No trago con el artículo 14
Tuve un compañero especialista en el artículo 14. Siempre se las apañó para hacer exactamente lo que le venía en gana. De seminarista menos, pero una vez acabada la formación, de manera descarada. Y cuando alguien le preguntaba por la razón de su forma de proceder, él siempre ponía como justificante: “esto se hace por el artículo 14”, es decir, por mis santas narices.
Personalmente siempre lo he llevado bastante mal. Posiblemente seré poco evangélico, pero reconozco que me encantan el derecho canónico, el catecismo, las directrices, las normas… La razón es doble: me gusta saber a qué debo atenerme y además llevo poco bien que me tomen el pelo.

No. No nos hagamos líos ni pensemos que es cuestión de algunas cosas. La diferencia en la educación entre un país libre y uno totalitario es que en los países libres los educadores son los padres y estos son los que en consecuencia deciden el tipo de educación que desean para sus hijos, cosa que el estado respeta y apoya. En los totalitarios el estado se convierte en dueño y señor de los niños y jóvenes y hace con ellos lo que le viene en gana sin tener en cuenta en absoluto la opinión de los padres. El único educador, el estado. Puro estalinismo.
Antes de nada no empiecen por llamarme anti-catalán porque ahí patinan. Para empezar no me gusta ser anti nada, pero es que además resulta que servidor los poquitos días que se escapa de la parroquia para descansar en verano los suele pasar precisamente en Cataluña, y en algunas ocasiones ha coincido estar en esa tierra en la “Diada” del 11 de septiembre.
Ayer, en Borja, pero eso de que aparezca una persona de buena voluntad y se cargue para siempre una imagen, un cuadro, un retablo, o lo que sea es más común de lo que nos pensamos.
La noticia me ha llegado gracias a la amabilidad de una buena amiga. Una familia de cinco personas, una de ellas en silla de ruedas, hace una reserva para pasar tres días en un hotel de Benidorm. Al llegar a recepción les dicen que no pueden quedarse en el hotel porque ellos “no admiten perros ni personas así”. Incluso, según la denuncia formulada por la familia, desde la dirección les dijeron que “heriría la sensibilidad de los clientes, que se quejarían de ver a una persona así". La noticia puede leerse





