3.03.23

El himno de los cojos

Mañana de domingo en Guadalix de la Sierra. Apenas unos minutos para que dé comienzo la misa de las 13 h. Servidor, a carreras de pueblo en pueblo. A llegar a la sacristía mi buena María, la gran colaboradora de la parroquia de Guadalix durante muchos años, me dice:

- Hijo, ya tenemos todo. Lo único que nos falta es ver qué cantamos en la comunión.

- Pues cantad el himno de los cojos.

- Esa no nos la sabemos, pero si tú quieres lo podemos ensayar y aprender algún día.

- Sí, mujer, sí lo sabéis. Es esa canción que empieza “No podemos caminar…”

- Bobo!

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2.03.23

De fracaso en fracaso hasta el derrumbe total

Me comentaba ayer un buen amigo que en su parroquia no cabe un cartel más. Ha llegado a contar más de sesenta en la entrada ¡más de sesenta! amén de tres o cuatro o cinco en el presbiterio con lemas tan originales y sugerentes como “Dios te ama", “Cuaresma, tiempo de conversión” o “Todos somos hermanos". 

Afortunadamente están esos carteles para afianzar la doctrina católica, porque no cabe duda de que eso de que “Dios te ama", si no hubiera sido por el destacado cartel, hubiera pasado del todo desapercibido para los fieles. Un Cristo en la cruz, la eucaristía, la penitencia no son suficientemente explícitos. Afortunadamente alguien tuvo la brillantísima idea del letrero. Deo gratias.

Tampoco la gente tenía suficientemente claro eso de que la Cuaresma sea un tiempo de conversión, y mira que al imponernos la ceniza se dice eso de “convertíos y creed en el evangelio", aparecen los ornamentos morados, se suprimen gloria y aleluya y toda la liturgia va en esa dirección. Rien de rien. Ni liturgia, ni lecturas bíblicas ni gestos penitenciales. Aquí lo que de verdad vale es el cartelito. Y van dos. 

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28.02.23

Las rúbricas te dan sorpresas

Como todos mis lectores saben, en los libros litúrgicos existe lo que, coloquialmente, se llama la “letra colorá". Lo que viene en rojo en el misal son las rúbricas, es decir, cómo se hacen las cosas. Los sacerdotes, según pasa el tiempo, las rúbricas ya ni las repasamos, se supone que las conocemos de memoria. Los laicos, ni les cuento. 

Ya saben que servidor, en ocasiones, celebra “ad orientem", es decir, los ritos iniciales desde la sede, la liturgia de la palabra desde el ambón, y la liturgia eucarística en el altar pero vuelto hacia Dios. Por supuesto, lo hago en lengua vernácula y por supuesto con el misal de san Pablo VI. 

Lo curioso es que la celebración “ad orientem” no solo no es nada extraño, ni prohibido ni regulado, tampoco el capricho de un cura serrano que le ha dado por ahí -hace años ya celebraba una misa dominical así en la parroquia de la Beata María Ana Mogas- sino una forma habitual de celebrar prevista en el misal de san Pablo VI. 

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27.02.23

Trolas post conciliares

A lo tonto, a lo tonto… comenzamos unas sencillísimas clases de formación cuando nos encerraron los políticos en casa y muchos obispos clausuraron los templos. 

Las clases de formación se iniciaron con el compendio del catecismo y después están transcurriendo con los documentos del Concilio Vaticano II. Comenzamos hincando el diente a la liturgia: Sacrosanctum concilium, Missale romanum y Redemptionis Sacramentum. Oigan, ojipláticos. Los pelos como escarpias. Un oh que no se les caía del asombro charla tras charla. El comentario más común: “nos estamos dando cuenta de que el Vaticano II es un concilio muy preconciliar". Claro. Porque llevamos años y años sin leer los documentos y sin escuchar más que esas bobadas del espíritu del concilio que nadie sabe de dónde han salido, pero que a ver quién se atreve a contradecir a los grandes gurús del pensamiento progresista, generalmente blindados, consentidos y mimados por sus obispos respectivos. 

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25.02.23

Misa ad orientem. A ver si aprendemos a quién hay que preguntar

Ya saben, y si no se lo digo ahora, que servidor calebra de vez en cuando “ad orientem". Con el misal de Pablo VI, en español, pero “ad orientem". Cuando cuento estas cosas, siempre hay alguien que me pregunta por eso, que dicen tan superado, de qué opina la gente. Pues ahí voy.

Los hay que poco menos que se escandalizan porque dicen que eso es volver a lo antiguo, que huele a naftalina, y que es una falta de educación dar la espalda a los fieles. Como pueden imaginar, ante la solidez litúrgica, teológica e histórica de tales  razonamientos no merece la pena exponer todo un argumentario.

En estos casos, suelo decir que es curioso que gente orgullosa de la antigüedad de su templo y los retablos, que te enseña con orgullo el potro de herrar y la piedra para marcar el riego, te invita a un cocido hecho como se hacía antes y a unas rosquillas con la receta de la abuela, y por último te muestra los antiguos refajos sí, con olor a naftalina, luego se queje de que se celebra la misa “ad orientem” como antiguamente.

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