Si dijera que el titular me ha sorprendido, estaría mintiendo. Aquí lo único que sorprende es que alguien se atreva a proclamar la fe de la Iglesia y recuerde sus implicaciones morales. Es que esta mañana he podido leer la noticia en Infocatólica, en portada estaba, según la cual el cardenal Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y presidente del episcopado europeo (COMECE), aboga por bendecir parejas homosexuales y por un evangelio sin normas ni prohibiciones. 

Se vayan a hacer puñetas todos: el cardenal Hollerich y todos los que se lo consienten a base de no decir nada, no pedir nada y no exigir una rectificación. Perfecto. Tomemos nota, porque si todo un cardenal de la Iglesia católica dice que en el evangelio no caben normas ni prohibiciones yo me lo apunto y lo malo no es que me lo apunte yo, sino que la gente toma nota.

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22.10.22

Rafaela se empodera

Ella lo resume en un coloquial “se cabrea” si se trata de palabras o un “ponerse en jarras” si mejor nos dedicamos a los gestos. Ya le digo que eso hoy se puede llamar “empoderarse”. Su respuesta: pues lo mismo un día de estos me empodero, o nos empoderamos Joaquina, María y servidora y así, empoderadas del todo, nos metemos en el despacho de nuestro cura y sea lo que Dios quiera.

Parece que la palabra empoderarse puede entenderse como la acción o el proceso mediante el cual los pobres deciden mejorar sus condiciones de vida desde la autogestión, lo que en el seno de la Iglesia católica no deja de tener su morbo, su interés y muy posiblemente una gran utilidad.

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20.10.22

La silenciosa libertad de expresión

Me da la gana de enviar desde aquí un fortísimo abrazo a D. José Luis Aberasturi, mi colega de blog en Infocatólica, que lleva sin escribir desde el día 12 del pasado agosto por prohibición expresa para hacerlo.

Sorprendente. Muy sorprendente porque se supone que vivimos en la Iglesia de la sinodalidad, la escucha de todos, la libertad de expresión, la necesidad de conocer la opinión de todos incluyendo la de creyentes de otras religiones y no creyentes. 

Vivimos, nos dicen constantemente, en la Iglesia de la misericordia, la acogida, el respeto, la tolerancia, la convivencia de todos. Una Iglesia que quiere alejarse del dogmatismo, que desea ser madre cariñosa, que valora las aportaciones de todos los seres humanos y nos pide implicarnos en este amplísimo diálogo libre, fraterno, transparente y constructivo que quiere ser el sínodo.

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